miércoles, 31 de julio de 2013

Programa SF 77 - Miguel Benasayag - 27 de Julio de 2013


El inconveniente
Por Mariana Moyano
Editorial SF del 27 de Julio de 2013

Los adeptos, los simpatizantes, los adherentes, los seguidores, los incondicionales, los adversarios, los dudosos, los desconfiados, los antagonistas, los contrincantes y hasta los enemigos lo reconocen. Todos saben lo que nadie duda: el ADN del kirchnerismo tiene esa peculiaridad de lograr que salte por encima de la superficie la basurita que a muchos les queda cómodo esconder u ocultar bajo la alfombra.

Tiene la particularidad -porque lo busca- de hacer visible el inconveniente, de colocar sobre la mesa lo incómodo y de tirar del piolín. Y sale todo junto, punta del iceberg y causas; el inicio, el medio y el por qué. Y se nota que cada traspié, apuro e inconveniente no es ni espontáneo ni recién nacido.

En el medio del living comedor de la arena pública, mientras algunos andaban de canapé en aperitivo, instalan ese inoportuno acontecimiento con el que convivimos desde hace rato y que muchos preferían que quedase tapadito.

Y estampan en el medio del salón el conflicto ocultado. Lo señalan. Lo muestran. Y duele. Les duele. Más que el problema, la puesta en evidencia de que ya no se puede ocultar más. Y se ponen nerviosos, los tramposos vestiditos de unión nacional, de armoniosos del “todos juntitos”, los de Argen o los de Tina, los que basaron su armonía en el silencio de la explotación.

Esta vez hicieron lo mismo, lo que saben hacer. Y volvieron a ir a la médula: “En la vida hay que elegir”, fue la frase por la que optaron los propagandistas K. Ni concordia careta, ni fraternidad a cualquier costo, ni conciliación boba. Preferir, pronunciarse, escoger. Porque hay zonas, rincones, espacios, lados en los que todos, todos los días deciden parapetarse.

“Conflictivos”, dicen que son. “Confrontativo”, dicen que era. “Crispadora”, dicen que es.

Y extraña que la argentinidad se ofenda porque los punzan para escoger. Sobre todo cuando la porción marketinera se ha pasado la vida haciendo gala de la rivalidad Coca vs Pepsi; cuando la parte futbolera se ha cansado de explotar la enemistad River/ Boca; cuando la fracción fierrera se cansa de enarbolar la competencia Ford/Chevrolet; cuando los politizados se hacen cargo de 50 años de radicales y peronistas; cuando la izquierda más dura sigue reivindicando el “Patria o muerte” setentista; cuando el alfonsinismo eligió como estandarte el “democracia o dictadura” de la TV oficial y cuando toditos todos sabemos que nuestra Nación no descansa sino en la disputa de unitarios y federales.

Pero resulta que no, que la cosa no viene de lejos. Que es de apenas hace 10 años. Que vino de la Patagonia, caprichosamente y que por arte de magia se instaló la contienda, porque les gusta la pelea, porque no pueden sin colisión.

“Conflictivos”, dicen que son. “Confrontativo”, dicen que era. “Crispadora”, dicen que es.

Y hablan de modales, de ademanes y de formas. Tapan los modelos, los proyectos y hasta las intenciones. Aceptan mansitos algunas medidas que las encuestas dicen que no hay que cuestionar. Siempre sin fondo, ahistorizadas, quitadas de su ambiente, sin cómo ni por qué.
Slogan, frase fácil, cortita, de ocasión. Instalan esa idea de que “si una situación no se deja desmenuzar fácilmente es porque es sospechosa”.

“La corrupción es la madre de la inseguridad y la pobreza”, dice un spot de una apocalíptica diputada para definir una etapa.
“Cleptocracia”, grita el periodista excedido de ego para dar cuenta del kirchnerismo.
“Dudas en torno del fuerte crecimiento patrimonial”, escribe como argumento el diario de la oligarquía vacuna para oponerse al ascenso de un uniformado del Ejército actual.

Apelan a la corrupción como entraña de la molestia. Pero bo son ni Jaime, ni Báez ni Milani quienes les preocupan. Es el pretexto, la escapatoria, la coartada. Es lo fácil y está mano. Indigna rápido y llega a todos. Pero en el fondo, ellos lo saben, no dice nada. Es arrebato momentáneo, bufido accesible, adjetivo cercano, justificación rapidita, generalización que solaza; data que entretiene.

