sábado, 29 de noviembre de 2014

Programa SF 136 - Adela Segarra y Araceli Ferreyra - 29 de Noviembre de 2014


Mujeres.
por Mariana Moyano
Editorial SF del 29 de noviembre de 2014

Fue hace tirando a poco. Pero en la dimensión de tiempo con la cual se mide el crecimiento de la cultura democrática, parece haber sucedido hace cientos de años. “Tras una riña con Monzón, murió su mujer. Alicia Muñiz cayó de un primer piso luego de una ruidosa pelea con el ex campeón mundial, quien también se tiró al vacío y resultó con fracturas múltiples”. Leíamos esto en la tapa del principal diario de la Argentina el 15 de febrero de 1988. Adentro, la cosa no se ponía mucho mejor: “La mujer de Monzón murió tras reñir con su marido”, decía el título que, supuestamente, explicaba la noticia. Dos notas más acompañaban la edición: “Un campeón incomparable” y “A trompadas con el amor”.

Es decir, un hombre -con lo que corporal y físicamente eso implica- campeón de boxeo, para más, pelea (según estas construcciones semánticas pero, sobre todo, político culturales) en paridad con una mujer, con lo que corporal y físicamente esto implica.

Como consecuencia de esa “pelea entre iguales”, la mujer muere. Ella. No es que alguien la asesina. La mujer es quien lleva adelante la acción de perecer. Y, luego, como si ya con esto no tuviéramos suficiente, nos explican que él era un hombre sufriente, que se llevaba a las patadas con el amor. Pero nos recuerdan, nos recalcan, que se trataba de un campeón sin igual. Particular construcción.

Cinco años habían pasado desde que la Argentina había retornado a la democracia, pero poco de ella había aún en el país. Cinco años con las asonadas militares al tope de las preocupaciones; los problemas de género no eran aún de agenda local. Había que lidiar con el enano fascista y sacudirnos el polvo de los valores dictatoriales. Pero no era solamente eso: 2000 años de patriarcado hacían lo suyo también.

Aún hoy, con algunos sigue sin irnos demasiado mejor. Hace poco –y esta vez con el crecimiento de la cultura democrática jugándonos a favor- todavía seguía costando. Fue en 2008 que escribieron lo que les voy a contar. “A 20 años del crimen de su esposa”, mejoraba la titulación el canal 26 en su versión on line, pero caminaba al filo de meter la pata hasta el anca: “Monzón, de la fama al ocaso: la trágica muerte de Alicia Muñiz”, decían en la presentación. “El campeón de boxeo fue acusado de homicidio ya que tras una fuerte pelea con su mujer le apretó el cuello hasta que quedó inconsciente y él la tiró por el balcón”. Bien, dice una. Queda entonces claro que, pese al amor popular por el ídolo deportivo, no queda más que reconocer que con intención o no cometió femicidio. Hubiera sido lindo dejar ahí la lectura. Porque la nota sigue. Sigue y justifica, excusa y hasta disculpa: “Así lo narran los hechos –continúa la crónica-. Pero él lo negó ante la Justicia y adujo que fue una fatalidad”.

Hasta hace poco lo sabíamos sólo los periodistas. Hoy casi cualquiera tiene la vista entrenada -porque la semiología se ha vuelto saber popular para defensa propia- y comprende que el pero es algo más que una preposición. Es el modo gramatical de arrancar con la justificación. Y si va al final de la frase no tiene más intención que dejarnos con eso último como idea fuerza. “Lo cierto es que Monzón le pegaba a sus mujeres y Alicia recibió la peor parte –sigue la nota. Ella fue para mí algo increíble. Ninguna otra mujer podrá marcar a fuego mi corazón como ella lo hizo”. Traducción: Monzón tenía un inconveniente. Él, no las víctimas, según escriben. Golpeaba a quienes amaba porque tenía un problema. Y frente a tanto amor, más trompada. “Años después, a poco de cumplir su condena, la tragedia lo volvería a sorprender”, dice casi al final este relato periodístico. Y lo dice así porque supone, presupone, que el asesinato de su esposa no fue para este hombre otra cosa que una sorpresa, una sorprendente calamidad.

