viernes, 3 de mayo de 2013

Programa SF 64 - Cristian Alarcon - 27 de Abril de 2013

Ella o Vos.
por Mariana Moyano 

Editorial Sintonia Fina del 27 de abril de 2013.

No sé de dónde lo habré sacado. Pero a mí se me aparece así: es una señora entrada en años, aunque su experiencia se limita a lo que le contaron que es. Chilla bastante. Tiene voz de pito y el hombrito “qué me importa” es parte de su identidad. El ceño fruncido es su seña particular. Gruñe bastante y el “Qué barbaridad” le sale de su boca más seguido de lo soportable.
Claro, ella no tiene demasiadas responsabilidades, ni debe tomar decisiones que le cambien la vida a nadie. Y por eso su paleta de colores puede limitarse al blanco y al negro. Mira la realidad, la observa, con una prudencial distancia. Ella no se ensucia, no mete la mano. Hay otros que lo hacen por ella. Y le viene bien porque así puede andarse el día señalando y acusando de corruptos, de vagos, de atorrantas, de chorros, de drogadictos y de fascistas a todos los que hacen cualquier movimiento que no sea habitual en su limitadísimo universo.
Ella es cualquier señora de esas a las que uno ve darle a la lata. Pero ella es sobre todo la esencia del discurso moralizante sobre el que se monta toda la maquinaria, todo el rosario de lugares comunes que invade la cantinela diaria que, supuestamente, cuenta lo que, supuestamente, pasa en nuestra Patria.
Ella ES una persona. Ella ES muchas personas. Pero Ella es ante todo el cromosoma común de varios de los protagonistas de estos tiempos en los cuales llamarse a la calma es el deber político principal de quienes no desean que el hilo conductor sea sólo de dinamita.
Ella es un fumador televisivo que te dice “no hay justicia, idiota”. Ese que tuvo que dejar ir al periodismo porque el ego le había ocupado todo el espacio. Ella es la dama radial que amaneció el jueves con el lapidario “este es un día negro para la justicia”. Esa aristocrática mujer cuyos análisis políticos tienen la profundidad de una palangana.
Ella es un gobernante que se rasga las vestiduras para que en nuestro país reine el consenso mientras le mete palo, bala y golpe a cualquiera que se le ponga enfrente a su locura inmobiliaria.
Ella es una legisladora que te escupe, te tira un botellazo, te sacude a cautelares, te pide en la virtualidad de la red que te mueras, pero, eso sí, siempre con el pedido de diálogo a flor de labios
Ella es la razón de ser de los indignados moralizantes, los miembros del EIA, los Espíritus Indignados Argentinos, como los definió un no lo merecidamente celebrado Esteban Rodríguez, a quien ahora públicamente agradezco haberse ocupado de mis obsesiones cuando ellas sólo eran bienvenidas entre libros o entre amigos.
Ella es la razón de ser de los que niegan, aniquilan, destierran, desprecian y descuartizan a la política. Porque en ese territorio, en el de lo público, hay grises, hay lodo, hay sinuosidades, es decir hay un poco de todo lo que habita cualquier sitio que no sea solamente posible en el imaginario mundo construido por el deber ser. Ese que no tiene ni responsabilidades ni obligaciones en el mundo real. Y que cuando las tiene, ejecuta sus decisiones con bala o insulto.
Ella es la columna vertebral de los que se deglutieron la peliculita del decálogo, de los mandamientos, nacidos al calor de esa moralina que nada tiene que ver ni con la ética, ni con la lealtad, ni con el bien común, ni con la honestidad, ni con la integridad. Y se hace cuesta arriba no ser víctima del ardid, porque gracias a dos siglos de artificio ideológico nos presentan a los principios liberales como convicciones universales. Y te tiran con “La Moral”, y te tiran con “Los Valores”. Y te estafan. Y te dejan balbuceando.
Es que uno no se lo pregunta muy a menudo. No es que andamos con el interrogante en la cabeza y a fuerza de ejercitar el cuestionamiento adquirimos la capacidad de desterrar intereses afincados como verdades. No. Está todo ahí instalado y sabe cómo echar raíces para quedarse. Porque es como casi todo lo que es de derecha: queda parapetado, erigido como natural, como obvio, como lo único posible.
Les pasa a los putos, a las putas, a casi todos los musulmanes, a ciertos judíos, a algunas mujeres, a varios intelectuales, a la mayoría de los militantes, a casi todas las travestis, a todos los pibes pobres y, últimamente, también a los kirchneristas. Se ha hecho costumbre, moda, casi obligación rutinaria arrojar motes de nazi, de indigno, de autoritario, de montonero a casi todo lo que intente correr la vara de lo posible. Y si la descalificación no es lo suficientemente contundente, arrojan con piezas de otro calibre.
El guión se escribió a cuatro manos: dos ponen en cuestión la propia razón de ser de la democracia, eso sí en nombre siempre de la República. Las otras, braman desde la modalidad gurka y acusan a cada parpadeo oficial, de golpe de Estado. La cereza del postre es el señor enojado y mal hablado que muestra algunos papeles de poca certeza y mucha sospecha. Y el círculo se cierra con la protección ya grosera al empresario de paseo por la intendencia.
¿Por qué funciona? ¿Por qué diputados y senadores deben perder tiempo en explicar que poseer la mayoría de los votos no es un acto delictual? ¿Por qué hay tanta oreja receptora de la acusación de ladrón? ¿Por qué media presunción vale más que un argumento?
¿Por qué para esa República de fantasía es más limpio y más puro indignarse sin política que participar y –muchas, las más de las veces- asumir el riesgo de ensuciarse?
Desde el periodismo mandamás porque, como lo escribió hace ya un tiempo Esteban Rodríguez, no quieren aportar información sino “emoticias, datos que no se disponen para la comprensión sino para la emoción. No interesa tanto estar informado como tener sensaciones sobre lo que transcurre diariamente. El periodismo en tanto estado de ánimo terminó adoptando un punto de vista temperamental sobre los acontecimientos”.
Desde los partidos alfiles del poder mandamás, porque lo último que quieren es el avance ciudadano. A lo sumo, consumidores. Dormiditos, anestesiados, aceptadores seriales de la estafa vestida de libertad cambiaria, protestones por las dudas y desconfiados del de al lado. Quieren que Ella, esa moral berreta de los valores impuestos, esté por encima.
Porque la prefieren a Ella, a esa larga lista de moralizaciones hipócritas y mentirosas. La prefieren a Ella, antes que a Vos.

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