lunes, 12 de agosto de 2013

Programa SF 79 - Tatiana Sfiligoy Ruarte Britos y Catalina De Sanctis. - 10 de Agosto de 2013


El 109
por Mariana Moyano
Editorial SF del 10 de Agosto de 2013

Lo han gestado con el amor de la reparación y ha adquirido el carácter de ritual. Pagano, descontracturado y a veces hasta hereje, pero poderoso como la misa más pontificia. La secuencia es más o menos similar cada vez: llegar; comentar con una sonrisa o con un abrazo o apenas con los ojos la felicidad de la noticia; aceptar y reconocer que uno va por el gesto solidario de acompañar pero más por la necesidad propia de salir de allí con la energía y la ratificación del rumbo correcto que sólo ellas saben contagiar; permitirse la emoción y el llanto en esa ceremonia íntima aunque esté siendo televisada en vivo a cientos de miles; y al salir abrazarse fuerte, bien fuerte, para contagiar y contagiarse de la fraternidad sin venganza y de la memoria sin dobleces.

La escena, para el ojo poco atento y para quienes eligen la cultura de la prisa, también puede parecer una imagen repetida. Y si bien hay algo de reiteración respetuosa en los lugares a ocupar, en quiénes y cómo le ponen espalda al anuncio, la sensibilidad, la sutileza y lo que implica aquello que será dicho revelan que en cada una de estas ceremonias, hay algo que se juega diferente, que las entrañas cruje distinto y que la labor silenciosa de hormiga detrás del descubrimiento merece la misma admiración de la primera vez.

En primer plano las canas, el pasito lento, esas lágrimas tan únicas como son las que combinan dolor y emoción y esa bronca convertida en futuro. Un par de funcionarios que aceptan y acentúan su obligatorio segundo lugar. Amigos, familiares, militantes y los pañuelitos blancos siempre colocados sobre las cabezas con la misma delicadeza con la que, seguro, arroparon cuando eran pequeñitos a esos hijos que extrañan. Y los nietos: esos hombrones y mujerazas que cargan con la ausencia pero que miran más de frente que muchos a quienes les sobra, utilizan la cámara que les hace primeros planos para intentar atravesar toda la maquinaria mediática y que al menos una de sus palabras, de sus convocatorias, les llegue a ese y esa que comparte edad, generación, padecimiento y robo pero que no lo sabe... O que no lo quiere saber.

Ellos lo animan, le hablan, lo eligen como interlocutor. Y ahí, en un rinconcito, apretujada en ese piso en el cual se amontonan fotógrafos indiferentes y otros que eligen ser más personas que reporteros, y que se dan permiso para llorar a moco tendido, una escucha cómo van tomando el micrófono los más cancheros, los más locuaces, los más adiestrados y él. Uno de esos que necesitó décadas para dejar de odiar y el mismo tiempo para dejar de ser utilizado por la máquina de contarnos la historia falsa.

Toma la palabra y lo miro con detenimiento. No lo había notado. "¿Es uno de los Miara?", me interrogo un poco azorada. "Miara" había dicho. Cuánta contaminación. Si es, es un Reggiardo Tolosa, otro con ese doble apellido que los nietos han elegido -como ya dije una vez- no por alcurnia, sino como el nombre con el que le darán guerra a la impunidad.

Y si, es. Y no sólo que es, sino que dice exactamente eso que alguien debe decirle al que acaba de cruzar al mundo de la verdad y por quien todos estamos ahí y a todos  esos jóvenes ya maduros a los que uno les sigue diciendo chicos y que aunque estén con vida, todavía siguen siendo desaparecidos. "Nadie como nosotros sabe lo que se vive durante ese proceso en que uno se enfrenta con esa verdad, por eso el mejor lugar para que estés es este. Acá, con nosotros", lo invita.

Y cuando ellos y ellas hablan así, nosotros, todos, les ganamos a los más malos de todos los malos. Porque como dijo Estela en ese mediodía de anuncio y calorcito: "ellos querían romper los lazos, las familias, pero cuando cada domingo hay un asado o en la mesa esperan los tallarines alrededor de la cual seres que se quieren se reunirán, nos damos cuenta que perdieron, que triunfamos nosotros".

Y los aplausos estallan, como aceptación y aprobación de lo dicho, pero también para encontrar cómo contener el grito que atraviesa la garganta.

Se habla de historias individuales, de costumbres mínimas, de datos chiquitos, de pequeños gestos. Pero es que eso, precisamente, lo que habían arrancado. Se dice rápido y al pasar: Terrorismo de Estado. Y uno piensa en las mega planes de exterminio y de muerte general que implicaron esos años. Pero el sufrimiento, el padecimiento personal es el de esas diminutas cotidianeidades que de un sablazo habían sido quitadas de cuajo.

Y en esa humanidad, en ese mundo de simplezas, de fotos borroneadas guardadas como documento, en esos escarpines atesorados, en ese dato suelto que se vuelve nodal es que el terror adquiere la dimensión que tuvo y deja en evidencia cuán involucrado está uno en lo que le pasó al otro.

