domingo, 31 de agosto de 2014

Programa SF 123 - Maria Rachid y Marcela Romero - 30 de Agosto de 2014


Respuestas 
Por Mariana Moyano
Editorial SF del 30 deAgosto de 2014

Si hubiese abierto la boca un par de semanas después, las razones habría que haberlas buscado bajo tierra: en un sótano que no fue bóveda sino bodega, pese a las acusaciones, la treintena de denuncias vueltas primera plana y las afirmaciones ridículas de que de a paladas el empresario metía guita en aquel supuesto cubículo. Pero no, los motivos no pueden ser hallados allí. El juez Casanello y el fiscal Marijuán -los dos- archivaron esa parte de la causa por absurda. Así que las motivaciones están en otra parte.
El periodista/mascarón de proa de la operación político-mediática sin parangón en la historia contemporánea de la Argentina eligió, esta vez, apuntar y disparar al centro de lo más íntimo, privado y querido de una persona: sus hijos. Mezcló todo. Metió cada uno de los ingredientes que pudieran lastimar en una coctelera y le dio a Flor de la V –quien no nos importa por famosa, sino por símbolo- en el sitio donde sabía  la iba a lastimar.
Me animo a aventurar que la causa no fue otra que su ya irracional anti kirchnerismo, su furia contra todo lo que el oficialismo haya, siquiera, tenido cerca; su odio hacia cualquier esbozo de medida ya no K, sino que apenas haya generado la más mínima simpatía en el gobierno.
Dije que me animo a aventurar porque no puedo asegurarlo ciento por ciento sin caer en el uso ilegal de la psiquiatría política, si acaso esa disciplina existiera. Pero si me apuran, si me ponen contra la pared, lo firmo.
Por eso, creo que el error más inmenso que se podría cometer frente a esta situación es responderle desde un kirchnerismo rabioso y hacer una regla de tres que simplifique el dolor causado, las aberraciones manifestadas y la ignorancia hecha pública que provocaron la inoculación de semejante veneno por parte del conductor.
Podemos indignarnos, putearlo, dejarlo ahí, apagar la luz, cerrar la puerta, trabarla y tirar la llave. O podemos recoger el guante embarrado por el aún más enlodado showman, alejarnos de lo facilito y pensar. Meter la cabeza en lo más profundo e intentar comprender qué hay, no allí delante, a la vista de todos, sino detrás de semejante puesta en funcionamiento del odio.
Hay un periodista con quien compartimos poco, excepto eso de que nombre y apellido llevan una mima inicial. Algo que algunos creen nombre artístico más que esmerada decisión de padres en el registro civil. Se llama Bruno Bimbi y hace un tiempo tuvo conmigo un gesto de complicidad muy amable. Primero porque me pareció simpático, y segundo, porque provenía de quien –otra vez, desde cierto gesto fundamentalista- podríamos ubicar entre las huestes de eso que con muchísima cerrazón llamamos enemigo sin diferenciar sujeto de modo de producción.
Se comunicó conmigo vía Twitter porque no nos conocíamos. No teníamos -no tenemos- otro contacto personal. El mensaje decía algo así: “Esto va a cambiar dentro de unas semana, pero por unos días les va a servir”. Y me envió un recorte de un diario brasileño -donde es corresponsal- en el cual donde se indicaba que el salario mínimo de aquel país estaba en 678 no importa qué. Fue un lindo guiño. Sobre todo porque Bruno es periodista de una cadena de noticias a la que no le hace ninguna gracia ni que haya “otro día de maravillosas notis”, ni que los números de la vida coincidan con los de ese programa de TV que tanto detestan.
No nos hemos vuelto a cruzar. Hasta estos días, en que sus palabras me calaron hondo. Llegaron a mi corazón y al de varios y varias que tienen un costado sensible, amable, de buena gente.
Él no es kirchnerista, si es lo que a algunos, acaso, les importa destacar. Pero aquí y ahora no es lo que me importa. Es una buena persona –me parece- y esta vez la línea divisoria la trazo más por ahí. Por eso él encontró una palabra para definir lo dicho por el conductor desencajado: lo nombró “crueldad”. “La crueldad de Lanata” se tituló el primer texto que escribió como respuesta y decía más o menos esto:

