martes, 22 de julio de 2014

Programa SF 117 - Agustin Rossi - 19 de Julio de 2014


Detrás. 
por Mariana Moyano
Editorial SF del 19 de julio de 2014

“Detrás de todo hombre hay una gran mujer” es una frase ya instalada como dato fáctico indiscutible que viene váyase a saber desde cuán lejos y que –supuestamente- otorga a las mujeres un rol fundamental en el acceso de los hombres a la posibilidad de destacarse. No me gusta la expresión. Ni a mí ni a ninguna lectura de género. Porque al mismo tiempo que –en teoría- nos otorga a nosotras un lugar más expectante que la opacidad, no nos saca del “atrás”, ni nos coloca en primer plano: apenas si podemos ser imprescindibles para que los “ellos” brillen. Algo relacionado con el “al lado”, con la paridad, con el “juntos” sería lindo de ir pensando para que una nueva expresión le dé batalla a esta anterior.
Sin embargo, en la locución a la que me refiero hay un rastro interesante. Claro, siempre y cuando uno se detenga con bisturí y lupa sobre la oración y, en especial, y con curiosidad sobre una de las palabras que la conforman: el “detrás”. Lo inválido, arcaico y envejecido del razonamiento pasa a un sitio secundario si uno a este término o a cualquier dato, afirmación o acontecimiento le pregunta ¿qué hay detrás?
Ahí sí, lo que en una primera vista no laboriosa quedaba en la zona oscura comienza a adquirir luz; el foco de la mirada y el pensamiento crítico echan claridad sobre lo que siempre es puesto en las sombras por el pensamiento dominante.
¿Qué hay detrás? Interróguenlo. Cuestionen lo primero que se les venga a la cabeza. Vamos, háganlo. ¿Lo ven? ¿Logran divisar cómo lo que un segundo antes estaba ocultado y oscurecido gracias al sentido común imperante pasa a un sitio de protagonismo? Lo advierten, ¿verdad?
Pues lo que creo es que ya desde hace un tiempo estamos atravesando una época de invitaciones a mirar eso que está, precisamente, detrás. Pero estas últimas semanas fueron particularmente ricas en este aspecto. En decenas de ejemplos, de hechos, de acciones de la política y de la cultura Si observábamos el “detrás de” llegábamos al núcleo duro de varias columnas vertebrales de nuestro modo de ser como Nación.
A primera vista, celebrar lo hecho por el Seleccionado argentino de fútbol habilitaba a esa canosa y excesivamente enojada pensadora a invalidar el festejo por manchas de chauvinismo que pudo haber visto en él; facultaba a un periodista doblemente desmentido por el Vaticano a indicar en su cuenta de Twitter que “los K quieren usar a la Selección”; daba la razón a editorialistas cuando hablaban del fútbol como “narcótico” o permitía a un supuesto especialista en televisión (y que por estos tiempos la pifió fiero colocándose en el pretencioso sitial de aquellos a quienes nada de lo humano le es ajeno y) hacer una afirmación que da cuenta de su profundo desconocimiento, tanto del contexto en el cual vive como del funcionamiento de los medios de comunicación que dice estudiar. Por eso, por torpeza y cerrazón es que hace apenas unos días escribió sobre el “derroche” de “millones en la compra exclusiva para Canal 7 de los derechos de emisión del ecuménico torneo por la TV abierta”. Porque, según él “los políticos sobrevaloran el estado anestesiante y de euforia en el que se deja embargar buena parte de la población y suponen que son beneficiados con la transferencia automática de ese estado emocional para tapar todos sus desaguisados”. Él hace un cálculo matemático que –debemos avisarle antes de que vuelva a equivocarse feo- a la política no se le aplica jamás.
Pero un par de días después, la realidad le dio flor de sopapo. Y con tanta ceguera, causada por la furia que le impide quitarse la venda de los ojos, llegó tarde a los propios acontecimientos que lo rodeaban. Y que eso le pase a un medio… Uf, vaya problemón.
Así que hizo borrón y cuenta nueva y puso en letra de molde todo lo contrario a lo que él mismo había afirmado apenas horas antes. “La algarabía popular en las calles de todo el país por lo logrado hasta aquí por el seleccionado nacional de fútbol es de todos los argentinos, sin distinción de banderías. La política debería poder sacar provechosas conclusiones de este laboratorio social que se levanta ante sus ojos. (…) Con un valioso plus: esta vez no hay un triunfalismo irracional; estamos más fuertes y maduros. Y eso, paradójicamente, nos predispone mejor para intentar ganar”.