Juegan con esa herramienta que bien manejan de apelar a la podredumbre, a eso degradado de un no lugar en la historia en el cual se asienta la fantasía de una comunidad supuestamente pasada que habría existido sólo en armonía. Aíslan la política y reducen la crítica de lo público al enjuiciamiento moral.

¡Y son de parecidos!, ¡de primos hermanos! ¡De similares! ¡De igualitos! A esos que la iracundia los cubría más por la Ferrari que por la privatización; menos por el indulto que por la odalisca; más por Gostanián que por Bunge y Born.

Son el resultado de la metamorfosis de aquellas cámaras ocultas de periodistas fiscales, la clonación de las ediciones burlonas de cancheritos de traje negro y la descendencia de las clasecitas de moral de articulistas con fama  que encorsetaron la democracia a los límites de lo formal.

La transformación: cosa de utópicos y guerrilleros. El cambio de modelo: sueño de ilusos que no comprenden que la modernidad ha muerto. Y el conflicto como evidente, como obvio, como único posible motor de la historia: cosa de rojos, de troscos y de tontos.

martes, 23 de julio de 2013

Programa SF 76 - Luis D'elia y Fernando Braga Menendez - 20 de Julio de 2013


Lo no positivo
Por Mariana Moyano

Editorial SF del 20 de Julio de 2013

Ellos eran un grupo reducido y compacto de legisladores de su confianza. Varios han dejado de ser legisladores pero mantienen intacta la lealtad con Néstor Kirchner. Pese a la tensión reinante en aquellos días, le sugirieron negociar tres puntos en las retenciones para ganar la votación en el Senado y –cuando fuera el turno de aprobar las modificaciones- lograr un margen más amplio en Diputados. Era un diagnóstico que les sonaba racional y que, si bien proponía un momento menos épico, esfumaban los fantasmas que dominaban esas jornadas.
“Néstor nos sacó cagando. No estaba enojado con nosotros por la idea que le llevamos, pero estaba furioso porque decía que ya habíamos cedido demasiado”, cuenta hoy uno los protagonistas de aquella conversación con una sonrisa entre pícara y nostálgica, tanto por las vueltas de la historia como por la nostalgia por el líder al que extrañan.
Es que ya todos habían tenido comprensión cabal de cómo esa normativa de menor rango se había vuelto tormenta y punta de lanza para quienes estaban a un tris de cavar la fosa profunda para un proyecto que ya se olía intransigente. “Una decisión política aislada que se transformó en el eje de discusión de todo el modelo”, lo definió ella.
“Exageran”, dicen algunos cuando aún hoy se marcan aquellos intentos de destitución y cómo los medios se habían puesto a la cabeza de la desestabilización.
Sí, claro. 
“Estamos preparados para resistir con escopetas, carabinas, de todo”, advertía con su impunidad típica el entonces mellizo desdentado y ahora tuneado candidato a senador.
“El gobierno de los Kirchner es un obstáculo”, “el problema es la Presidenta”, sostenía un líder agrario sin ponerse colorado al pegarle a esas frases el gestito de indignación republicana.
De los 129 días que duró el golpismo agrocomunicacional, 112 se ganaron las tapas de Clarín y La Nación y allí, el lockout fue sólo paro, los empresarios rurales fueron o chacareros o campesinos, si el relato lo construía Joaquín Morales Solá, y los cortes de ruta, tractorazos. 
¿Que con esto no alcanza, que esto no demuestra?
Ahá. Los invito. Pasen y vean.
Diario Clarín del 30 de marzo: “Cristina, De la Rúa y el paralelo ¿imposible? entre dos cacerolazos”, se preguntaba desde el título jugando al inocente un Julio Blanck completamente desatado cuya chaveta pierde al inicio, nomás, de su nota: “Para seguro disgusto de la Señora Presidenta, aunque no sea la intención, flota en el aire una inevitable tentación a comparar las dimensiones, características y efectos del cacerolazo que le zamparon esta semana con aquel que le dio pasaporte de salida a Fernando de la Rúa”. Eso escribió. Así, sin grises. Análisis, dicen ellos. Propuesta, les digo yo.
Y votó la Cámara Baja.
Y “Por sólo siete votos…”, dijo La Nación.
Y votaba el Senado. Y cobró vida la primera gran traición.
Y en un instante la derrota fue el abismo y el fracaso, la ocasión
Porque ese señor que pensó que aniquilaba una medida y le torcía el brazo a un proceso, vivió el más efímero de los altares mediáticos y más que un asesinato cometió un suicidio.
Porque nadie previó que en ese preciso momento del voto no positivo, un número, una cifra, el nombre burocrático de un registro administrativo iba a transformarse en grito de guerra y en el nombre más corto que puede tener una definición de época.