“—¡Mujercita! ¡Mujercita! ¡Vos no sos un hombre!—le gritaban a Daniela cuando todavía no tenía ni edad para entender por qué.
“Su padre la molía a palos para que “se haga hombre”, porque estaba claro que no lo era, ni para su padre, ni para nadie. Ser hombre era, en aquellos tiempos, un deber, una obligación y, al mismo tiempo, una falta, una imposibilidad. “Yo nací con un pene y el resto de la sociedad a mi alrededor me aplastaba para que cumpliera ese papel de hombre: bruto, viril, macho. Nunca sentí afecto o amor de mis padres o de cualquier otra persona de mi familia”, escribe Daniela Andrade, reconocida activista trans brasileña, en su perfil de Facebook, donde cuenta sus historias que espera un día reunir en un libro.
“Desde chica, Daniela se encerraba en el baño para usar el maquillaje de su madre y los aros de su tía, y escondía los genitales para verse en el espejo como una nena. “No hubo un momento de mi vida en el que yo me haya visto como hombre. Al contrario, (…) tenía ganas de vomitar cuando me colocaban en el grupo de los chicos (…) (…) Mi padre una vez me golpeó tanto que mi madre —la misma que decía que yo no podía haber salido de su panza (…) — intervino diciéndole que parara, porque iban a tener que llevarme al hospital y ahí las cosas se iban a poner feas. Los dolores físicos eran menores que los psicológicos, pero dolían de muerte (…)”.
“Pero no se hizo hombre, nunca llegó a serlo.. (…) Le llevó un tiempo entenderse conceptualmente como “ella”, como transexual, ponerle nombre a lo que la hacía diferente. Sus compañeros de la escuela la malrataban y sólo tuvo, a lo largo de once años, dos amigos: un chico y una chica negra, también maltratados por los demás por su color de piel. (…) Trató de matarse más de una vez.
“Le costó entender qué era. En un primer momento, de tanto que le decían que era un maricón, empezó a pensar que entonces debía ser eso. Tuvo amigos gays y por primera vez se sintió parte de un grupo donde no era maltratada. Pero no, no era eso. Los gays eran varones a los que les gustaban los varones (…). Hasta que un día, finalmente, descubrió la palabra que la explicaba. Y desde entonces, cuando finalmente se afirmó como mujer trans y comenzó a colocarse en este mundo con su identidad de género femenina, sí, mujercita, como todos le decían desde chica (..) Y empezó a luchar por modificar su cuerpo y sus documentos, los demás cambiaron de opinión.
“—¡Vos no sos una mujer! ¡Nunca vas a ser una mujer! —le dicen ahora.
La gente es cruel.
“Esa es la primera palabra que me viene a la mente cuando trato de escribir sobre las barbaridades que Jorge Lanata dijo sobre Florencia de la V. Antes que cualquier otra cosa, innecesariamente cruel, no sólo con Florencia, sino con miles como ella, que ya recibieron a lo largo de su vida demasiados insultos, falta de respeto, tratamiento inhumano, chistes estúpidos y ofensas basadas en el sentido común más mediocre de “machos alfa” brutos e ignorantes, que se creen que son unos vivos bárbaros por burlarse de ellas.
“Las frases hechas de Lanata sobre lo que significa ser hombre o ser mujer, sobre sexo y género, sobre maternidad y paternidad, o sobre “cortarse el pito”, son tan básicas que no merecen más respuesta que una invitación a visitar una biblioteca pública. Vamos, Jorge, sos más inteligente que eso. ¿Fundaste dos diarios que fueron lo más progresista y avanzado en diversidad sexual y derechos humanos y ahora vomitás prejuicios dignos de una placa roja de Crónica TV, una columna de Rolando Hanglin o una declaración de Hugo Curto? Podría dedicar el resto de esta columna a hablar de teoría de género y completar con algunas citas de Judith Butler —o recomendarte, para empezar desde el principio, que leas Sobre la verdad y la mentira en el sentido extramoral, de Nietzsche—, pero no hace falta. No hace falta leer a Butler ni a Nietzsche para no ser cruel. Y ese es el problema, la crueldad.
“Cuando trabajaba en Crítica, diario que vos dirigías, Jorge, escribí varias historias de gente como Daniela, o como Florencia. Ese diario al que tuve el orgullo de pertenecer y en el que tanto aprendí militó por las leyes de matrimonio igualitario e identidad de género, que no llegó a ver aprobadas. (…) Parecíamos lejos de ese país que ahora somos, con mucho orgullo, pero lo defendíamos como proyecto de futuro en nuestras páginas.(…).
“Pasó un tiempo, Jorge,  y por fin el Estado argentino se acordó. (…) La Presidenta entregó los primeros DNI a varias y varios (…) y pidió perdón en nombre del Estado por tantos años de olvido y de maltrato. Somos un país mejor gracias a eso, te guste o no el gobierno que lo hizo posible.
Es una pena que vos, (…), en vez de festejarlo, digas estupideces y ofendas a miles de seres humanos (…) para hacerte el canchero. Porque en el fondo fue eso: una canchereada como la del machito que molía a palos a Daniela en la escuela, para que “se hiciera hombre”, mientras los demás aplaudían. Sí, a veces la gente es cruel”.
Bruno, como tantos, esperó una respuesta reflexiva de parte del conductor porque –seguro pensó- él mismo debe haberse dado cuenta de cuánto derrapó. Pero no. No pasó lo que muchos esperaban. No hubo pedido de disculpas. Con la claque que tiene de oyentes, se ve, se envalentonó y fue por más.
Y, entonces, como hay gente que toma la palabra, Bruno volvió a hacer pública la suya: “Como dicen acá en Brasil, "a emenda foi pior que o soneto". En vez de pedir disculpas y decir, con humildad, "Perdón, me fui de boca y dije una burrada, lamento si lastimé a alguien", Jorge Lanata (profundizó) (…) su cagada. Mezcló orientación sexual con identidad de género (preguntó si los bisexuales debían tener "dos sexos" en el DNI), hizo una confusión enorme de conceptos que evidentemente no domina, usó un montón de veces la palabra travesti en masculino, apeló al viejo recurso de encontrar un gay de derecha (ex funcionario duhaldista) para justificarse (…), y mezcló todo eso con el kirchnerismo, Boudou, Lázaro y un montón de temas que no tienen un carajo que ver. Todo eso repitiendo "yo, yo, yo, yo, yo, yo". Como si el mundo girara alrededor suyo. Trabajé con Lanata  (…) y lo respeto mucho. Nunca me sumé al coro de odiadores que lo putea por ser antikirchnerista y me parece bárbaro que denuncie la corrupción, aunque me gustaría que no se limitara a denunciar la corrupción kirchnerista (…). Pero creo que su antikirchnerismo lo ciega cada vez más. Demasiado odio no deja pensar con claridad. La síntesis de su exposición era que "Florencia no es mujer porque el kirchnerismo es malo". La obsesión por atacar al gobierno por donde sea lo lleva a querer destruir una de las mejores cosas que el gobierno de Cristina hizo, que fue acompañar proyectos nacidos de la sociedad civil, como la ley de identidad de género y el matrimonio igualitario. Todo sea para ensanchar la grieta y que todos nos odiemos un poco más”.
La misma Florencia le respondió en una carta extensa hecha pública y la palabra nodal que ella eligió fue la misma que Bruno: crueldad. “Jorge Lanata tuvo para conmigo expresiones de extrema crueldad. Sabido es que, por razones de simpatías o no con la actual gestión, Lanata y yo estamos en veredas diferentes, pero sinceramente no esperaba semejante desfile de comentarios del peor contenido reaccionario. Menos aún los esperaba de alguien que, más allá de su inexplicable y sospechoso giro en materia ideológica, sigue siendo una referencia importante como comunicador y un formador de opinión de indiscutible influencia masiva. Lo primero que tengo para decir al respecto tiene que ver con una sensación que espero sea solo eso y no algo potencialmente más grave. Resulta curioso, paradójico y especialmente alarmante, que justo una semana después de la noticia que nos acarició el alma (hablo de la recuperación de Guido-Ignacio, el nieto de Estela), los medios se poblaran con tres muestras de intolerancia de esas que, como diría María Elena Walsh, "Hacen retroceder a la humanidad en cuatro patas". Primero fue la pavorosa reflexión de Silvia D`auro respecto de la "tendencia que tienen los chicos adoptados a robar", luego fue el comentario del relator que a Teo Gutiérrez de "negro de mierda", y enseguida el mencionado monólogo medieval de Lanata. Si sumamos estas tres expresiones, no es de paranoicos sospechar que hay mucha gente que todavía procesa la realidad con categorías de pensamiento bien alejadas de las ideas de inclusión, diversidad y tolerancia.

“Me he propuesto antes de sentarme a escribir esto no caer en la tentación de descalificar, ofender o expulsar del debate a quienes me atacan. Justamente lo que quiero es evitar una costumbre que últimamente viene potenciando Lanata, quien a segundos de iniciar una argumentación empieza a poblar su discurso con calificativos como "imbéciles", ¨pelotudos", "tarados" y otros términos que expulsan a cualquier oponente de un debate serio y adulto. Yo no pienso que Lanata sea ninguna de esas cosas (…) y es justamente en virtud de esto que me preocupa que salgan de su boca expresiones que son el producto del menos reflexivo de los prejuicios sociales.

“No ha sido fácil mi vida, ya lo he dicho miles de veces. Y esta actualidad que me encuentra plena, reconocida como esposa, mujer y madre no es un éxito mío; es una conquista social que se tradujo en un dispositivo jurídico del Estado. (…)
“De todos modos lo más preocupante no es qué dice Lanata sino cómo, porque allí se juegan otros sentidos, que van más allá de una posición tomada. Lanata podría decir que no está de acuerdo con que a personas como yo se las considere jurídicamente mujeres. (…)  Pero lo que hiere gratuitamente son las maneras, y especialmente los ejemplos que utiliza para descalificar
“Querido Jorge, cuando era chica jugaba a ser Rafaella Carrá, pero jamás se me ocurrió pedir que el estado me dé un documento donde diga que lo soy, y me permito sospechar que el congreso de un país no votaría a favor de reconocer como "Napoleón Bonaparte" a quienes crean serlo. La noción de identidad de género es una idea compleja, discutible desde luego, pero es una idea, no es un mamarracho que pueda ser reducido al absurdo en un programa de radio mientras todo el mundo festeja cómo humillás a un ser humano. Por suerte, cuando mis hijos me abrazan sienten que abrazan a una mamá y no al emperador de Francia.

