jueves, 4 de abril de 2013

Programa SF 60 - Horacio Gonzalez - 30 de Marzo de 2013


Los suelen mencionar juntos.
por Mariana Moyano 

Editorial Sintonia Fina  30 de marzo de 2013

  Los suelen mencionar juntos, en bloque, como si fueran anverso y reverso, un duplicado de lo idéntico. Erramos el tiro en esta mirada: son engranajes de un poderoso todo; son socios en un objetivo común; hace rato que cartelizan su política al punto de fundirse e, incluso, intercambian roles para afinar la puntería y dar de lleno en el blanco trazado. Pero no son lo mismo, no hay uniformidad, no juegan desde lo homogéneo. Es más complejo y, por eso, más perverso aún. Pelean como monstruo de dos cabezas que piensan por separado una estrategia compartida.

El Papa argentino fue regalo divino. Es que, claro, sólo un milagro podía auxiliarlos y sacarlos del zanjón en que habían caído por torpeza propia y quitarles el lodo que les cubría la palabra.

Desde que Francisco llegó a sus vidas algo se les simplificó. Ellos son la parte que pone palabra y que dirige las luces a los sitios donde y sobre los que la Argentina debe pensar. Sobre la sedimentación de décadas de ese sentido común que ellos moldearon y con un esqueleto cultural del que aún manejan los hilos, se lanzaron a poner en marcha un dispositivo, el que más les gusta y del que –paradójica y aviesamente- más reniegan y con más furia acusan: la variable bueno/malo, pero con el binarismo retorcido del mentiroso que sabe cómo hacer pasar la infamia por verdad categórica.

El terreno lo prepararon más o menos así: unos salieron con la cruz como estandarte mientras con la espada, la pluma y la palabra ejercían una guerra santa argumentativa pocas veces vista en la prensa moderna; los otros pusieron la lupa en los zapatos gastados y en la cuenta de hotel.

Unos, envalentonaron a los cruzados del ala de los halcones; los otros conmovieron a los herejes más díscolos tirándoles directo a esa zona del corazón que se conmueve con la pobreza y la austeridad, siempre y cuando nadie se rebele frente a las causas.

Unos revolvieron y movilizaron a lo más ilustre de la derecha “asediada” para poner en claro que siguen siendo ellos los que dictan las reglas; los otros masificaron la papamanía para marcar a fuego -a base de estampita y merchandising- la regla de oro que indica que se puede ir por todo salvo contra los dueños del modo de pensar.

Unos hicieron lagrimear a la alcurnia caritativa con la suela gastada; los otros hicieron tabla rasa y con el martillazo escrito de “el papa de la gente” en el zócalo televisivo estuvieron a punto de dejarte afuera.

Hicieron un operativo sublime. Funcionaron como las verdaderas naves insignia de esa derecha muchas veces obvia pero también escurridiza de la que son parte y que representan. Clarín y La Nación. Mostraron y se lucieron como lo que son: las voces del poder; esas que no gritan en el desierto sino que saben que tienen oído y qué decir para conmoverlo.

Porque fue un trabajo de pinzas. Uno por arriba, desde lo más alto de las clases altas. Otro por abajo, desde lo más hondo del sentir popular. Jugaron fuerte, a todo o nada. Con brutalidad y sincretismo. Con esos modos que conocen, los sagaces instrumentos de la evangelización.

Clarín es torpe, burdo y se saca. La banquina es un destino que visita muy seguido. Derrapa a diario este diario y se destapa. Pero sabe, conoce la cuña, clava el cuchillo; ubica el detalle, mete la lupa y esmerila. No es un medio, es un comando de operaciones políticas de las que conocemos muy pocas en la historia nacional. Y por eso, a no creer que la pelea es sólo sopapo y tachín tachín. Hundió donde dolía y en la vidriera del reinado de la bajada de línea escribió: “sólo con un par de gestos austeros (Francisco) se ungió en la contracara del poder”.

Y ahí quedó la argentinidad: patitiesa, ocupada de las suelas de los tamangos del Papa como jugando en espejo con la bajeza de esa derecha tilinga que se ocupa de los tacos de una presidenta popular. Y ahí quedó la argentinidad: entrampada, con el mote "poder” reducida al ámbito de los gobiernos, los partidos y la política que se practica a cara descubierta. Iglesia y plata: nuevamente al rincón de lo invisible. Hecho. Trampa. Zancadilla justa.

Y así estuvimos: meta comedor infantil y testimonio individual de víctima atendible; con la vara del peronómetro en primera fila; leyendo con ojo de barrabrava el accionar de una jefa de Estado.

Y así quedamos: o estás con Francisco o sos antiargentino. Y dejaron solos a los que complejizan. Y barrieron con la conquista de la laicidad. Y arrinconaron a los consecuentes. Y hacen que soplen vientos de liviandad, ráfagas de bagatela, tornados de frivolidad, huracanes de inconstancia, ventarrones de corto plazo.

Destrabar ahora es la consigna. Buscar hondo en el pensamiento. No caer, no ceder, entender. La política se juega mucho. Y estar a la altura hoy no es horizonte, es sencillamente, un deber.

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