Un año después de este texto, el Congreso puso más palabra y volumen político al tema. Una especie de BASTA de neón se encendió en el digesto de las reglas sancionadas. Llevó por número el 26485 y se llamó: “Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres”. Aburrido, de tan obvio. Necesario, de tanta colonización cultural.

Se establecieron allí, en el artículo 5°, para más detalle, cinco tipos de violencia. Cuatro, híper trabajadas en la legislación argentina: la violencia física, la sexual, la psicológica y la económica/patrimonial. Pero le agregaron la simbólica y la mediática, “que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, iconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de las mujeres en la sociedad”. Una novedad, para los marcos normativos de las relaciones de dominación perpetuadas por una organización patriarcal.

No es ni siquiera nuestro -de las mujeres quiero decir- esto de notar y hacer notar que hay un tipo de violencia sutil, escondida, tramposa. Pierre Bourdieu fue uno de los que se refirió a la cuestión. Él estableció la dominación masculina sobre las mujeres como un ejemplo paradigmático del tipo de violencia que se ejerce en nombre de un principio simbólico que es conocido y admitido tanto por el dominador como por el dominado. Es “sutil” y en ocasiones hasta “invisible” y tiene la particularidad de ser el sostén de otros tipos de violencia. Básicamente porque naturaliza y refuerza hábitos de sumisión.

Suelen hacernos muecas algunos y algunas que no terminan o de entender o de ser conscientes de sobre qué cosa va el problema. “Otra vez con la cantilenita feminista”, dicen o sugieren con ese gesto tan característico de quienes ni osan asomarse a comprender. Pues, para ellos, van aquí algunos datos, de los duros, como decimos en periodismo, a ver si les pegan: en los medios, 76% de las personas sobre las que hablan las noticias son hombres. 46% de las notas refuerzan estereotipos de género y sólo 13% de las noticias tienen a mujeres en rol central, aunque, claro, lamentablemente en la mayoría de los casos, somos nosotras las protagonistas porque una de las nuestras fue o golpeada, o asesinada o violada o ultrajada o pide a gritos que les devuelvan a sus hijos. Un tipo de protagonismo noticioso que preferiríamos no poseer. ¡Ah! Y por si algún/alguna anda completamente perdido en la temática. De la violencia de género se dice que es patriarcal por una razón bastante sencilla: en el 95% de casos, la víctima es mujer.

Uno de los sopapos que más me dolió vino de un hombre. Un hombre periodista. Y también fue en 2009: “La fábrica de hijos”, tituló. “Conciben en serie y obtienen una mejor pensión del Estado”. Humillante, dolorosa, escalofriante. Increíble. Pero el knockeo viene en ese envase: de género y de clase. Ser mina es difícil. Pero ser mina y ser pobre… Ni Clarín te lo perdona.

Me cae bien cuando lo explica Aníbal. Fernández, ¿qué otro? Tiene yeca, barrio, y el modo arrabalero y provocador, sacude. Y por eso es eficaz. Hace unos días se lo dijo a Baby Etchecopar, sobre el aborto y en tele: “yo si tengo que levantar la mano, la levanto y voto a favor”. Dos veces. Lo reiteró. Quizás sea porque es verdad que se conmovió.

