miércoles, 17 de octubre de 2012

Programa SF 35 - Eric Calcagno - Marcelo Fuentes - 6 de Octubre de 2012

Un emblema llamado 7
 Por Mariana Moyano

Editorial Sintonía Fina del 6-10-2012.

Ella lo terminó de decir y algunos de los que estábamos ahí nos miramos y tragamos saliva. No por incomodidad ni por temor. Fue un poco por la sorpresa que semejante frase implicaba en boca de alguien de su envergadura. Pero, sobre todo, porque los que conocíamos de qué disputa se trataba ni nos imaginábamos los a
lcances de la artillería pesada que poseen esos poderes contra un Estado de decidido. El conocimiento que nosotros llevábamos a cuestas nos permitió imaginar un panorama de guerra impiadosa. A los verdaderos dueños de todo no les gusta ni que los desafíen, ni que los enfrenten. Y muchos menos que los desenmascaren.

La frase de la Presidenta no dejaba lugar a muchas dudas acerca de a qué estaba dispuesta: "puede que sea imposible, pero alguien tiene que hacerlo", dijo sin mirar específicamente a ningún interlocutor. Porque -y esta una sensación absolutamente personal- no nos estaba hablando a nosotros en particular. Estaba, más bien, haciendo un juicio histórico; una promesa; un juramento.

Aquello no fue dicho en días calmos. La resolución 125 era la excusa de ocasión para poner orden frente a un poder político que empezaba a descarriarse. Tenían ellos, los poderosos de en serio, no sólo que ganar la pulseada sino que mostrar y demostrar que les pasan cosas serias a los que se les atreven.

Discutir una nueva ley de Radiodifusión no era un saludo a la bandera, con todo lo emotivo y conmovedor que éste puede ser. Era desmontar una operación ideológica de décadas; hacer hablar a las marionetas y a los que mueven los hilos; obligar a tomar partido a trabajadores, pero sobre todo mostrar la cara, el nombre, la ubicación y la identidad de los dueños de los medios y -a veces- también de los trabajadores.

La historia reciente dejaba en evidencia que había habido jefes del Estado con muy buenas intenciones. Que los había habido otros con la fuerte convicción de que con el poder empírico la negociación es acaso posible. Que estaban también aquellos a quienes no les había temblado el pulso para favorecer a favorecidos y empoderar aún más a los poderosos. Y siempre la marca que quedaba era la misma: el poder real reacciona con virulencia cuando el poder político levanta un poquito de más la cabeza.

Por eso, esa frase, y esa Presidenta, inauguraban era una etapa, la que se definía sobre dos pilares básicos: de allí en adelante el tótem periodístico, el ideario liberal por excelencia, también podía ser puesto en cuestión y la propiedad de unos pocos dejaba de ser un problema privado para convertirse en la raíz de la desigualdad general.

El tema llevaba más o menos 25 años de discusión. Los ánimos ya estaban calientes y había cierta gimnasia en ámbitos gremiales, culturales y universitarios. Allí había alarido, código común, pacto de sangre. Pero la calle... La calle no tenía la más mínima idea de ese debate ni de lo que implicaba. El liberalismo de siempre, el neoliberalismo de hacía poco y la siempre a mano herramienta de la antipolítica se habían solidificado lo suficiente en los sedimentos de todas las cabezas y habían hecho la intravenosa correspondiente para que ante cada acción relacionada con los medios de comunicación, la reacción fuera por el andarivel del cercenamiento de la libertad de expresión.

Ya estaba instalado casi como un acto reflejo en el sentido común de una sociedad entera y enteramente colonizada: si alguien cuestiona a un periodista no es más que un censor; si alguien habla de un medio, no es otra cosa que un stalinista expropiador.