Hace poco, en uno de los habituales raptos de egomanía que tenés, miraste a cámara y dijiste a tu fiel audiencia: "Ustedes no saben lo que es ser yo...me gustaría que fueran yo por unos días para que vean contra todo lo que tengo que luchar...". Vos no sabés, Jorge, lo difícil que ha sido ser yo, lo que tuve que luchar y lo feliz que soy por poder haber cerrado el círculo de mis inseguridades, de los prejuicios sociales, de la incertidumbre que supone estar fuera de la ley y, sobre todo, de la aceptación social. (…)
Tal vez te resulte extraño e incompresible que yo tenga derecho a cambiar lo que según vos no debe cambiarse. Más extraño e incomprensible nos resulta a todos, Jorge, cómo has cambiado vos...".

domingo, 24 de agosto de 2014

Programa SF 122 - Stella Maris Biocca y Sebastian Soler - 23 de Agosto de 2014


Biografías
Por Mariana Moyano
Editorial SF 23 de Agosto de 2014

Silvio Frondizi llevaba el mismo apellido que Arturo, el presidente, porque era su hermano. Lejos de él políticamente, compartía bastante con su otro hermano, el filósofo y antropólogo, Risieri, que fuera Rector de la Universidad de Buenos Aires. Era marxista –Silvio- abogado, estuvo muy vinculado con la Revolución Cubana y se entrevistó varias veces con el Che Guevara. Fundó Praxis y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Más acá en el tiempo, estuvo cerca del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores y defendió a muchos políticos. El 27 de septiembre de 1974, un comando de las Tres A ingresó a su departamento de la calle Cangallo, lo sacó a la fuerza, lo trasladó hasta los bosques de Ezeiza y lo fusiló a quemarropa.

Para las mentes cortas, -las de hoy sobre todo- sería un “oriundo del marxismo”, al decir de un cronista bien berreta de TN quien eligió esa –digamos- figura retórica para definir al actual ministro de Economía argentino, o un “descendiente de un rabino de Odessa”, según cierta mirada biologicista de la política de un analista presto a la barbaridad desde la tribuna de doctrina.

Vale el recuerdo textual porque fue el sumun de la burrada. Carlos Pagni, un articulista inteligente y agudo porque sabe mirar los talones débiles del kirchnerismo, aquella vez mordió la banquina. Se ve que con eso pensó que seducía a los lectores más paleolíticos del diario y se mandó raudo: “Kicillof es un académico marxista. Al doctorarse postuló que lord Keynes era un pensador radical tergiversado por el análisis burgués. En los últimos tiempos Kicillof se concentró más en Marx. Está aprendiendo alemán para leerlo en su versión original. Hijo de un psicoanalista, bisnieto de un legendario rabino llegado de Odessa, la genealogía de Kicillof parece ser una sucesión de dogmáticas. En su caso, sostiene que las ciencias económicas, tal como se las enseña en las universidades argentinas -o en el 90% del sistema académico internacional-, son la fachada técnica de un aparato de dominación. Es la razón por la que propone la reforma de todos los planes de estudio”.

Una gran pintura de la herejía para los mandamientos mitristas que no sólo demostró el nulo conocimiento de Pagni acerca de qué es el marxismo para la economía política sino que burló al propio Silvio Frondizi, aquel intelectual brillante que supo demostrar cuán poco se recorre con la mente corta y que postuló de modo brillante que “hay que leer La Nación porque es la voz del poder por encima de los gobiernos”.

Por aquella sugerencia brillante que desde hace décadas es para mí mandato, lo primero que hice al día siguiente del anuncio presidencial del envío al Congreso del proyecto de ley de pago soberano local fue, precisamente, leer las apreciaciones de La Nación. “La jugada busca conseguir respaldo y obligar a los bloques a pronunciarse”, escribió la cronista y agregó “se trata de una jugada audaz y riesgosa”. El diario había sabido leer el mensaje político.
Cristina Fernández –lo saben- le imprime una impronta a su gobierno y hay algo que nunca hará: abandonar el centro del ring. Intentará manejar el protagonismo de la escena política así en ello se la vaya la vida. Guste o no, es el ADN del razonamiento K. Ellos lo presentan críticamente, pero intepretan bien.

El diario El Cronista también cacareó, al igual que el resto de los voceros de la derecha, pero tuvo que reconocer que tienen en el Poder Ejecutivo un oponente de fuste: “Volvieron a sorprender a propios y a extraños”; “generó silencio y desconcierto y preocupaciones en los principales dirigentes opositores”, escribieron en el diario de finanzas. Y hasta Clarín debió ceder a la realidad: “Podría decirse que Cristina Kirchner con su maniobra habría recuperado la iniciativa”, publicó Eduardo Van der Kooy, quien mostró en la conjugación en potencial el dolor de estómago que le provoca la toma de la delantera del gobierno nacional.

La movida había sido eminentemente política. Porque básicamente toda decisión económica y/o financiera lo es. Lo reconozcan o no públicamente quienes pretenden presentar al mercado como un sujeto con cuerpo y personalidad, y a la timba como una ciencia, exacta, con mero tecnicismo y alejada de toda especulación humana.

Hubo un par de refunfuños por cómo cada vez le quedan menos chances al capitalismo especulativo de disfrazarse de fenómeno natural, pero fueron no sólo papelonezcos sino mínimos los chillidos en esta línea. Uno que se encargó de tapar el sol con una mano fue el diputado Eduardo Amadeo. “Cristina Fernández de Kirchner optó por una solución política y dejó de lado cualquier racionalidad económica”, opinó. Francisco Olivera, un habitual escribidor de La Nación dijo que imaginar otras variantes “sería válido en administraciones obsesionadas por resolver obstáculos de gestión económica. Pero el kirchnerismo ha decidido ubicar a lo que conoce como ´la política´ delante de aquello que desprecia, ´la economía´”.

Huele a naftalina en estado puro, pero no por razonamiento de antaño –lo viejo no por serlo es malo. Bob Dylan lo explicó y lo escribió bien: el viento es viejo y sin embargo, sigue soplando- sino por putrefacto y maniqueo.

Me voy a ahorrar el intento de explicarlo porque ya Alfredo Zaiat lo ha escrito y sería difícil superar su razonamiento: “La economía es política. Caminan juntas en el análisis y comprensión de los procesos históricos y sociales. Por eso la economía es economía política. La Licenciatura en Economía Política fue creada en 1858 en la Universidad de Buenos Aires con el objetivo de formar profesionales para reflexionar y participar en la sociedad. Las autoridades universitarias que irrumpieron con el golpe de 1976 eliminaron la palabra política del título de grado restringiéndolo a Licenciatura en Economía. Suprimir ´Política´ tuvo, precisamente, el motivo político de eliminar uno de los aspectos esenciales del encuentro con el saber económico para aprender conocimientos y herramientas necesarias para intervenir y transformar la realidad”.

Es más, le aporto a Zaiat, en 1986, cuando la UBA estaba repensándose y el embrión de la Facultad de Ciencias Sociales ya tenía forma, hubo un grupo de geniales que propusieron que a las 5 carreras que hoy conforman esa unidad académica, se unieran no sólo las de Filosofía y Letras sino la licenciatura en Economía; justamente para que recuperara la “Política”. No se atrevió la Casa de Altos Estudios. Los noventa estaban demasiado cerca y aún no nos sacábamos los grilletes de los setenta de Martínez de Hoz.

Como ya conocemos el truco, estos personajes que todavía -con catástrofe y estafa de 2001 mediante- insisten en vendernos espejitos de colores, no son del elenco protagónico; apenas si llegan a reparto.

En el centro del escenario, las caras visibles son básicamente tres: las del ministro de Economía, ese que no usa corbata y que con ese gesto menor enfurece a la derecha. Ese que en conferencia de prensa habla de “capitalismo recalcitrante” para que el neoliberalismo se haga muchas veces la señal de la cruz… No vaya a ser cosa… Ese que usa ejemplos sencillos para que comprendamos y habla de “bola de nieve” y de “bolita porque pudo ser derretida” y que los entregados a los brazos del juzgado newyorkino salen presurosos a ridiculizar en titular y edición on line. Ese que es tomado en broma por la –ya un chiste, si hablamos de niveles de humor- revista Fortuna y lo ubica en una fotografía, al lado de Thomas Griesa y de Paul Singer –ellos muy bien compuestos y, por supuesto, con corbata- con gestos de maníaco al borde del estallido.