Mariana Carbajal, la periodista, la militante incansable por el derecho al aborto seguro, en su libro lo cuenta así: “El (entonces) jefe de Gabinete se definió como “un tipo de fe”, “católico” y dijo que “desde el punto de vista dogmático” está “absolutamente en contra del aborto”. “La verdad –afirmó—es que no hay nadie en el mundo que esté a favor del aborto como concepto. El tema es que la casuística obliga a todo el mundo a pensar en eso”. Contó que siendo intendente del partido bonaerense de Quilmes le tocó conocer muchos casos de mujeres (pobres ellas, por supuesto) que caían para practicarse un aborto en manos de “hijos de puta” que “por tres pesos las hacen pedazos” y “encima las tenemos que denunciar para penalizarlas”. A “todo esto hay que encontrarle una solución”, consideró. Y anunció que “voy a trabajar de cualquier manera”, a pesar que el tema “colisiona con mi dogmatismo”, para que “este tipo de bestialidades que se cometen y que padece nuestra gente y que tiene que ser resuelta, encuentra la mejor forma. Y a la mejor forma que encuentre, voy a sumarme”, se comprometió.

Porque de las 100 mujeres que mueren por año por abortos inseguros, casi todas son pobres. Pobres y, por supuesto, minas.

En la Argentina, entre 450 y 500 mil es la cantidad de abortos clandestinos que se practican. Las que tienen con qué pagar (tenemos) no morimos. Pero quienes no, tienen altas posibilidades de pasar a formar parte del espantoso primer lugar en los casos de muertes maternas: hay 300 casos, dicen los números más confiables, por año y un tercio es por abortos mal practicados.

En febrero de 2013 supimos de una niña riojana de 12 años que tuvo mellizos y de su hermana de 14 que era madre de un bebé de meses. ¿Esas niñas sabían qué tenían otras opciones? ¿Alguien se las había acercado?

El asesinato de la joven chilena nos hiela la piel. Y Noelia y Melina y Ángeles suenan como maldiciones sobre el sueño de un futuro feliz para las niñas y las jóvenes de por aquí. ¿Por qué sigue costando llamar femicidio al crimen contra mujeres? ¿Por qué aún no es posible que esas muertes ingresen al respetado olimpo de los crímenes de primera categoría, ese que los enjutos periodistas llaman “inseguridad”? ¿Por qué el representante más circunspecto de ellos cuando se refiere a las puñaladas sobre el cuerpo de una joven sigue diciendo “crimen pasional”? La tele se ha ocupado de que la boca carnosa de Melina y las minis de Noelia ocupen más espacio que la aberración de su crimen.

Juan Carlos Volnovich es un reconocidísimo psicoanalista. Es varón, pero es de los feministos que acompañan la lucha de las mujeres. Y en este debate en que estamos metidos, la pifiamos fiero si no hacemos un hueco, en este contexto de discusión sobre los derechos, y sobre la violencia hacia las mujeres, al elemento político que ronda silencioso: el que, como él la llamó, tengamos una “Presidenta sexy”.

En un brillante artículo sobre la cuestión, Volnovich dijo: “En el momento de jurar como Presidenta, Cristina anticipó que, seguramente, a ella le iba a resultar más trabajosa su función por el hecho de ser mujer. No pudo avizorar, entonces, hasta qué punto la presidencia iba a convertirse en una misión imposible. No sólo por su condición de mujer. No por victimizarse detrás de una identidad devaluada, sino por ser mujer a su manera. Mujer sin atenuantes que ejerce sin atenuantes el Poder. Hay en eso algo más que una cuestión de estilo. ´Mujer sexy en el máximo poder de la Nación´ es un problema de estructura. Esa característica despierta un plus de odio. Se vuelve insoportable. De modo tal que esa ira visceral no se explica sólo como reacción a una política equivocada o respuesta indignada por la desilusión o la defraudación, no se agota en las razones. Lo insoportable se funda en la evidencia de una mujer sexuada que ejerce el Poder sin disimulo: que no apela a los estereotipos maternales que pudieran dulcificar su gestión. En ella, ese amor hacia los hijos no se vuelve virtud pública. Cristina renuncia a una abnegación que bien pudiera aligerarla y, así, toma distancia de un modelo Bachelet o de un modelo Angela Merkel, tan protectoras, ellas; tan maternales, tan trajecito sastre, tan antídoto contra la lujuria. Lejos de instalarse en el camino de una reina madre, de una reina virgen, elude ese otro prejuicio patriarcal que supone a las mujeres tontas pero sabias para la intriga y, sobre todo, expertas en el usufructo vicario del poder masculino”.