César "Chacho" Jaroslavsky lo había dicho de otro modo y poniéndole nombre propio al asunto: "Hay que cuidarse de este diario. Ataca como partido político y si uno le responde, se defiende con la libertad de prensa". En estas andaba este texto cuando un grupo de prefectos y otro de gendarmes me sobresaltó, violentó mi escrito, rompió la cadena de mandos institucional y puso en estado de zozobra a medio país. "Bueno, cambió el tema. Tengo que empezar de nuevo. Va otra nota editorial, no es sobre medios que tenemos que hablar", pensé. Hasta que algo en mí, más inteligente y suspicaz que mi primera impresión me detuvo y me hizo recalcular. Y ese GPS político interior primero le puso signos de interrogación a lo que había aparecido a priori como una definción y a través de la pregunta se respondió solo: "¿Cambió el tema?, ¿Tengo que empezar de nuevo con otra nota?, ¿No es sobre medios que tenemos que hablar?". La mirada boba o la interesada va a decir que no, que no es lo mismo hablar de medios que de sublevaciones. Que esos diagnósticos conspirativos y esas paranoias no es más que cosa de Montoneros. La mirada boba o interesada, esa que piensa, o dice que piensa, que los medios son sólo esquemas de periodismo, espacio de profesionales de la comunicación, la vivienda de la noticia. La mirada boba o interesada, esa que o no ve u oculta que en estas eras ya sólo los muy ingenuos o los muy distraídos piensan que los medios se dedican sólo a la comunicación. Ojo. Aquí nadie está diciendo que hay un Héctor Magnetto comandando a las fuerzas de seguridad que no aceptan a su comandancia. Estas líneas no están sugiriendo que desde las oficinas de un diario se dio la orden de reunir a suboficiales y familiares a las puertas del edificio Centinela. La realidad es mucho más compleja que semejante literalidad, más sinuosa y mucho menos cuadrada. Ni soy tan boba, ni tengo una visión tan interesada. Hoy es 6. Por esas cosas de las costumbres milenarias de los pueblos y de las convenciones sociales, mañana, entonces, será 7. Y entonces faltarán dos meses para una fecha símbolo, para una fecha sueño. Para el día que permitirá abrirle una puerta al futuro. Y faltarán tres días para un nuevo aniversario de otra fecha símbolo, de otra fecha sueño, de la fecha que empujó para cerrarle las puertas al pasado. Y lo recorrido desde aquel 10 tiene consecuencias. Y el camino hacia este 7 convoca tempestades. De las de letras de molde y de las que no se ven. De las que se asumen y de las que no dejan huellas.

La línea argumental de los poderosos en riesgo se estructuró alrededor de la supuesta “impericia" y el "desorden administrativo" como causas de un "conflicto meramente gremial". Quienes pensaron, intuyeron o indicaron que había olorcito a algo más no hacían otra cosa que ver "fantasmas donde no los hay" o construir el "relato fabulador elucubrado por el kirchnerismo". Sin embargo, sus propias plumas y en sus propias páginas escribieron acerca de: "quebranto de la disciplina", "anomalías en el funcionamiento del Estado", “extrema tensión" y de "daño institucional derivado de la ruptura de la cadena de mando".

¿Flagrante contradicción?, ¿Desprolijidad editorial?, ¿Doble comando periodístico?, ¿Diarios copados por patrullas perdidas? Eso es edición a secas?, ¿Eso es puro periodismo? Nada de eso. Lisa y llanamente, operación a dos puntas, interlocución partida: burla, menosprecio y minimización por un lado y temor, temblequeo y terror, por el otro. Bien remarcado el responsable y lo más difuso posible el problema. Porque la novedad del accionar en este nueva América Latina es pergeñar la destitución sin que sean necesariamente los uniformes golpistas los que le protagonicen la epopeya a la derecha. No es tanto el peso de los tanques como el poder de la esmerilación. Ya ni es el comunicado número 1, ni la seguridad interior la herramienta más a mano. No quieren, no les sirve, no pueden recurrir a un clásico golpe de Estado. Los grupos de poder, los dueños del poder, el poder, lo único que necesita para extorsionar y lograr su cometido es democracias de baja intensidad, repúblicas tuteladas, gobiernos débiles. De modo que sean los propios oficialísimos los que -quebrados y con las manos atadas- desalienten y desanden cualquier camino libertario, cedan fácilmente a las presiones y se enfrenten a los intentos populares de avanzar. La ecuación es sencilla y la búsqueda es clara: sectores populares enfrentados a gobiernos que no pueden. Y poderosos anónimos que se encojen de hombros y se burlan con cinismo de quienes hacen pública su preocupación por la zancadilla a la democracia.

Por ello, ni todo está teñido de 7 de diciembre, ni todo divorciado de aquella fecha emblema. La cuestión y el desafío es mantenerse en puntas de pie en un fino equilibrio entre la paranoia y la mirada aguda. Porque hacia lo que vamos lo hay ni recorrido fijo, ni ruta fijada. Es de a pasos cortos, movimientos firmes y avance astuto. Es una cuenta regresiva hacia lo deseado, pero también hacia lo completamente desconocido. Se trata, claro, de un punto de llegada. Pero es, sobre todo, una línea de partida. Y separan a este hoy de aquello, a este hoy de ese fin de época, muchos pliegues y toneladas de carroña. De todos modos, la venda ya se movió y cuando se corre de los ojos, como decía Sartre, no puede volver nunca al mismo lugar en el que estaba

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