Los otros dos rostros son, justamente, estos, los del juez y los del buitre.

Thomas Poole Griesa no es neoyorkino. Hace tiempo que vive en esa ciudad pero nació en 1930 en el Medio Oeste de Estados Unidos. La tierra y el utilitarismo del mundo de los negocios han signado su filosofía. Estudió en la Universidad de Harvard y obtuvo allí su “AB”, un grado o título universitario intermedio que resulta de la abreviación del latín (artium baccalaureus) y que Harvard sigue nombrando a la antigua usanza para “pasarles la franela” a sus colegas de la selecta Ivy League. Pero Griesa no terminó allí sus estudios, sino en la Escuela de Derecho de la Universidad de Stanford.
A diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, él no exhibe un extenso historial militar. Sólo sirvió en la Guardia Costera -el equivalente a nuestra Prefectura Naval- entre 1952 y 1954.  Si se comparan las fechas con las de la Guerra de Corea (1951 a 1953) y se le suma el hecho de que sólo quienes formaban parte de organismos de seguridad militarizados estaban exceptuados del servicio militar, obligatorio en el país en esa época, y por tanto de ir a la guerra, los indicios no lo favorecen.
Fuera por lo que fuese, la U. S. Coast Guard le sirvió para conseguir su primer trabajo en el gobierno federal como abogado en el Departamento de Justicia.

Luego de estar dos años en tal puesto, en 1960 Griesa cambió el empleo público por la práctica privada de la abogacía en la ciudad de Nueva York, por 12 años. Sus antecedentes le valieron para ser propuesto por el presidente Richard M. Nixon, el 15 de junio de 1972, como juez federal para el Southern District of New York.

Con 84 años de edad y 42 de ejercicio de la magistratura judicial, Griesa tomó parte en varios casos relevantes tales como una cuestión de copyright de John Lennon; un fallo en contra del FBI y una condena al ex dictador panameño Manuel Noriega[i]. Hoy tiene en sus manos lo que el Financial Times ha denominado “El Juicio del Siglo”.  

Paul Singer es multimillonario. Es el fundador y Ceo de Elliott Management Corporation. Es un abierto aportante del ala más conservadora del partido republicano y tiene varias “fundaciones” para quitarle algo de suciedad a algunos de sus mugrosos negocios. El Washington Post lo definió como un “ejemplo de cómo la financiación de las campañas de han ido de las manos”. [ii]

Muchos artículos sobre Singer acentúan su apoyo a los derechos de gays, incluso con donaciones de hasta 10 millones de dólares para la campaña del matrimonio igualitario, pero al mismo tiempo dan cuenta de que está férreamente vinculado con cadenas de medios de ultra derecha, que su fundación ha aportado por años al conservador Witherspoon Institute, asociado con los conservadores católicos de la “ley natural” de Robert P. George y está muy vinculado con organizaciones de derecha pro estado de Israel.

Como suelen hacer varios multimillonarios de los Estados Unidos, mientras multiplican sus fortunas, donan importantes cifras a fundaciones y causas supuestamente nobles para, por un lado, lavar sus rostros, pero también con un motivo mucho más terrenal: deducir impuestos. Así, transfiere dólares al  American Enterprise Institute, al Ethics and Public Policy Center, al Institute for the Study of War, al The Israel Project y a la Philanthropy Roundtable.

Durante los años de George W. Bush, Singer donó millones de dólares a la dupla Bush-Cheney y fue un fuerte defensor del ex alcalde de New York Mayor Rudy Giulani en la campaña presidencial de 2008.
Algunas de las tácticas de inversión de Singer son, incluso, más controvertidas: El periodista Greg Palast definió así su modus operandi: encuentra alguna deuda olvidada de una nación muy pobre, se hace de todos los papeles de esas deudas por una fracción de su valor nominal y detiene el comercio, congela los fondos y las economías en su conjunto son tomadas como rehenes.

Actúa así: exige que los países que prestan la ayuda paguen monstruosos rescates para permitir que el comercio se reinicie. Singer exigió US$ 400 millones de dólares del Congo por una deuda que compró por menos de US$ 10 millones. Si no obtiene su ganancia de 4000%, puede, de hecho, hacer morir de hambre a la nación. No lo digo en sentido figurado –dice Palast-  me refiero a quitarles la comida. En el Congo una cuarta parte de todas las muertes de niños menores de cinco años fueron causadas por la desnutrición.

Pero mientras hace esto, desarrolla su costado “altruista”: aporta dinero al Banco de alimentos de New York y desde allí lo envía a países como Nicaragua, Nigeria, Costa de Marfil, Turkmenistán y Zambia. En todos estos casos, Elliot había comprado bonos antes de un default y llevó a sus gobiernos a los tribunales mundiales para exigirles el 100% del pago por esos títulos. Por jemplo, mientras lleva adelante la demanda contra Congo-Brazzaville, país al que le reclama 32,6 millones de dólares por títulos comprados por 3, le aporta a ese estado, vía el Fondo de NY contra el Hambre, 150 mil dólares, dinero que se encargó de promocionar bastamente en el país africano. [iii]


Hasta Bill Clinton tuvo palabras para él. Lo llamó “la escoria del sistema financiero”.

Axel Kicilliof nació el 25 de Septiembre de 1971. Es Licenciado y Doctor en Economía por la Universidad de Buenos Aires. En diciembre de 2011 fue designado Secretario de Política Económica y Planificación del Desarrollo, del Ministerio de Economía. Fue Subinterventor de YPF hasta la sanción de la Ley de Soberanía Hidrocarburífera y luego, tras la recuperación de la empresa por parte del Estado Nacional, Director Titular Clase A.

Presidió la comisión de Planificación y Coordinación Estratégica del Plan Nacional de Inversiones Hidrocarburíferas e integró el Comité Ejecutivo del Programa PROCREAR. Fue Director Financiero y luego Subgerente General de Aerolíneas Argentinas y Subgerente General. Ese mismo año fue nombrado Director de Siderar en representación del Estado Nacional.
Es miembro de la Carrera de Investigador del CONICET e Investigador Titular del Instituto de Investigaciones Económicas de la UBA. Su trayectoria docente abarca dos décadas tanto en el grado como en el posgrado. Es profesor regular concursado en las carreras de Economía y Sociología de la UBA y en la Universidad Nacional de Quilmes, de General Sarmiento (UNGS), en el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) y en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
Fue asesor económico de la CTA y de la CGT. Es fundador de la agrupación estudiantil TNT y fue Secretario General de la Asociación Gremial Docente (AGD) de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. En el convulsionado 2002, casi como un gesto de mera provocación del que aún cada vez que la vida nos cruza nos reímos, se postuló, con 31 años, como candidato a rector de la UBA. Quienes participábamos de vida política y académica de esa universidad no pudimos más que sonreír y empezar a quererlo. [v]

Los recorridos individuales no explican del todo la vida y el accionar de los seres humanos, pero son una pincelada. Y, a veces, dan cuenta de cómo cada uno se va a parar en la cancha o en el ring. Muchos vieron –a mi juicio con razón- en las maravillas de Maradona y su hambre de gol, el ruido en la panza de los años de Fiorito. Sobre la perseverancia infantil de Mascherano su familia habló bastante durante el mes y medio de pelota.

Y, como muchos dicen que se juega como se es, sigamos con la metáfora futbolera y terminemos este relato (sí, relato, burros, que no es sinónimo de invento sino el único modo social de usar la palabra) con un escrito de un economista de Harvard, argento él, y a quien su paso por las mismas aulas que caminó Griesa no le ha hecho perder su sentimiento de patria.