“De modo tal que no son los enemigos los que cuentan. Después de todo ¿qué político no tiene enemigos, adversarios, contrincantes? Pero esa ira irracional que le hace perder la compostura a la gente ´bien´, ese exceso de indignación, ese ´no me la banco´, ´no la soporto´, ´la detesto´, viene de otra parte. Ese plus de odio habita en aquellos que se sienten agraviados, testigos involuntarios de valores mancillados. Son las consecuencias, inevitables, de una estructura patriarcal resentida en sus cimientos cuando una mujer sexy, no madre, no puta, no macho, nada tonta, se ubica en la punta de una pirámide jerárquica”.

¿Oyeron? Mujeres sexy, no madres, no putas, no machos, no tontas. Mujeres que se acompañan y que se siguen. Mujeres que se deciden y deciden. Mujeres que protegen a sus pares más vulnerables. Mujeres que saben que otras de las suyas fueron asesinadas por su misma condición. Mujeres que quieren aborto seguro, legal y gratuito para no tener que abortar. Mujeres en zapatillas o mujeres con taco. Mujeres que dicen que sí. Y mujeres que saben que cuando dicen que no, es no.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Programa SF 135 - Hugo Cañón y Daniel Cabezas - 22 de Noviembre de 2014


Periodismo de infantería.
por Mariana Moyano
Editorial SF del 22 de noviembre de 2014
No es menos brutal que lo del ex teniente coronel Anselmo Pedro Palavezzatti porque lo haya dicho un presidente estadounidense y en plena conferencia de prensa. El ex militar fue, quizás, más burdo, más rústico, cuando en ese intento autoexculpatorio frente al Tribunal 1 de La Plata contó que con el diario El Día de La Plata trabajaban codo a codo para oler el clima de la calle, el estado de ánimo, respecto de la dictadura. Estaba siendo juzgado y contó que, juntos -uniformados y diario- hacían “un tipo de encuesta en la vía pública, de forma reservada. Eran informales. La gente no sabía que era una actividad de inteligencia. Se las encargábamos a El Día porque los diarios saben de esas cosas cotidianas”. Fue brutal y puso al periódico en un problema. Pero sigue la misma línea –porque no es una casualidad sino un plan sistematizado desde lejos en la geografía y en el tiempo- que lo de Dwight Eisenhower. “Nuestro objetivo en la guerra fría –sostuvo el entonces mandatario- no es conquistar o someter por la fuerza un territorio. Nuestro objetivo es más sutil, más penetrante, más completo. Estamos intentando que el mundo crea nuestra verdad. A los medios que vamos a emplear para extender esa verdad se les suele llamar guerra psicológica. No se asusten del término. La guerra psicológica es la lucha por ganar las mentes y las voluntades de los hombres”.
Un eslabón está encadenado al otro: el Manual de operaciones psicológicas de los militares argentinos –tomado de otras experiencias de conquista, colonización e infiltramiento-, es decir, la preparación del terreno para, primero, construir al enemigo, luego hacer silencio frente a la muerte y tergiversar o fraguar la información existente y, por último, justificar los hechos una vez conocidos. Ahí hay un poco de Consenso de Washington, otro tanto de Escuela de las Américas y bastante de la actividad de Francia sobre Argelia. En paralelo, por supuesto, con el crecimiento de penetración de los medios en el mundo.
2014 viene siendo –y todo indica que finalizará del mismo modo- un año bisagra en este tan arduo trabajo de comprender que la labor de los medios argentinos durante la dictadura no se limitó a apropiarse de empresas del Estado para quedárselas para sí y obtener de este modo la piedra basal del imperio posteriormente construido. No terminó en entregar a las garras de los ejecutores de los asesinatos a líderes obreros. No finalizó en denunciar a periodistas que se habían atrevido a denunciar(los). Su trabajo de sociedad y participación fue mucho –al decir de Eisenhower- más sutil, más penetrante, más completo: fueron la avanzada en la guerra por nuestras mentes. Y es en 2014 cuando especialmente dos acontecimientos ponen sobre la mesa prueba, testimonio, accionar judicial y condena.