Porque ninguno aventuró que aquella  fatídica madrugada del 17 de julio de 2008, ese mendocino al que la Historia le guarda apenas un rincón de actor de reparto iba a anclarle para siempre el ismo y a convertir en lugar de pertenencia al apellido de un ex Presidente.
Porque varios, muchos, celebraron que la cosa ahí mismito se terminaba, sin conocer lo que implicó una frase tan casera y llena de cotidianeidad que ella diría esa misma noche: “vamos, a descansar, que hoy mismo tenemos que empezar a remontar esto”.
Porque tampoco nadie comprendió lo que aquellos hombres que lo acompañaban hoy explican con cabal conocimiento de lo ocurrido: “Esa noche, con ese voto, Néstor se liberó”.
De allí para acá hay cinco años. Y entre lo no positivo y hoy se encuentra la media década más movilizante de la historia inmediata de la Argentina. Con fondos de AFJP, con matrimonios, con identidades, con fertilizaciones, con Aerolíneas, con YPF, con Bicentenarios. Y sin él.
Y pasó que por primera vez en 1957 días, desde aquel 11 de marzo y hoy, hubo una tapa, hubo un día, hubo un titular, en el cual Clarín no mintió, ni tergiversó, ni le esquivó el bulto a los hechos que no le gustan. Fue el 16 de agosto de 2011 cuando a cinco columnas dieron el brazo a torcer: “El voto a Cristina cruzó todas las clases sociales”, publicaron. “Obtuvo cifras récord en tierras bonaerenses”, reconocieron. De San Isidro a Isidro Casanova, es el paisaje que pinta la imaginación.
Y, como era esperable no lo soportaron mucho: el 24 de octubre hablaron de “votación contundente”, de “una multitud en Plaza de Mayo”. Y rotularon un “por cuatro años más”, al que sólo le evitaron el “UFA” por una cuestión mínima de formas.
Y en aquella primavera, la perla no presentó en público la letra de molde, sino un dirigente remachado a imagen y semejanza no de su padre sino de estos medios constructores de sentido común: “Cristina gana porque a la gente le va bien”, dijo el radical y aún hoy intentan comprender los expertos en comunicación política dónde está lo negativo de que algo de semejantes características ocurra.
Desde ahí para acá pasó mucho, pero los intentos de reedición de aquellos chacareros y desestabilizadores ratos estuvieron siempre a la orden del día, con el objetivo firme de volver decisiones aisladas, el eje de discusión de todo un modelo. Trajeron bóvedas, escrituras, pusieron índices de inflación, usaron crímenes y delitos, se entusiasmaron con humo, inundaciones, con casos corrupción, con trenes y con alertas climatológicas, inventaron romances, colaron testigos truchos en causas de extrema repercusión y hasta jugaron con delirantes versiones acerca de que la muerte de Kirchner no había sido natural. Y ahora, han llegado a la insólita situación de poner en tela de juicio, cual si ellos hubieran sido los promotores de la memoria, la verdad y la justicia, al jefe del Ejército recién nombrado y de criticar con textos más parecidos a los panfletos de Quebracho que a la escritura de la derecha que ellos son, el acuerdo con Chevron.
Sospecha, la cuota necesaria de mirada conspirativa y el tantito de conocimiento que hace falta de los bueyes con que se ara, nos llevan a pensar que hay menos intención de patriada y de castigo a los culpables, que ganas de que vuelen por los aires dos de las banderas más poderosas de este proyecto político: la defensa de lo nacional y la pelea contra la impunidad de los involucrados en el genocidio.
Porque los que aún tienen mucho por esconder sobre adopciones y apropiaciones de fábricas; los que editorializan sobre el “revanchismo montonero” y los que a estatizar le dicen “amenaza”, no pueden -sin que se les note la impostura- levantar el dedito y gatillar con el cuento de la preocupación genuina por lo propio y el pasado.
Por estos días, el titubeante y temeroso gesto de ese titubeante y temerario señor cumplió 5 años. “No positivo”, lo bautizó, porque ni a afirmarse se atrevió.
Por estos hay una Corte, que aunque esté de vacaciones y se haga la distraída, sabe que tiene una de las llaves.
Por estos hay un comicio al que los lobos asisten algunos de cordero y otros de caperucita.
Por estos días hay en juego mucho más medidas aisladas.
Por estos días se define un modelo.
Por estos días va siendo hora de asumir la obligación de ponerle nombre a lo evidente: lo no positivo es siempre, sin fallas, sin grietas y sin fisuras, negativo.