 

Posteó Sebastián Soler en su blog el 29 de mayo de este año bajo el título  “Si fuera el Mundial”. “Solucionar el Ciadi, Repsol y el Indec fue esa primera zona que nos toca siempre: facilonga pero traicionera (y si la barrera no saltaba…). El Club de París es los octavos con México: los dos sabemos el resultado de antemano pero el partido hay que jugarlo (y porqué el fútbol y la política son artes, el del triunfo fue una volea de media vuelta desde mitad de cancha que les clavamos en el ángulo cuando nadie lo esperaba). Ahora nos toca Alemania en cuartos, los buitres y la Corte de Washington con mayoría conservadora: un partido bravo que nos hemos cansado de perder y donde el otro también juega. Pero por suerte tenemos un 10 bajito, rápido, escurridizo y un poco morfón como el del ’86, que si tiene que usar la mano de Dios, no va a dudar. Llegamos al fin de semana, por primera vez en décadas. En la semifinal, como suele ocurrir en instancias decisivas, el rival a vencer no es el equipo contrario sino los fantasmas de nuestro pasado: creérsela será más importante que jugar lucido. La final, qué duda cabe, termina con alargue y penales porque el manual argentino nos enseña que la gloria se alcanza sufriendo. La chica que nos gusta al arco y un candidato a presidente del palo para patear el quinto. Y después a festejar al Obelisco”.





[ii] Jaime Fuller, "Meet the wealthy donor who's trying to get Republicans to support gay marriage," Washington Post "The Fix" blog, April 4, 2014,http://www.washingtonpost.com/blogs/the-fix/wp/2014/04/04/the-money-man-behind-pro-gay-marriage-republicans/.

[iii] Los Buitres, pág. 48, de Carlos Burgueño

[iv] Fuentes: Commentary, "About Us: Staff," http://www.commentarymagazine.com/about/staff/.
 RJC, Paul Singer Board of Directors bio, http://www.rjchq.org/2012/07/paul-singer-board-of-directors/.
Manhattan Institute, Board of Trustees, http://www.manhattan-institute.org/html/trustees.htm.
Landon Thomas, "Hedge Fund Chiefs, With Cash, Join Political Fray," New York Times, January 25, 2007, http://www.nytimes.com/2007/01/25/business/25hedge.html?_r=1&pagewanted=all.
Eli Clifton, "Home Depot founder's quiet $10 million right-wing investment," Salon, August 5, 2013,http://www.salon.com/2013/08/05/home_depot_founder%E2%80%99s_quiet_10_million_right_wing_investment/.
Matthew Mosk, "Economic Downturn Sidelines Donors to '527' Groups," October 19, 2008, http://articles.washingtonpost.com/2008-10-19/politics/36923049_1_wealthy-donors-independent-political-groups-evan-tracey.
Guidestar.org, Paul E. Singer Foundation, 2010 Form 990, http://www.guidestar.org/FinDocuments/2011/272/009/2011-272009342-0817b514-F.pdf.
Jaime Fuller, "Meet the wealthy donor who's trying to get Republicans to support gay marriage," Washington Post "The Fix" blog, April 4, 2014,http://www.washingtonpost.com/blogs/the-fix/wp/2014/04/04/the-money-man-behind-pro-gay-marriage-republicans/.
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Center for Responsive Politics, "2012 Top Donors to Outside Spending Groups," http://www.opensecrets.org/outsidespending/summ.php?cycle=2012&disp=D&type=V.
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Paul Singer, "Free-Marketeers Should Welcome Some Regulation," Wall Street Journal, April 3, 2009, http://online.wsj.com/article/SB123871848344884871.html.
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Greg Palast, "Uber-Vultures: The Billionaires Who Would Pick Our President," Truthout, October 6, 2011, http://www.truth-out.org/news/item/3772:ubervultures-the-billionaires-who-would-pick-our-president.
Charles Davis, "U.S. Hedge Funds Paint Argentina as Ally of Iranian 'Devil' – Part Two," Inter Press Service, July 31, 2013, http://www.ipsnews.net/2013/07/u-s-hedge-funds-paint-argentina-as-ally-of-iranian-devil-part-two/.

domingo, 17 de agosto de 2014

Programa SF 121 - Anibal Fernandez - 16 de Agosto de 2014


El analfabeto político.
por Mariana Moyano
Editorial SF del 16 de agosto de 2014

El motivo va de la mano de los niveles de cinismo, de oportunismo o de básicos márgenes de dignidad. Lo cierto es que se vieron obligados a reconocer primero la alegría popular por una selección de fútbol que regaló bastante más que deporte. Luego debieron mostrar un nivel al menos mínimo de decencia patriótica frente a la peor carroña del capitalismo financiero mundial. Y después no tuvieron más alternativa que aceptar la emoción del 99,999 por ciento de la población con la llegada al universo de la verdad de Ignacio/Guido. Haya sido por aceptación genuina, por la exigencia de las encuestas o por algo de olfato, lo cierto es que los medios y políticos que no pueden terminar de rifar lo poco de credibilidad que les queda, durante los últimos meses mantuvieron más o menos a raya las toneladas de mala onda y pesimismo que vienen derramando a diario desde hace unos años.

Pero pasado el huracán celeste y blanco y los Maschefacts; conocidos los detalles del primer round en la batalla contra los buitres y a medida que uno se va habituando a la brisa cálida de la restitución, los de siempre volvieron a lo suyo con el hundimiento de su política en el lodo, el veneno destilado disfrazado de eso que llaman “inseguridad” y la tergiversación más a mano y burda.
Dejemos para más adelante la frivolización de la tarea más noble y vayamos directo a dos ejemplos que nos quedan bien a mano y nos permiten ver la trampa diaria.

Fui día por día. Y miré y leí en detalle las tapas y la presentación de esa creación de clima que en la jerga decimos “agenda”. Y ocurrió lo que me suponía. Me sonreí porque son de manual. La primera vez que al dispositivo se le habían visto los hilos fue en 2008, durante lo que algunos con el cachito de cabeza colonizada aún denominan la “crisis del campo”. Me acuerdo muy vívidamente de un día en el aula. Una alumna habló embebiendo de fina ironía cada palabra: “Che, resultó buenísimo para todos esto de que el gobierno nacional la emprenda contra la Sociedad Rural. ¡Durante los 90 días que duró el conflicto no hubo casi casos de inseguridad! ¡Qué genial! O…, bueno, al menos así nos lo contaron algunos medios de comunicación. Ahora que el enfrentamiento terminó, vuelve a haber delito. ¿Qué extraño todo, no?”, había comentado la estudiante.
En esta oportunidad fue igual: El Mundial, el procesamiento de Boudou, la masacre en Gaza, el supuesto default, la recuperación del nieto de Estela de Carlotto y hasta el ébola contribuyeron a que en la Argentina bajara el delito.

¿No? ¿No hay una ecuación matemática entre lo que presentan las portadas y lo que ocurre? Ah, disculpen la inocencia. Pensé que sí porque mientras estos temas estaban en la cresta, no hubo ni un título grandilocuente sobre robos y asesinatos relacionados con robos.

Las alarmas volvieron a ser encendidas recién a principios de este mes bajo las siguientes advertencias periodísticas: “Secuestros, el delito que crece en el conurbano”, “Seguridad electrónica: cada vez más hogares regulados”, “Inseguridad sin freno”, “Gran Buenos Aires violento”, “Asaltos y secuestros cada vez más violentos”, “Matan a un jubilado cada 5 días en asaltos” e “Inseguridad: en el año ya asesinaron a 23 menores”. Ninguna de estas generalizaciones pudieron leerse entre el 15 de junio (cuando rodó la primera pelota) y el 30 de julio (día en que, supuestamente, caíamos al abismo debido al default). Los delitos vinculados con la propiedad privada -es decir eso a lo que la mayoría llama inseguridad y que no incluye ni abusos sexuales, ni violencia de género- no fueron tema de tapa en ese mes y medio de balón y batalla judicial en la oficina de Griesa. Llamativo, para decir lo menos.