El primero de los ejemplos lo contaremos a través de la pluma de la revista MU. Porque estuvo rigurosa y hermosamente relatado allí:
“El momento más denigrante del periodismo argentino tiene fecha: setiembre de 1979. Fue cuando la dictadura desplegó en los medios los servicios de la agencia multinacional Burson Marsteller. Pagó 1 millón de dólares para que le diseñaran una campaña que neutralizara la primera visita de una comisión internacional dispuesta a investigar las denuncias por violaciones de derechos humanos. Se sabe hoy que a Burson Marsteller le corresponde el copyright del inolvidable slogan “Los argentinos somos derechos y humanos” que el entonces ministro del Interior, Albano Harguindeguy, mandó imprimir en 250.000 calcomanías autoadhesivas. Lo que no se sabe aún es si esta historia de Thelma Jara de Cabezas hay que leerla en el contexto de esa campaña y como una de sus mentiras más exitosas y perdurables”.
“Thelma es una princesa guaraní. Nació en Corrientes, se casó en Ushuaia, parió a sus 2 hijos en Buenos Aires y regresó al fin del mundo hasta que dijo basta. Desde entonces, se radicó en Carapachay, donde crió a sus varones, sola. Trabajaba de asistente dental. Era activa, moderna, decidida. Los 70 la encontraron sin tiempo para la política, pero alentando a sus hijos a volar tras sus sueños. El mayor, Daniel, se fue a México a estudiar cine. El menor, Gustavo, comenzó a participar en Montoneros. El 10 de mayo de 1976 lo secuestraron en un operativo callejero. Había militado sólo seis meses. Tenía 17 años”.
“La desaparición de Gustavo convirtió a Thelma en una de las fundadoras de Familiares, la primera organización de derechos humanos nacida en plena dictadura. Thelma fue secuestrada el 30 de abril de 1979 en la puerta del Hospital Español, en plena Capital porteña. Había ido a cuidar a su ex marido”. La agarran de los pelos en plena calle, la suben a un auto y la llevan a la ESMA.
“Vieja de mierda, hablá”, era la palabra que mediaba entre uno y otro maltrato físico. Y el insulto salía de boca de ´Marcelo´, el represor que la torturó, que la siguió por el mundo cuando ella buscaba apoyo internacional para rescatar a su hijo y quien estaba en la otra mesa de ese bar en que el periodismo argentino cometió una de sus más horripilantes bajezas. Marcelo es Ricardo Miguel Cavallo, quien desde el 26 de octubre de 2011 cumple prisión perpetua.
“Fue el inefable José Alfredo Martínez de Hoz –sigue la magnífica crónica de MU”- el que recomendó a la Junta Militar contratar los servicios de la agencia internacional Burson Marsteller para contrarrestar las denuncias que en foros y prensa internacionales lograron difundir Madres y familiares de desaparecidos. Su mano derecha, Walter Klein, por entonces titular de Coordinación y Planificación Económica, fue quien viajó a Nueva York para reunirse con Víctor Emmanuel, el responsable de la ´cuenta´ argentina. Emmanuel admitió su participación en el diseño de la campaña en una entrevista que le realizó la investigadora Marguerite Feitlowitz y que publicó en su libro A Lexicon of Terror, de 1998. En esa entrevista, Emmanuel justifica: ´La violencia era necesaria para abrir la economía proteccionista, estatista´ de Argentina”.
“De aquella época en Burson Marsteller solo queda hoy el octogenario fundador, Harold Burson, quien en una reciente entrevista explicó cuál es la especialidad de su empresa: ´Una agencia de publicidad compra espacios en los medios para dar un mensaje directo. Nosotros nos dedicamos a generar espacios de influencia. Ya sea a través de personas o de medios. Nuestro objetivo es narrar la historia de nuestros clientes de modo de imponerse sobre sus críticos y que las cosas se miren desde nuestro punto de vista´”.