En lo que le pasó a

Anatole Boris y Victoria Eva Julien Grisonas
A Tatiana Mabel Ruarte Britos y Laura Malena Jotar Britos, las dos Sfiligoy
A Juan Pablo Moyano
A Tamara Ana María Arze
A Martín Baamonde
A Humberto Ernesto Colautti Fransicetti y Elena Noemí Ferri Fransicetti
A Sebastián Rosenfeld Marcuzzo
A Eduardo Garbarin
A Ana Laura Hisi.
A Astrid Patiño Carabelli
A Federico Luis Spoturno
A Andrés La Blunda Fontana
A Amaral García Hernández
A Diego Mendizabal Zermoglio
A Paula Eva Logares
A Sebastián Ariel Juárez
A Felipe Martín y a María Eugenia Gatica Caracoche
A Carla Graciela López Rutila Artes
A Jorgelina Paula Molina Planas
A María Fernanda Álvarez.
A Marina Leonor y a Liliana Bau Delgado
A Paula Eliana y a Esteban Javier Badell Acosta
A Ramón Ángel Pintos
A Laura Ernestina Scaccheri
A Marcos Lino Moscazo
A Paula Orlando Cancela
A Elena Gallinari Abinet
A Gabriela Alejandra Gallardo
A María José Lavalle Lemos
A Hugo Ducca
A María Victoria Moyano Artigas
A Ximena Vicario
A Gonzalo Javier y a Matías Ángel Reggiardo Tolosa
A Marcelo Mariano Ruiz Dameri
A Emiliano Carlos Castro Tortrino
A Mariana Zaffaroni Islas
A José Sabino Abdala Falabella
A María Alejandra; Stella Maris y Raúl Roberto Fuente Alcocer
A Carlos D`Elia Casco
A Laura Fernanda Acosta
A Manuel Goncalves Granada.
A Javier Gonzalo Penino Viñas
A Paula Cortassa
A Andrea Viviana Hernández Hobbas
A Carmen Gallo Sanz
A María de las Victorias Ruiz Dameri
A Claudia Victoria Poblete Hlaczik (LACSIK p pronunciar)
A Hilda Victoria Montenegro
A María Macarena Gelman García
A Guillermo Rodolfo F. Perez Roisinblit;
A Martín Castro Rocchi
A Gabriel Matías Cevasco
A Simón Antonio Gatti Méndez
A María Eugenia Sampallo Barragán
A Susana Coloma Larrubia
A Horacio Pietragalla Corti
A Gustavo Godoy Ferreira
A Juan Cabandié Alfonsín
A Victoria Donda Pérez
A Pedro Luis Nadal García
A Leonardo Fossati Ortega
A Sebastián José Casado Tasca
A (Natalia) Suárez Nelson
A Alejandro Pedro Sandoval Fontana
A Marcos Suárez Vedota
A (Pablo Hernán) Casariego Tato
A Celina Rebeca Manrique Terrera
A Belén Altamiranda Taranto
A (Evelin) Bauer Pegoraro
A Laura (Carla) Ruis Dameri
A (Milagros) Castelli Trotta
A Jorge Guillermo Goya Martínez Aranda
A (Alejandra) Cugura Casado
A Laura Catalina De Sanctis Ovando
Federido Cagnola Pereyra y Sabrina Valenzuela Negro
A (Bárbara) García Recchia
A (Martín) Amarilla Molfino
A Matías Nicolás Espinosa Valenzuela
A Francisco Madariaga Quintela
Al hijo de María Graciela Tauro y Jorge Daniel Rochistein.
A María Pía, hija de Cecilia Beatriz Barral y Ricardo Horacio Klotzman
Al hijo de Liliana Ross que tenía apenas 5 meses y murió cuando su mamá fue asesinada.
A Laura Reinhold Siver
A Pablo Gaona Miranda
Al bebé de Mirta Noelia Cautoné que no tampoco llegó a nacer.
A la hija de María de las Mercedes Moreno y Carlos Héctor Oviedo
Y, ahora lo sabemos, a Pablo Germán Athanasiu Laschan

Les pasó a los 109. Pero nos ocurrió a todos. En siete años. Y ya con tres décadas de democracia a cuestas para aprender y reparar.

Y estos 30 años no transcurrieron en vano, demostremos que los hemos caminado para saber que si todo se hunde, yo entraré en el fango; para entender que si la mayoría no se salva, me llevan a mí también; para sentir que si un bebé fue arrancado, ninguna familia está a salvo.

Para captar que si un edificio se desploma, entre los escombros quedamos todos.
Para intuir que si el más poderoso de todos se las agarra con una voz del micrófono es porque quiere callar a las mayorías.

Son los 109 que nos permiten ser todos.
Y si son más de 100 y si son 30 años es para que haya uno más. Porque como ella, la representante, pero como voz de esas grandes sabias: “Cuando uno dice 109 es que hemos le hemos ganado a esos siempre de pie y amenazadores NO”.

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