Sobre el falseamiento y la adulteración, ¿qué más afirmar que no haya sido ya discutido y demostrado? Valga lo de ayer, el viernes 15 de agosto, como botón de muestra de lo que vienen haciendo de lungo y siguen porque es lo que conocen. A la decisión presidencial de ir a fondo contra las aves de rapiña, funcionen éstas afuera o aquí y se llamen Elliot o Donnelley, los principales periódicos del país la definieron así: “Aplican a una empresa de EEUU la ley antiterrorista” y “El gobierno quiere aplicar a una empresa la ley antiterrorista”. Así. Bien vago. Con una falta de especificidad y especificación que permite que el distraído acentúe esa idea ramplona de que lo que más le divierte a este Poder Ejecutivo es aplicar un intervencionismo stalinista a las fábricas y a la propiedad privada. Con esta concepción vuelan bien alto, como un cóndor, como un águila o como un buitre –para usar precisión de cirujano- la idea tan desarrollada del vocero número uno de esos fabricantes de juicios inmorales a países soberanos que se dan el distinguido nombre de “holdouts” para tapar la caca que los embadurna. Me refiero al modo en que José Luis Espert –quien no se ahorra insultos ni a mi persona ni a la Presidenta- definió a la política oficial: “el estatismo stalinista que nos regala casi a diario la pingüinera gobernante”.

Y sobre la actividad más honrosa y estimable que puede desarrollar una persona, como es la política valgan un par de apuntes sobre cómo los medios han vuelto a sobrevolarla al igual que otras aves que aletean por la zona.

Es sabido que desde que los medios nacieron, si algo se les opone es la política. Ella necesita complejización, tiempo, profundidad, análisis, pormenores y detallado conocimiento de los por qué si ésta se lleva adelante en serio y con sincero deseo de transformación. Es decir, ontológicamente es lo opuesto a la lógica propia de los medios de comunicación. Es “aburrida” para este modo de dar a conocer el mundo y de abordarlo. Se opone, se enfrenta, pelea, da batalla ante la inmediatez, la instantaneidad, lo espontáneo, lo vacío, lo banal, lo superficial, lo liviano. Está en las antípodas del entretenimiento. La política necesita largo plazo y cabeza fresca. Y formación. Mucha formación, de bocho y corazón.

Durante la segunda década infame -los años noventa- política, medios y farándula parecieron lo mismo. No fue una casualidad. Fue premeditado y zurcido con ahínco. Esperaron agazapados a que política sonara más a desilusión que a sueño para ocupar su sitio.
Pongamos una fecha. Abril de 1987. Digamos que el “Felices Pascuas” nos mandó a varios a casa defraudados de la primavera. Pues bien. Allí estaban ellos, para volver al sitial, el que habían perdido en otro abril, el de 1982, cuando se cavaron la fosa de la credibilidad con el “Estamos ganando” del triunfalismo uniformado.
Unas horas antes de que todo se tiñera con el nombre de Guido, tuvimos una dosis fuerte, concentrada de intento de desterrar a la política del lugar que le corresponde. En el programa que ya lo había hecho –o intentado- en 2009 y con el mismo prototípico modo: llamar a Olivos y que el o la jefe o jefa del Estado salude con exagerada simpatía y cercanía al conductor. Y aquí quiero detenerme un instante para sentar posición de modo claro y terminante: la farandulización no es que los dirigentes políticos vayan a la televisión. Decirlo así es reducir un sistema complejísimo de simbologías y sutiles construcciones semiológicas. El problema está en si ese dirigente -o el partido político- se entrega manso a los modos de construcción de sentido de ese medio. Si se rinde a las mieles de la inmediatez. Si cree que la televisiva es la única arena en la cual disputar. Si piensa que minuto a minuto es sinónimo de voto a voto. Si cree que la generación de simpatía efímera es idéntica a empatía y confianza.

Un dirigente que no piensa, analiza, conoce e incluso va a la televisión es alguien ajeno a estos tiempos. Es decir, los medios deben formar parte de su hacer cotidiano. Pero una cosa es tener un poco de la atención puesta en ellos y otra bien distinta es ser de ellos.

Un signo (positivo y muy) de estos tiempos fue que la visita excesivamente extensa del diputado/novio y la complicidad lindante con lo obsceno de otros que tienen funciones ejecutivas fue empalagoso y disruptivo para muchos. Entonces, lo ocurrido el lunes pasado por la noche no fue parte del paisaje, no fue un dato más de la cotidiana de la televisión. Y esto tiene una y sólo una piedra basal: Néstor Kirchner primero y Cristina Fernández después comprendieron en toda su acabada dimensión aquel “¡Que se vayan todos!” -que le daba de lleno al corazón de los gerentes del hacer y dejaba de lado a los autores intelectuales del desastre- y repusieron además de la autoridad presidencial, la política en el sitio que le corresponde si pretende ser sinónimo de transformación.
Por eso la comunicación de atril, en lugar de los anuncios en sets de televisión. Por eso la palabra política en las sedes institucionales y no las primicias en las tapas de los domingos. Por eso la sorpresa en el anuncio, en lugar del off the record al diario de más tirada. Por eso el debate caliente en Diputados en lugar de los insultos televisables que terminaban volviéndose anestesiante luego del loop en que el medio convierte a la reiteración. Por eso el señalamiento hacia los medios y el debate de igual a igual con periodistas de renombre, en lugar del show en los medios y el brindis compartido con los editorialistas. Por eso el debate masivo, callejero y popular sobre la propiedad y la desmonopolización en lugar de la negociación entre cuatro paredes con los dueños de las licencias.
Todo esto no es una táctica de un par de personas astutas. Es la estrategia de quien no quiere entregarle la subjetividad -la suya y la de toda una nación-al modo autoayuda de hacer política.
“Y Aníbal lo hizo otra vez”, se manda la presidenta para iniciar el segundo prólogo que le regala al ahora senador y durante más de una década ministro kirchnerista. Y lo que hizo Fernández (hombre) que Fernández (mujer) introduce es un libro titulado “Conducción política, así hablaba Juan Perón”.

En este título, Aníbal Fernández se refiere, entre otra decena de nociones a algo de lo que aquí estamos comentando: al coaching, un término que suena a entrenamiento, a preparación física para, a repetición de movimientos y dice que: “sobre esta base se ha creado una suerte de método enlatado que, pomposamente han dado en llamar coaching político”, algo que “huele a plástico, a desodorante de ambiente llamado Rumor de un amanecer tardío en el otoño, o algo así. Huele a esteroides, a oficina con ozonificador de aire, a vida light, a milanesa de soja”, sostiene él.

Y agrego yo: suena al Ernesto Marroné de “La aventura de los bustos de Eva” y de “Un yuppie en la columna del Che Guevara”, de Carlos Gamerro. Sobre todo al de esa fabulosa escena en la cual este ex montonero devenido gerente, que luego de engullirse por décadas todos los manuales de autoayuda del estilo cómo ser un emprendedor exitoso, termina comandando una asamblea fabril con la lógica de esos decálogos berretas y mentirosos que siempre cuentan con consejos del estilo “Empieza visualizando las cosas positivamente” “Busca el talento y no los títulos” y “Sé tenaz y nunca te rindas”.

Porque son lo mismo. Están untados con la misma pasta. Esos que se dicen políticos pero que sienten asco por la política -incluso la que ellos hacen- o aquellos que se jactan, se auto embadurnan con esa sustancia pringosa y maloliente de ser apolíticos, no son más que los que encajan como en obra de ingeniería en aquello de Terry Eagleton de que “la noción de desinterés intelectual es por sí misma una forma oculta de interés, una expresión de la rencorosa malicia de aquellos que son demasiado cobardes para vivir peligrosamente”.

