martes, 3 de septiembre de 2013

programa SF 82 - Madres de Plaza de Mayo - 31 de Agosto de 2013


Estamos todas locas.
por Mariana Moyano

Editorial SF del 31 de agosto de 2013.

Él suele fruncir mucho, muchísimo, el ceño para decirlo. Hace un gesto con la boca que le tensa aún más los músculos del rostro y le agudiza el rictus. Está enojado. Queda claro sin que lo diga. Es buen actor. Cuando (hace como que) le habla en un vocativo televisado bastante berreta mira fijo a la cámara. Debe suponer –de lo contrario se daría cuenta del supremo papelón que está cometiendo- que ella no sólo lo está mirando, sino que está tomando nota del reto. Cuando (hace como que) la diagnostica, directamente se hunde.
Las arenas movedizas del último ridículo fue eso del síndrome de Hubris y no termino de entender bien por qué, en esta oportunidad, sí salieron en masa a responderle. Diego Peretti, el actor de la –y no por casualidad- brillante En Terapia que se transmite en la –y no por casualidad- TV Pública lo dejó en off side con mucha clase en la mesa de la suprema representante del mundo de las apariencias.
Especialistas en salud mental y bioética se tomaron apenas segundos para destrozarle primero el (entre miles de millones de comillas) “diágnóstico” y luego destruirlo a él, por irresponsable.
El director de Bioética del Hospital de Clínicas, Juan Carlos Tealdi, fue terminante: “Este hombre ha saltado unas cuantas barreras y como médico pretende ponerse en el rol de psiquiatra. Le hace mal a la medicina y a la imagen médica su falta de ética”.
Mario José Molina, presidente de la Federación de Psicólogos de la Argentina y de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires también fue firme: expresó su “más enérgico repudio” por “estigmatizar y rotular”. El ex diputado Leonardo Gorbacz, quien además de psicólogo es autor de la Ley de Salud Mental, dijo claramente: “No se hace un diagnóstico por observación televisiva y el que hizo Castro está construido sobre la base de prejuicios. Y, además, ese síndrome no existe en los manuales que se aplican en el país”.
La psicóloga y psicoanalista Beatriz Janin le estampó: “Se etiqueta a alguien para descalificar todo lo que esa persona hace”.
Pero no fueron sólo hombres y mujeres del campo de la salud los que dieron un cross en la mandíbula al fabulador con título de médico. La politóloga Micaela Libson se preguntó por qué el que hacía el análisis no era, por ejemplo, Ernesto Tenembaum y se respondió: “seguramente porque nadie sabe que él es psicólogo?”. “Es decir –aportó- no se acude a Castro por su ´saber´ como médico, sino porque la audiencia lo reconoce como”.
María Esperanza Casullo, otra politóloga, sumó la necesaria –y a esta altura, urgente- mirada de género a la cuestión: “En los Estados Unidos, por ejemplo, se habló mucho de la bipolaridad de Hillary Clinton. Nadie jamás menciona que Bush era un alcohólico recuperado”, indicó.
Horacio González le dedicó unos cuantos refinados pero categóricos párrafos a la barbaridad. “La manera en que el doctor Castro se dirige a la Presidenta es una pieza mayor de la hipocresía, que también es una leve patología. (…) Metáforas habituales, como enfermedad, tan bien tratadas en su relación con el poder por Susan Sontag, son arruinadas por un pensamiento más bien elemental, apenas recubierto por la palabra doctor. (…) Ahora ha refinado el diagnóstico, haciéndolo aún más literario (pero) sin salir de la curandería”, le lanzó el Director de la Biblioteca Nacional.
Para el diario Perfil, las palabras del gran Horacio, que nunca traspasaron la barrera de la falta de respeto, fueron interpretadas bajo el título de “González cruzó a Castro por el síndrome (sin comillas, obvio) de CFK”. Pero ni siquiera esta manipulación pudo evitar la vergüenza, porque el mismísimo defensor de los lectores del diario de Fontevecchia tuvo que salir a atajar penales.
Dijo Julio Petrarca sobre el texto en cuestión: “La nota titulada Alerta médica por la salud de la Presidenta me dejó el amargo gusto de los malos tragos.(…) ¿Cuáles son las fuentes que fundamentaron los asertos del periodista? No hay ninguna reconocible, no hay un origen cierto y probado de la información, y esto hace menos creíble la versión. Se dice que los médicos afectados a la atención de la señora Kirchner ´estuvieron en alerta todos estos días´, como si fuese una excepción. Los médicos presidenciales están en alerta todo el tiempo, porque para eso cumplen esas funciones. Esta obviedad es seguida por una afirmación que campearía en el resto del artículo: la labilidad emocional de la Presidenta. No voy a poner en duda los conocimientos médicos de Castro, pero sin fuentes que lo hayan confirmado (y no se menciona ninguna -ninguna- en todo el texto) sólo queda material especulativo. (…) Será muy positivo que PERFIL no vuelva a confundir una nota informativa con una columna de opinión, porque el lector merece que una y otra estén perfectamente identificadas, y que sus contenidos respondan a las reglas del buen ejercicio periodístico”.
Touché. Tajante, rotundo, concluyente.
Pero –como decía- me sorprendió la reacción. No por justa, que obviamente lo es. Sino por tardía en la cantidad y en la meridiana claridad de la respuesta general. A ella, hace rato que le tiran con la medicina y la locura.