lunes, 15 de julio de 2013

Programa SF 75 - Daniel Filmus - 13 de Julio de 2013


El medio pelo versión 2013
Por Mariana Moyano
Editorial SF 13 de Junio de 2013

Sin ninguna sutileza en el análisis, sin cuidados ni atenciones y aceptando que son juicios que se parecen a pre, se lo puede aglutinar en un doñarosismo tilingo cuyo masoquismo es tal que el síndrome de Estocolmo parece un problemita menor.
Son pelagatos a punto de caerse, sostenidos por el mismo Estado al que apedrean y castigan con todo lo que tienen a mano.
Son señoras llenas de bolsas de shopping que creen que ahora tienen fondos para destrozar la tarjeta de crédito porque su talento individual se los permite.
Son jóvenes que piensan que ellos y sus viejos pueden ahora vacacionar y pagar una universidad privada que les estaba vedada antes de 2003 porque nadie les reconocía su capacidad personal de desarrollarse.
Son tacheros que juntan peso por peso para llegar a fin de mes con la cuenta del alquiler del auto pero que vociferan sobre el intervencionismo, los límites a la fiesta del dólar, la estatización.
Son los que se dicen hartos de autoritarios en twitter, Facebook, la calle y las cadenas de mails, pero a quienes cuando uno intenta plantear su punto de vista lo menos que te dicen es chorra.
Son amas de casa en la lona hasta que salió una jubilación para ellas, pero que no se cansan de cuestionar la recuperación de los fondos de las AFJP.
Son los que dicen que Cristina se gasta la “plata de todos”, las reservas, en carteras, pero que sostienen que el Estado no somos todos, sino apenas el gobierno nacional.
Son los pibes que repiten como loro cuestiones sobre el republicanismo pero que en su vida abrieron un diario.
Son damas y caballeros de sala de espera de consultorio que se quejan porque con la plata de los jubilados se regalan: netbooks a “menores” que no lo merecen porque seguro que terminan chorros, planes a quienes no quieren trabajar y derechos a esas negritas que apenas si saben limpiar.
Son cualquiera de los que andan por ahí, con quienes uno se cruza y a partir de los cuales hemos aprendido en carne, cuerpo y cabeza propia lo que es respirar profundo para evitar la trompada directa en el medio de la jeta ajena.
Son despreciables, pero votan… y ganan.
En la universidad, los que saben de Gramsci te lo explican muy bien: es la ideología dominante, esa que opera haciendo de cuenta que no existe, pero que está arraigada como raíz de ombú al espíritu argentino. “Las ideas dominantes de una época son las ideas de la clase dominante de la época”, dice la definición de manual de un par de barbudos anteriores al italiano que nos explicó cuánto de político tienen lo cultural.
Uno lo ve, lo entiende y es tal la revelación que comprende cabalmente cómo puede ser que el último de los orejones del último de los tarros suponga siquiera que un ricachón tatuado, un oportunista de la semántica, un liberalote garca al que no se le entiende cuando habla pueda ser el que lo va a salvar. 
Es un pensamiento político con un corazón que jamás deja de latir porque tiene una característica propia muy particular, única y distintiva del resto: no se define ni en un sitio ni un momento. Juega con símbolos mentirosos, con espejitos de colores vuelto calendario escolar, con hechos que jamás pasaron pero que se (los) han vuelto naturales. Es difuso, un palo enjabonado con asentamiento territorial hoy en la ciudad de Buenos Aires y en un par de intendencias que se creen Disneylandia, pero que corre como agua por los resquicios que quedan, que uno deja o que ellos mismos abren.
Son cualquiera, son individualidades y apenas si les gusta reunirse para quejarse amontonados. Y son despreciables. Y a veces, sí, dan asco. Y poseen el más grave de los analfabetismos, el político, al decir de Brecht. Pero votan… y ganan.
Pero, y si son tan obvios como sabemos que son, tan frívolos y livianos como les salta a la vista, tan fácilmente rebatibles sus argumentos, ¿por qué no les podemos ganar? ¿Por qué no les podemos ganar y nos generan un inconveniente con su sentido común que no nos provoca la derecha recalcitrante pura y dura? ¿Qué tienen? ¿Qué hacen? ¿Qué son?
Tienen el credo en que ha sido encorsetada la historia de la Argentina como República. Reducen la mayor de las complejidades políticas a un slogan bien digerible y que no le gane en dificultad al del jabón en polvo. Y lejos de ser los héroes y protegidos de la lógica imperante, son la bala con la que dispararán contra ellos mismos.