No fue una casualidad que en un libro de 2014, en el libro de 2014 de Aníbal Fernández, la Presidenta haya encontrado una excusa perfecta para lanzar esas botellas al mar que suele arrojar. “Desconfíen –solicita Cristina Fernández en esas dos páginas del prólogo- de los que les recomiendan que no se metan en política. Porque ¿saben una cosa? La política sí se mete con ustedes”. Dura, directa e incisiva. En la misma dirección que esas líneas de Bertolt Brecht que apuntan directo a aquellos que se sacan la política de encima como si fuese caspa en el hombro.

“Ahora me llevan a mí, pero ya es tarde”, advirtió el dramaturgo alemán a los mismos que define en El analfabeto político. “El peor analfabeto –escribió- es el analfabeto político. Él no oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. Él no sabe que el costo de la vida, el precio de los porotos, del pan, de la harina, del vestido, del zapato, de los remedios, dependen de las decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostitución, los niños abandonados, el asaltante y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, estafador y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.
A algunos los vemos en tele. A otros los observamos entregarle hasta su propia subjetividad al aparato mediático, gritar hasta la afonía que no hay ideologías y entregarse sometidos al discurso de la posmodernidad, lo que es lo mismo que correr presuroso y con ansias a que los abrace y haga de ellos lo que quiera la más poderosa y dañina maquinaria de la siempre llena de dinero derecha.

martes, 12 de agosto de 2014

Programa SF 120 - Maria Eugenia Ludueña y Lorena Vazquez - 9 de Agosto de 2014


Canción del elegido.
por Mariana Moyano
Editorial SF del 9 de agosto de 2014

Podría haber sido la última imagen. ¿Y quién se anima a decir que no? La del cuerpo de su hija en el furgón. En esa comisaría para siempre inmunda de Isidro Casanova. Porque seguro que está grabada. Eso no se borra. Y podría haber sido la última. La que cancelara la posibilidad de seguir mirando. Pero no. Porque ella creyó.
Primero se los escupió en la jeta a ellos, a los que les dijo “ ¡Asesinos!”. Se los gritó. Y mientras los acusaba vio un Cristo, una figura de Jesús metida en ese mundo de mierdas. Ella lo apuntó con el dedo, miró al subcomisario y se lo dijo: “Ese, el que está ahí: él es quien los va a juzgar. Y los va a condenar para toda la eternidad”. Porque ella cree. Es religiosa. No practicante. Pero tiene un Dios.
Y podría haber sido la última imagen. Y que se le grabara tan a fuego que le paralizara las ganas, el ímpetu, la fuerza, la búsqueda. Pero no, dio vueltas, con pañuelo blanco. Protestó. Se quejó. Llevó a juicio. Y sonrió. Sonríe siempre. Y mucho. Y se ve, entonces, que no fue la última imagen.
Incluso había contado varias veces que tenía un portarretratos vacío esperándolo para, ahí, la última imagen. Eso puede que se le haya ocurrido cuando gracias a la ciencia hecha magia, con Clyde Snow, por quien supo que en su hija había habido un hijo. Y entonces la última imagen debía ser la de él. Y como creyó, buscó.
Y había encontrado 113 respuestas afirmativas. Y en cada anuncio hicieron la misma misa pagana. Ellas sentadas delante. Ellos coreando y arengando detrás. Es amorosamente esperanzador ver cómo deben ir corriendo la mesa cada vez más adelante porque atrás de ellas hay en cada anuncio uno más.
El mismo ritual que eriza la piel de la emoción. La gacetilla del anuncio prudente. El nombre. Algunos detalles en la conferencia de prensa. La historia política y de amor de sus padres. El relato de quiénes son sus abuelas y abuelos. Y el dato, que con el paso del tiempo se hace dardo: si aún alguna de ellas está viva para recibir al recién llegado, al último aparecido.
Las últimas veces Estela pidió especialmente que los tiempos y trámites se aceleraran. “Nos estamos poniendo viejas”, aclaró incluso dejando de lado la coquetería de la cual ella siempre hizo gala. Y es que cada vez más seguido informaban que una se había muerto, que otra estaba mal. Y hasta Estela andaba con alguna que otra nana.
Todos sabíamos que a quien ella buscaba era a Guido. Y hubiésemos dado todo por ayudarla. ¿Pero cómo? Si aunque gritáramos fuerte su nombre, él no iba a poder escuchar. ¿Cómo encontrarlo, si para todos él era un ser de la nada?

Pocas experiencias hay más ricas que leer de presente a pasado. Mirar con los ojos de hoy lo que fue escrito antes. Hace 100, 35 o 20 años. Hace unos meses o –como en este caso- hace un rato, cuando ocurre uno de esos hechos que corta la realidad en dos rebanadas: la del “antes de” y el “después de”.
Ojear sobre lo escrito en el pasado con un presente a favor que resuelve el acertijo, le aporta al vistazo, sabiduría. Pero leer sobre estos sucesos que quedan en la memoria como recuerdo doble: como evento en sí mismo, pero indivisibles de la evocación de dónde y qué estaba uno haciendo cuando lo supo, es ser dueño de la historia.
“Se cree que su compañero –el padre del hijo que Estela busca- era un militante de Montoneros. El padre de Guido, no obstante, se encontrará una vez que se encuentre a Guido”, le respondía María Eugenia Ludueña, autora de una biografía sobre Laura Carlotto al diario Tiempo Argentino en una nota del 22 de septiembre de 2013. Es una frase al pasar, dicha de soslayo. No es central en el texto. Es apenas un gesto de prudencia. Hace 11 meses. Hace 11 meses era eso. Hoy radica en ella –porque ya está él- la completa revelación.
Al igual que se aparece como el Aleph aquella carta de 1996 que huele tantísimo a premonición: "Despertarás un día sabiendo cuanto te quiso y te queremos todos. Y preguntarás un día dónde puedo hallarlos. Y buscarás en el rostro de tu madre el parecido y descubrirás que te gusta la ópera, la música clásica o el jazz como a tus abuelos. Escucharás Sui Generis o a Almendra, o Pappo, sintiéndolos en lo profundo de tu ser porque así lo sentía Laura. Despertarás, querido nieto, algún día de esa pesadilla, y nacerás para tu liberación. Te estoy buscando. Tu abuela Estela".
Es una frase al pasar, dicha de soslayo. No es central en el texto. Es apenas un gesto de esperanza. Hace 18 años. Hace 18 años era eso. Hoy radica en ella la completa revelación. Porque hay otra última imagen.