Le habían dicho (Castro, varias veces) bipolar, megalómana y esquizofrénica. De una de sus lipotimias, el doctorcito, ya se había atrevido en 2009 con un “una versión oficial poco creíble” y fundaba su aseveración en que no era posible que la Presidenta hubiese sufrido deshidratación en dos datos tan firmes como un helado de crema en medio del Sahara: que ella siempre se encuentra en lugares con aire acondicionado y que en la TV se la ve permanentemente con un vaso de agua.
La agencia EFE se había hecho eco de las “verdades” científicas y le había agregado que, en realidad, todo era consecuencia de un juego de escondidas que la Jefa del Estado estaba protagonizando porque se había sometido a una cirugía estética.
En el verano de 2012 luego de la intervención quirúrgica de la Presidenta, el valiente Nelson también había sido palmario: “Nunca hubo biopsia por congelación. Que no fuera cáncer fue un papelón para la medicina argentina”. Una afirmación a la cual no puedo –confieso- aún hoy quitarle la pátina de enojo; como un “qué lástima que no fue”, “qué pena” que les impidieron volver a salir a pintar que Viva, que Viva eso que ya celebraron hace sesenta y pico de años.
Noticias ha hecho tapas que serán estudiadas en el futuro como el ejemplo más notable de cuánto puede acercarse el periodismo a la cloaca. A La Nación le gusta armar cronologías con el temita, que van desde notas sobre “cuadros de disfonía” a “suspende viaje a Vietnam por motivos de salud” y “Binner que le recomienda que se tome unos días en El Calafate y se quede tranquila”. Otro, que como es médico anestesista, se manda rapidito a diagnosticar a personas que sólo ve por televisión.
Pero siempre hay más. Siempre hay alguien que puede ir un poquito más lejos. “A raíz de la medicación para la bipolaridad está sufriendo una caída del cabello que le pone aún más depresiva”. Siempre está el SEPRIN, ese servicio de vulgaridades que llaman noticias, justamente, de los servicios.
Porque lo que quieren, en realidad, es decir en voz alta lo que susurran en esa intimidad llena de odio que visitan y en la que se enlodan. Quieren pintarlo, empapelarlo, gritarlo y escribirlo de una buena vez: Ellos quieren decir con todas las letras que Cristina Fernández de Kirchner está loca. Que está completamente trastornada. Que vive fuera de sí.
Pero no pueden. Y no por delicadeza, ética, elegancia o alguna de esas características de las que –ya lo han demostrado- carecen. No pueden porque ella no se los permite. ¿Porque se los prohíbe? No. Porque agarra el micrófono, la tarima y -guste o no el estilo- asombra. Da cátedra. Muestra y demuestra acá, en Gregorio de Laferrere o cuando preside el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que su cerebro está siempre varios escalones por encima de la media. Y no lo soportan.
Y las mujeres lo sabemos bien: cuando no pueden con nosotras, nos tiran con la locura. Ha sido así, de Casandra para acá.
Y las mujeres lo sabemos desde hace rato. Porque sólo la locura que no especula y asume riesgo se le anima con una ley a esos tan poderosos que se abatatan cuando uno les descubre que defienden sólo dinero. Porque sólo la locura nacida de la convicción hace que una mujer de apenas 36 años, una abogada sanjuanina, ante millones de ojos, se cargue la República al hombro y la defienda con contundencia y solidez frente a esos siete que pensaban que las audiencias iban a ser sólo una fantochada. Porque sólo la locura que surge de la razón hace que no cedamos en los principios aunque vengan degollando.
Porque sólo la locura de la sabiduría nos permite cabalmente entender que ellos no saben lo que hacen cuando eso hacen. Y aunque suene bíblico, no estoy pidiendo que se los perdone. Es más, ni disculpas queremos. Queremos ratificación. Porque en la enorme e infinita capacidad de las mejores mujeres de esta Patria está la facultad de resignificar ese “loca” que nos tiran cuando se les acaban los argumentos.
Los dictadores no tienen idea de que entre todo lo bárbaro, lo oscuro, lo innombrable, lo indefinible, lo terrorífico que llevaron adelante hubo un favor que sí nos hicieron. Cuando a ellas les dijeron las “locas de la Plaza” dieron en la tecla.
En primer lugar porque era cierto: solamente locas pueden enfrentar a la peor pesadilla que vivió nuestro país, encarnada en ese terrorismo de Estado, munidas sólo de ideas, de coraje y de trapitos blancos. Y, en segundo término, porque esa certeza de que estaban locas, locas de dolor, de desesperación y de desamparo les permitió no sólo resistir, sino hacer de la ofensa un boomerang; del hacerse cargo, un espejo y del asumirse, el arma más poderosa. Esa que trasciende, que no muere, que crece y que suma. Porque es inmaterial y está inoculada con amor y dignidad, con pelea y alegría, con política y con sueños.
“Hay una descalificación basada en el género –dicen los que de esto algo saben-. Es lo más machista que hay. Asociar a la mujer que rompe privilegios y normas preestablecidas con un desequilibrio mental es machismo de vieja raigambre. Lo hicieron con las Madres para descalificarlas ”.
Pues tomemos, retomemos, todas juntas, agarremos ese mote que nos lanzan. Estamos todas, todas, muy, pero muy locas.
Después de todo, el feminismo es esa loca, loquísima, idea de que las mujeres somos personas.

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