“El mismo día que llegó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a Buenos Aires, la revista Para Ti publicó en tapa el falso reportaje titulado ´Habla la madre de un subversivo muerto´. Cinco páginas, varias fotos y un argumento: una Madre desacreditaba las denuncias de las Madres´. La habían llevado a una peluquería, le compraron ropa y la trasladaron a la confitería Selquet”, en Nuñez, para la nota. Firmó Eduardo Scola y Tito La Penna tomó las fotografías. Ambos declararon como testigos en la causa sobre el delito de esta entrevista fraguada. Thelma no supo qué habían hecho con ese reportaje mientras estuvo secuestrada ni hasta mucho tiempo después de ser liberada. Se enteró el 7 de diciembre de 1979.
Daniel, su otro hijo había vuelto a la Argentina en el marco de la denominada contraofensiva. Fue detenido y en la puerta de la cárcel mientras ella hacía fila para verlo, un familiar de otro detenido le gritó “Traidora”. La nota de la revista Para Ti había cumplido su cometido.
Burson Marsteller siempre fue eficiente. En 2013 fue nombrada Agencia Latinoamericana del Año por la publicación especializada en marketing The Holmes Report.
La primera denuncia contra Para Ti, la familia –vueltas de la vida, patrocinada por Alberto Fernández- la presentó en 1984, pero las leyes de obediencia debida y de Punto Final archivaron la demanda. Décadas y cambio de políticas después en el juzgado de Sergio Torres no sólo prosperó la denuncia contra el directorio de Editorial Atlántida, sino que la causa se convirtió en la punta del iceberg. Apelaciones mediante, el periodista Agustín Botinelli pudo eludir varias indagatorias hasta este año cuando luego de hablar fue procesado el entonces editor responsable de la publicación. “Es la primera vez en Argentina que un periodista, que fue parte del aparato de encubrimiento, del operativo de inteligencia y de acción psicológica de la represión, es procesado”, indicó el abogado Pablo Llonto, representante legal de Thelma Jara.
Quien no faltó a ninguna de las dos indagatorias fue Vicente Gonzalo Massot. El 20 de noviembre -luego de que la cita debiera ser pospuesta por una triquiñuela del juez que tuvo antes la causa, Santiago Ulpiano Martínez, contra Álvaro Coleffi, quien actualmente la lleva adelante- a las 7 de la mañana, el dueño de La Nueva, como se llama ahora La Nueva Provincia, llegó con la altivez y elegancia de siempre a Lamadrid 62, donde funciona la Secretaría de Derechos Humanos del Juzgado Federal local. Se encontró allí con su abogado Rubén Diskin.
Massot está acusado de integrar “junto con los mandos militares una asociación ilícita con el objetivo criminal de eliminar un grupo nacional”, para lo cual habría contribuido desde sus medios “de acuerdo a las normativas y directivas castrenses y en cumplimiento de tales órdenes”. Está imputado como coautor del homicidio de los obreros gráficos Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola, “instigando, determinando, prestando aportes indispensables para su concreción material y encubriendo a sus autores inmediatos” y haber efectuado “aportes esenciales”, que “consistieron en el ocultamiento deliberado de la verdad” en los secuestros, torturas y homicidios de 35 personas. En criollo: acción psicológica y autoría intelectual o complicidad en asesinatos.
Dentro de las oficinas, Massot hizo lo mismo que la vez anterior. Hizo la puesta en escena acerca de que la “memoria de mi madre no será mancillada”, pero volvió a tirarles todo el balde de lodo a la difunta Diana Julio de Massot y a su fallecido hermano Federico: “Ellos manejaban todo”, se defendió. Parece práctica acordada. La famosa periodista Renée Sallas, quien se cansó de firmar en Atlántida notas panegíricas de los personajes de la dictadura, cuando fue citada a declarar en la causa Jara, no hizo otra cosa que culpar de todo a uno de los Vigil, al muerto.