Dicen los astrólogos, los que analizan el universo desde la ciencia de los números, los seguidores de MahaKundalini (la gran Madre), los conocedores de la Cábala que hay números perfectos. Desde la impunidad más absoluta que nos otorga estar emborrachados de esa felicidad que no conoce de límites porque es colectiva, digamos que existen también astrológica, numérica, universal y cabalísticamente los días perfectos. Como el martes, como este martes que empezó a transcurrir como uno más, pero que en su mitad parió uno de esos episodios que le suceden o protagonizan otros en su vida más privada, pero que se quedan adheridos a la de todos porque siempre que los rememoremos, como nota al pie resonará ese instante en que nos enteramos.
Apenas pasadas las 15 fue en mi caso. Un mensaje de una querida amiga. Trabajadora incansable, una de las que fabricó bambalinas para que hubiera escenario. Me escribió desde su trabajo en Casa de Gobierno. Yo venía de ser –por un rato- sólo mamá. Plaza y calesita. Picnic y amiguitas. Y algún que otro intercambio con colegas y jefes a ver si eso que ése que hace que la nada sea trascendente porque -como en todo cocktail de veneno posmoderno- mezcla baile y función pública, correspondía que fuese o no columna de la jornada.
Y ahí otra vez el aviso del mensaje de texto. Por lo mismo, pienso. Cuestiones organizativas. Definiciones de la cotidiana. O alguna nimiedad. Un “más de lo mismo” un tanto molesto en un día soñado de sol. De esos con que el invierno nos imprime la certeza de que pronto llegaremos a la primavera. “Parece que encontraron al nieto de Estela”, leo. Con muchos signos de exclamación. Puestos al final, siempre al terminar la oración por esa maldita costumbre que se nos está volviendo regla toda por la instantaneidad del whatsapp y el SMS. “Escuchaste algo?”, me consulta.
Y el tiempo se paraliza. La vida supuestamente real se congela. El mundo se queda quieto. Y todo, todos confluimos en un solo punto. En ése más pequeño del universo, porque se trata de un hombre común. Sólo que con una historia que tiene que ver con el curso de nuestra Vía Láctea, con la historia enterrada. Estamos enfrente al durante 36 años buscado ser de la nada.

Nunca la había visto así. Se nota que a varios nos llamó la atención y nos detuvimos en su ya todo blanco cabello revuelto. Tenía sus rulos, tan de directora de escuela, torcidos, desordenados, como si en esa cabeza hubiera habido toqueteos y abrazos. “Él me buscó a mí”, repetía ante los micrófonos como una especie de mantra. “Se cumplió lo que decíamos las Abuelas, él me buscó a mí”.
En Buenos Aires el sol no podía ser más cálido, pertinente y respetuoso. Tan tibio estaba el ambiente que si uno se permitía la ensoñación hasta era posible sentirse en brazos de alguien. Había calor de comunión. Era la consecuencia directa del 99,999 que había dado como resultado la prueba de ADN. 99,999 por ciento de nosotros estaba sintiendo la misma tibieza.
No estuvo bien, nada bien, que pusieran a circular fotos del aparecido y de su padre, en el instante en que se supo. La jueza que suele ser prudente en el caso de restituciones habló de más. Le jugó una pésima pasada el ego, la necesidad de participación. Hubiera estado bien con saberse parte –y vaya cuál- como lo fuimos todos en ésta, una de las la historia colectivas más importantes de la década.
Esa misma tarde, con orden de los astros, de las causalidades y las jugadas a que la historia política argentina nos tiene acostumbrados, estaba prevista la presentación de las Actas de la Juntas Militares en la TV Pública. Estela iba a estar ahí. Gracias a la vida que no pudo estar. Algo inconmensurablemente importante le estaba ocurriendo. “Pasó lo que las Abuelas siempre decimos. Él me buscó a mí”, resonaba. Y esa frase construía un puente. Desde el estudio Uno de la TV Pública a la sede de Abuelas, al corazón de Estela, al de Ignacio/Guido Montoya Carlotto, y al del 99,999 por ciento de personas de bien que no pudimos contener el llanto.
El ministro Agustín Rossi subrayó durante la presentación dos datos nada casuales: uno, que Bartolomé Mitre, el dueño del relato por más de doscientos años, sostenía que la historia sólo debía ser contada a través de documentos oficiales. Nos sonreímos con sorna. “No le puede hacer un gambito a estas actas –dijo- si quieren, de verdad, contar la historia”. Y contó también que en esos papeles figura cómo los hacedores de la macabra historia reciente discutían acerca del término “desaparecido” y cómo intentaban borrar también a esa palabra e instalar en su lugar fórmulas como “personas con paradero desconocido”, o “ciudadano con presunción de fallecimiento”. Un intento de pixelar lo ocurrido. Para que no hubiera última imagen.
Pero ese martes era el día perfecto. La genética –juro que no entiendo por qué en estos casos se empeña tanto- le hace ole a la construcción cultural que somos los seres humanos y el buscado y ocultado no sólo aparece, sino que se corporiza con un parecido físico a quien suponían y constatan como su padre que destroza el silencio de los asesinos, el ocultamiento de las pruebas, los cuerpos y los bebés y aquel intento mitrista de decirnos que la nuestra es sólo una larga lista de suposiciones, lejana a la suya, la historia documentada.
Él, como ese ser de la nada, como ese elegido de la canción, también supo la historia de un golpe y sintió en su cabeza cristales molidos. Supo de su condición de adoptado hace apenas dos meses. “Me enteré el día de mi cumpleaños”, explicó con precisión. Pero, como lo había hecho durante toda su exposición ante los medios (en su mayoría mediocres y no a la altura de la aparición) ajustó aún más la frase y aclaró: “el día en que yo festejaba mi cumpleaños”. Estaba haciendo la misma operación gramatical de conjugación política de verbos que unos minutos antes cuando esquivando el morbo del relato detallado e íntimo que le proponían la mayoría de las preguntas, sentenció: “hace dos días que sé quién de verdad soy, o quién no era”. Nadie habría podido cruzar temporal, gramatical y semánticamente pasado reciente hecho mentira con historia construida a base de fusilamiento y escamoteo con semejante exactitud.
Con los datos que ya daban vuelta pensé mucho en la frase que usó el muy irregular titular de la Sociedad Rural Argentina Luis Etchevere. “El campo es mucho más que campo” estaba escrito en el atril desde el que insultó hace pocos días a la democracia. Y pensé en que esta vez tenían razón: que el campo era mucho más que pampa húmeda; que esta vez –como le gustaba a Mitre- quedaba constatado con cuerpo, ADN y ojalá pronto documento, ese campo ponía las huellas dactilares en el delito.
Porque ahí giraba Olavarría, y el aparecido, y el entregador fallecido hace apenas unos meses, y la institución eclesiástica y los civiles y un joven músico que se preguntaba de dónde le venía ese amor por el piano, y la palabra que es dicha recién cuando fallece el poderoso porque habilita el decir, y la resolución en apenas horas y el apuro por la primicia y el llanto y la congoja y la conmoción pero esta vez alegre y el ir por la calle con la lágrima al límite del parpadeo pero no sentir vergüenza y Estela despeinada y Estela que lo abraza y el “Chau Abu” inmediato y el “yo soy Ignacio” pero conteniendo a Guido y en cómo el nieto de Rosa Roisinblit tuvo que ponerle coto y orden a las cámaras y los micrófonos y gritarles “¡eh, un poco de tranquilidad. Imagínense lo que es esto para él y ustedes todos a los gritos, por favor!”. Y silencio para verlo, para ver a la última imagen.
Ese mismísimo martes, aquel día único, ese día perfecto a minutos de la confirmación leí en una de las redes sociales: “Videla murió en la cárcel y Estela encontró a su nieto. El mundo está hoy un poco más en orden”. Me sonó a definición perfecta, ajustada, exacta.
Ayer, cuando Ignacio/Guido crecía en estatura al no embadurnarse en preguntas que proponían detalles no necesarios aún, y pese a las trapisondas de la ignorancia vuelta interrogación, pude observar cómo alguien puede ser un ser de la nada y al mismo tiempo un elegido; cómo cuando expresó que “esto es una pequeña victoria en una gran derrota”, no estaba sino haciendo honor a aquello de que lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida.
Al lado, durante todo el rato que él habló, calmo y pausado, preciso y prudente, bien lejos de la obscenidad y la pornografía de la palabra que a veces nos plantean estos tiempos, siempre la Abuela, esta vez SU Abuela. Ahora sí, ahí estaba ésta, la que tanto anhelábamos fuese la última imagen. Y canté. Lo tarareé para adentro. Y me sonreí sola cuando los vi irse, entre humo y metralla, contentos y desnudos. Ahí estaban: iban matando canallas con su cañón de futuro.