Todas esas palabras pudieron ser dichas, escritas y transmitidas,y estas volteretas en el aire pudieron tener lugar por dos razones: en primer lugar, porque los que instalan la palabra no quieren ni ver, ni oír y en segundo término, porque ellos jamás se preguntan con honestidad intelectual por el “detrás”. De haberlo hecho, nunca hubiesen podido adjudicarle una utilización del fútbol y de la Copa del Mundo al gobierno de Cristina Kirchner que se rozara siquiera con la que sí hizo el gobierno alemán nazi con los juegos olímpicos o la de la dictadura argentina con el Mundial de 1978. No hubieran tenido cara para echar al aire afirmaciones tan cuadradas, necias e irreflexivas y otorgarle un interés mezquino y utilitario del triunfo en el fútbol a la conducción de un proyecto político que tomó como propias las banderas de gays, de lesbianas y de trans; las de matrimonios que esperaban ser familias con los métodos de fertilización a los que no podían acceder sólo si el Estado no ponía la espalda; las de organismos de Derechos Humanos que antes poder celebrar la llegada de los genocidas a los Tribunales pudieron encontrar oídos para voltear las leyes de impunidad; las de minúsculos grupitos militantes de la comunicación para poner patas para arriba la lógica dominante del esquema de medios.
Una muestra, un ejemplo, una persona. Un diputado, en este caso. No lo era en agosto de 2003 cuando el Congreso Nacional aprobó la ley 25 779 de declaración de insanablemente nulas las leyes de obediencia debida y de punto final. Pero sí cuando se discutió que Luis Patti se quedara o no con su banca.

“La teoría de los dos demonios fue la construcción de una historia oficial que nosotros no compartimos. A esta altura de la cuestión, queda en claro que hubo un plan que incluía muertos, desaparecidos, torturas, violaciones, robos, venta de lo que robaban y todo lo más cruel y sangriento que uno se podría imaginar”, indicó.

Otra vez, pero en 2010, cuando ya además de diputado era el titular de su bloque finalizó su discurso luego del debate sobre la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo así: “Algún día, finalmente, se habrá de saber la verdad tan celosamente guardada: la homosexualidad no es nada. Cuando saquemos del medio todos los incendios y todas las torturas y todas las mentiras y todo el odio y toda la ignorancia y todo el prejuicio, descubriremos que no hay nada”. Y siguió citando un texto de Osvaldo Bazán, en el cual el periodista contó que soñaba con un diálogo, el que el entonces diputado eligió para cerrar su intervención: ´Viejos, quería decirles que estoy de novio. -¡Qué alegría, nene! ¿Con un chico o con una chica?´”. Rabioso fue el aplauso desde las galerías, una algarabía que impidió oírlo decir que “Con muchísima alegría adelanto mi voto afirmativo y el de muchos compañeros de mi bloque”.

Otro día, también memorable, de 2009, cuando se le ponía cascabel al gato de la telaraña audiovisual terminó su alocución con una cita de Scalabrini Ortiz: “Todo lo que no se legisla explícita y taxativamente a favor del más débil queda implícitamente legislado a favor del más fuerte. No es el poderoso el que necesita el amparo legal. El poderoso tiene su propia ley, que es su propia fuerza”.
Una muestra, un ejemplo, una persona. Un diputado, en este caso. Contra la impunidad uniformada y la civil; hombro con hombro junto a homosexuales que pedían que por el mismo amor hubiese los mismos derechos y sin temor a que los medios de comunicación más poderosos enterraran bajo toneladas de tinta y de tapes la posibilidad de un futuro político.

Ese gobierno, al que le adjudican, primero un uso, y luego uno lineal, burdo, descarado, cuadrado y autoritario del éxito en el deporte; el que sería nacionalista en el sentido más antiguamente castrense, chauvinista y patriotero con sesgos inevitables de racismo y xenofobia ubica a ese caso, a ese ejemplo, a esa persona, a ese diputado como –nada más y nada menos- que Ministro de Defensa, uno que decide que dos de sus primeras medidas estarán destinadas a honrar la igualdad de género y la memoria de los asesinados echando luz sobre documentos que muestran precisamente qué hubo detrás de la desaparición.

¿Llegará el día, o aunque más no sea el minuto, en el cual esos que escriben hoy con anteojeras y desde el preconcepto, puedan quitárselas y atender qué hay detrás de las acciones y de los acontecimientos? ¿Será esa una pelea que podremos un día ganar?

Esta semana que pasó, mi querido amigo Martín Rodríguez hizo una de sus habitualmente geniales columnas en Radio Nacional. Decía él de modo provocador, como le gusta, que el kirchnerismo mató al rock protestón. En el sentido de que ya no es el rock el que “cuenta” a la juventud porque hoy ella se cuenta a sí misma. Con la política.
Se lo robo. Le tomo el razonamiento y digo que con este Mundial que nos sirve de excusa para pensar conceptos de Patria, sucedió algo muy similar. Hemos observado con claridad que ya no es la Selección de fútbol la que nos cuenta la Patria, porque ella se cuenta a sí misma en otro partido. En el del día a día de la política en acción y en primer plano, con un Estado que se pone los problemas al hombro; que va y los enfrenta. Y que si le da el cuero, los soluciona.

Hoy, el “detrás” se ve. Queda a la intemperie. Porque -y no me canso de decirlo- lo que tiene de más atractivo el kirchnerismo es que ha sido el movimiento político que se animó a correr los telones, los velos, y nos hizo entrar a bambalinas, ver los modos de producción, conocer las caras de quienes mueven los hilos y hasta tocar esos piolines.

Así, la Nación no es un montón de banderitas agitándose con comportamiento de escenografía, ni es el himno solemne, ni las canciones patrias en altisonante agudo, ni el uniforme, el delantal o la camiseta con limpieza de publicidad. La Patria es lo que hay detrás de lo que se decide. Puede que sea el otro. Pero creo que básicamente es uno mismo, no en estado de individuo, sino de sujeto que se hace cargo porque se interrogó sobre lo que hay detrás y eligió ponerse a andar.