Massot está judicialmente complicado: se mantuvo en lo suyo, pero la prueba documental hallada y procesado entre la primera y esta indagatoria lo complica notablemente. Como lo explica con la precisión de siempre el periodista Diego Kenis en su nota de la agencia Paco Urondo: “el empresario no logró rebatir documentos hallados en el curso de la investigación e incorporados a la causa poco después de su declaración de abril. Los más contundentes son los que pertenecen al archivo contable de la empresa, secuestrados en el allanamiento del 8 de ese mes y analizados por la Oficina de Investigación Económica y Análisis Financiero (OFINEC), que el 25 de abril concluyó que el imputado se desempeñaba ´en forma permanente´ en el diario en 1976 y que cumplía el rol de editorialista, de los principales en su estructura periodística. Además, en los archivos consta que entre septiembre y noviembre de ese año tuvo ´asistencia completa´. Los datos desmienten no sólo su ausencia de la ciudad en 1976 sino también sus afirmaciones respecto a que recién en 1977 comenzó a trabajar en la empresa familiar.
En el caso específico de los obreros gráficos asesinados, a ese corpus se agregan un poder firmado por su madre que certifica que a Massot le fue encomendado en 1975 ´todo trato con el personal´ en conflicto con la patronal y una decena de actas notariales que avalan que los encuentros con los delegados gremiales no fueron excepcionales, como pretendió explicar el 18 de marzo en una declaración de carácter espontáneo, sino frecuentes”.
En el mismo momento en que Massot caminaba arrogante hacia el despacho del juez, el propio Coleffi se enteraba, “casualmente” a través de LU2, la radio de Massot, que el magistrado Martínez lo había denunciado penalmente por la filtración al programa La Brújula de Bahía Blanca de las escuchas de la causa contra Juan Suris, este supuesto narco ex novio de la vedette Mónica Farro. La Cámara ya había hecho un movimiento sospechoso: habían corrido a Coleffi –un cuadro judicial de 20 años de actividad en el área penal- al ámbito de las causas tributarias. Se olía que Coleffi había empezado a molestar al establishment bahiense, aunque no sólo. Es decir, desde el entorno del juez que acusaba a otro de filtrar información a los medios, filtraban a LU2 el dato de la denuncia penal a un magistrado que empezó a ser molesto por eficaz.
Inevitable pensar en los teros, que chillan en un lado, pero lo que les importa es lo que está en otro. Suris + Fariña=Lázaro Báez, dice la lógica lanatesca. Las filtraciones a los medios empezaron en enero, pero preocupan recién cuando Massot está a punto de ser procesado.
Todas las fuentes confiables de la justicia bahiense (pocas) dicen que Coleffi se puede animar. Tienen razones para ser tan categóricos. Mientras otros dilapidaron tiempo, él buscó al ex capellán Aldo Vara (quien confesó que recomendaba a los cadetes del Ejército no contar nada sobre las sesiones de tortura), imputado por delitos de lesa humanidad, hasta debajo de las baldosas. Trabajó con Interpol y lo encontró. Estaba en Paraguay y desde allí lo trajo para acusarlo. Había estado ocho meses prófugo gracias a la cobertura brindada por la jerarquía eclesiástica, la que le hacía llegar los cheques de su sueldo como cura gracias al arzobispo bahiense Guillermo Garlatti. Coleffi, además de hallar a Vara hizo otro movimiento: indagó y procesó a Garlatti. Jaque a la iglesia de la dictadura. Parece que para los poderes civiles, este juececito ya había ido demasiado lejos.