América es, para ellos, la del Norte y se derriten ante ella. La Latina, puaj, los asquea. Barak Obama es el jalón: en su país, en ese país, en EL país, un afroamericano puede llegar a lo más alto. “En cambio, acá, en el sur de los confines, en el lado B de la historia, esas cosas no ocurren”.
_ ¿Qué? ¿En Bolivia? ¿Qué un indio en Bolivia llegó a presidente? ¿Y eso qué tiene de particular? Si son todos salvajes. Por eso ahí eligen a un representante de un sector siempre marginado.
_ ¿Que es como con los negros? No, no es lo mismo. Es bien distinto. Una cosa es un indígena y otra, alguien de tez oscura. Nooo, no es lo mismo.
Porque Obama no es negro, es afroamericano. Así como Berlusconi, que no es un ricachón obsceno, sino un exitoso empresario excéntrico. Y como Merkel, que no es ni déspota, ni opresora, sino una mujer que sabe, que conoce, lo que es la autoridad.
_Y si ellos, que son personas cultas, que por algo han llegado ahí, deciden que un avión por sus rutas no pasa, ha de ser por algo. Además, ¿dónde se ha visto que un aymara ignorante y primitivo ande piloteando por los cielos de Europa?
Son cualquiera, pero andan de a miles. Y miran, y oyen y leen. Y, sobre todo, repiten. Y ganan.
Hay que darlo vuelta como a una media. ESA es (y no la que hace cierta lectura berreta, propia y ajena) la batalla cultural. De esa pelea se trata. Y justamente por ello es que da tanta, pero tanta risa escuchar a esa gilada hablando de “gobierno hegemónico”.
Fernando Braga Menéndez es un tipo divertido, agudo y con gran olfato. No reniega de su San Isidro y porque lo recorre, lo vive y lo padece es que los radiografía como pocos. Conoce a la tilinguería porque mira a los ojos, habla y se codea con sus representantes. Con esos miembros de zona Norte que tanto, pero tanto, tanto cerebro y perspectiva comparten con los de algunas ciudades autónomas. 
Se le animó a la poesía y ahora a la novela y en algunas de sus páginas desliza punzante esta descripción sagaz:
“Los ciento setenta millones de clase media que suman entre varios países (de América Latina), crean opinión pública a través de un grupo que los representa en la sociedad (periodistas, funcionarios, intelectuales, artistas, opinadores, ejecutivos, conductores de tv, psicólogos, jefes y gerentes, publicitarios, profesionales y comerciante notorios…) no tienen una clara conciencia de cuál es el verdadero papel que cumplen respecto a los de más arriba pero, con convicción y orgullo, custodian al brazo partido los ´valores´ que les han hecho creer que están defendiendo: la dignidad, la decencia, la honestidad, la moral, la gente de bien y la justicia. Parecen muchos porque participan activamente y los medios multiplican su imagen, pero son realmente una minoría. Llegan a sentir respecto a los de arriba y en su imaginación, hasta una complicidad de clase.
Es probable que algunos ni lo imaginen, pero concretamente se ganan el pan y algunas prebendas extras por defender la desigualdad con todo tipo de explicaciones y pretextos”.
Son cualquiera, son individualidades, son despreciables. Y un tal Jauretche los delató:
“Y se envenenan contra el país. De ahí esa expresión ya clásica: "Este país de mierda..." Es una actitud disminuida; están acechando los baches de la calle, el corte de luz o de agua corriente, la falta de horario del transporte, el vidrio o la ventanilla rota, para dar satisfacción a su masoquismo. Hay algunos que llegan a tal extremo que parecen desear que su mujer los engañe para poder decir que los argentinos son cornudos. (…) Si por casualidad hacen un viaje al extranjero, en sus comparaciones del retorno nunca recuerdan aquello en que estamos en ventaja y sí, todo lo que en la comparación no es desfavorable. Y nunca buscan como término un país de nivel aproximado al nuestro. Siempre el modelo es uno de primera línea.
Estaba mal el guarango que utilizaba como medida de cotejo internacional el bife a caballo. Pero entre este y el tilingo, lo positivo para el país era el guarango.
Para esta gente la opinión que importa sobre lo nuestro es la del periódico extranjero. Lo que diga “Financial News”, el “Times” o el “New York Herald” y hasta “Pravda”, sí es desfavorable. Jamás se les ocurrirá pensar que el punto de vista del acreedor es distinto al del deudor, y el del país dominante, al de dominado, y que lo más probable es que lo que esa prensa condena por eso mismo puede ser lo conveniente desde que el interés es opuesto”.
Son cualquiera, son individualidades, son despreciables. Son obvios. Son el medio pelo. Pero generan pregunta. Porque votan… y ganan.

lunes, 1 de julio de 2013

Programa SF 73 - María Laura Garrigós de Rébori - 29 de Junio de 2013


Lastima porque ratifica
Por Mariana Moyano
Editorial SF del 29 de Junio de 2013

Lastima porque ratifica. Confirma. Nos dice que algo es o no. Es de las pocas instancias en las cuales una sociedad morigera sus ánimos salvajes y se “ajusta” a ese derecho vuelto más reglas de juego acordadas que normativas impuestas. Es la palabra performativa. “Absuelto”, “culpable”, “los declaro marido y mujer”. Es el poder de algunos –muy pocos- de hacer con palabras, de instaurar sentido, de legitimar condiciones objetivas. Curas, algún capitán de urgencia en altamar y, por supuesto, jueces.
Esa capacidad otorgada nos indica límites, un “hasta acá llegaron por esta vía” y nos pone a prueba: cómo volver de lo injusto legitimado judicialmente sin violar esas normas que son, nada más y nada menos, que punto de partida.
En algunos otros rincones del planeta pueden presentarse como sorprendidos, mirar desentendidos y hacerse los que no saben de qué se trata esta complejidad no jurídica sino política. Aquí, no.
Por estas tierras hubo –y gracias a su infinita capacidad de resistencia y a una porción fundamental de un pueblo que las abrazó aún hay- mujeres que comprendieron con precisión única de qué iba esto de torcer todo sin, con eso, romper lo poquito valioso que podía tener la aceptación de la legalidad. Las Madres y las Abuelas no supieron qué hacer. Hicieron algo mucho más extraordinario: construyeron, crearon un cómo se hace. Fueron un antes y un después y, por suerte, nos pusieron en un problema, en uno de esos apuros, de esos dilemas, que uno agradece si es más o menos buena gente, porque se trata de esas dificultades cuya superación sólo nos lleva a un sitio mejor.
Ellas treparon y nos subieron a todos a un escalón más arriba, a ese en el cual lo que no se hace, lisa y llanamente, no se hace. Y cuando lo que te enfrenta es legal pero injusto -nos enseñaron- se hace eso que lisa y llanamente sí se hace: política.
Y si miramos desde ahí, entendemos clarito lo que algunitos bien afincados en sus sillones intentan que confundamos.
Solicitar la cadena nacional para contarle a una ciudadanía aún apachuchada detalles de su Tribunal Supremo no fue apretar a la Corte; fue poner en autos a quienes no acceden a ese tipo de información acerca de cómo son esos espacios de ambo y corbata y de trajecito sastre que muchas veces tienen modos más brutales que los que les suelen asignar a los despectivamente llamados “barones del conurbano”.
Abrir la ESMA y pedir perdón en nombre del Estado no fue inaugurar una etapa de revanchismo y venganza contra las Fuerzas Armadas; fue indicar la improcedencia de hacerse el gil ante una muerte que cuando es impune ronda como fantasma y “oprime como pesadilla el cerebro de los vivos”.
Inventar un andamiaje resolutivo para que la soja no se lo quede todo no fue un embate contra el campo; fue convocarnos a sede pública para hacernos cargo de una situación que venía presentada como de unos poquitos pero que cualquier modificación, o el statu quo, daba de lleno en el corazón de los que menos vínculo monetario directo tienen con el yuyo, pero que más lo padecen.
Incluir en legalidades formales a gays, lesbianas, travestis, inmigrantes indocumentados o parejas con necesidades de ayuda para concebir no fue un regalito para minorías ni un tirar sobre las espaldas de un supuesto “todos” superior los inconvenientes de poquitos; fue hacernos comparecer ante esos otros que somos nosotros y que si no miramos de frente nos arrancamos un pedazo de nuestro propio ser.
Meter en el Congreso a fuerza de convicción y de prepotencia de democracia un proyecto para cambiar la estructura de los medios de la Argentina no fue ir contra la libertad de prensa y menos contra la independencia; fue colocarnos en antecedentes de que eso que ocurrió y ocurre con el esqueleto mediático de un país es lo mismo que le sucede al armazón institucional y económico de una patria.
De involucrar, de comprometer, de taladrarte el cerebro, de abrirte los ojos va esta etapa. De hacernos ver que lo de uno es un problema del de al lado y que lo uno ve que pasa, directamente te pasa.
De que nos conmovamos porque ya no nos es natural. De que reaccionemos porque ya pusimos límites. De que rechacemos aunque sea lo dado. De que  nos rebelemos cuando nos dimos cuenta que no hay retorno. Un fallo, un insulto, una declaración, una bala de goma o la tapa de una cloaca periodística.
Lo que no se hace, es sencillito, no se hace. Y lo que sí… pues, política.
Hubo demasiado tiempo de sillón y control remoto; demasiado rato de espectador ante el hacer ajeno como para no darnos finalmente cuenta que ese accionar de otros no era más que la decisión terminante de qué nos iba a pasar a nosotros.
Algunos fánaticos dicen, sin pensar mucho, que antes de la era K no había más que páramo. En las usinas de fabricación de ideología desestabilizadora machacan  con que estos gobiernos van contra todos. En la vereda bien de enfrente de los necios y los golpistas; en ese mismo sitio donde se debate con los ciegos hay una respuesta un tantito más acabada, más compleja, menos facilista y menos superficial y que posee la clave de por qué algunos proyectos, normas, instancias, leyes y debates ya tienen espalda para ser piso y para poder ir por más: la gran ganancia de la década ha sido consolidar en el modo kirchnerista un ADN de saber oír, de olfatear por dónde va la necesidad y de empujarte para ponerte a militarlo. Una especie de mandato político que te compromete y te desafía: “lo querés, conseguilo”.Y que cuando le armaste fuerza y el hilito de interés se propagó como pólvora, ahí nomás te ponen a mano un andamiaje institucional con espalda política para darle el tiro de gracia a lo regresivo y a lo reaccionario.
Y entonces es ahí donde pasa eso que lo que se hace, lisa y llanamente se hace: política.
Y hay obstáculos, zancadillas, zanjas, publicaciones, cautelares y fallos. Pero hay, sobre todo, miradas anonadadas, gestos de incredulidad y esa bronca que más que parálisis provoca ganas de meterse a dar pelea.
Y entonces es ahí donde nos pasa esa certeza de que eso que se hace, lisa y llanamente se hace: política.
Porque cuanto más te dicen que no, más sube desde el pie ese ardor, ese entusiasmo de que el cambio no está tan lejos, de que esto no sólo no terminó, sino que esto… esto recién empieza.