Los detalles y vericuetos los cuenta bien el periodista de Página 12 Diego Martínez, otro obsesivo de una movida jurídica de la que no todos, lamentablemente, terminan de comprender su importancia política: “La denuncia por encubrimiento la formularon los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani al día siguiente de la captura de Vara, luego de certificar en la curia que nunca había dejado de cobrar su jubilación. El juez subrogante Santiago Martínez había dejado pasar una semana, delegando la causa en el fiscal Antonio Castaño y diez días después de la denuncia autorizó el allanamiento al arzobispado. Ante la licencia de Castaño, lo reemplazó el fiscal Alejandro Cantaro. Ambos fiscales insistieron sin suerte con los pedidos de indagatoria ante Martínez, que también se tomó licencia. El lunes lo reemplazó Coleffi, quien analizó las pruebas acumuladas y de inmediato fijó la fecha de las indagatorias. Mientras Martínez disfrutaba de las Rutas del Vino en España con otros colegas de la justicia bahiense, Coleffi ubicó a Vara y tomó medidas contra el arzobispo”.
Martínez ha sido uno de los jueces que más obstruyó el avance de las causas de lesa humanidad con imputados civiles. Estos días se hizo un poquito más famoso por procesar al periodista Germán Sasso, director del portal La Brújula, el que puso al aire las escuchas en Bahía que ya en el verano repetía hasta el cansancio TN.
A este magistrado le gusta el rugby y la buena comida. Hasta ahí, sólo se lo puede acusar de sibarita. Pero los organismos de DDHH de Bahía Blanca no se detienen en eso, sino en que siempre ha demorado las investigaciones sobre delitos de lesa humanidad.
Como indica la crónica de Infobae, Martínez es “egresado de la Universidad de Buenos Aires, ingresó a la Justicia en 1981, en plena dictadura, como auxiliar en el Juzgado Nacional en lo Civil Nº 22. Su protector fue el ex juez federal Luis Armando Balaguer, condenado a prisión por varias estafas y falsificación de documentos. En 2009 pasó de secretario del juzgado federal 2 a juez subrogante en el 1. Ese Juzgado tiene fama de beneficiar a represores desde que en los 70 su titular era Guillermo Madueño, quien llegó a estar preso por su rol durante la dictadura, luego de que estuviera prófugo. Alcindo Álvarez Canale, el predecesor de Martínez, también renunció en medio de denuncias por complicidad con represores, y se tuvo que apartar en la causa que investigaba a la Armada luego de que denunciaran que su esposa fue personal civil de esa fuerza en los años de plomo”.
Martínez fue cuestionado, además, por negar la imputación de 70 militares acusados de cometer delitos sexuales durante la dictadura, por posibilitar la fuga del coronel retirado Carlos Alberto Arroyo, por favorecer a Vara y por rechazar los pedidos de indagatoria a Massot y al fallecido jefe de redacción en los 70, Mario Gabrielli.
Pero el CV de Martínez no termina allí. Hasta la Presidenta se refirió a este juez: vía twitter, Cristina Fernández lo fustigó duro –y con razón- cuando otorgó una cautelar al grupo Clarín para que la AFSCA no pudiera llevar adelante la reorganización de la grilla. Y, memoriosa como es, recordó que fue él quien rechazó el pedido de extradición que Francia había hecho para juzgar a Alfredo Astiz por las desapariciones de las monjas Leónie Duquet y Alice Domon.
Ahora, la última jugada de la que participa Martínez es su denuncia penal contra Coleffi para quebrarlo y para que no avance en la causa Massot. El otro pedacito del andamiaje es que de los expedientes que tenía Coleffi se ocupe una jueza que no tiene la más mínima experiencia profesional en delitos de lesa humanidad: Ana María Araujo, hija de Ricardo Araujo represor de la Armada con procesamiento firme por casi 60 crímenes y al borde del juicio oral y, para más pornografía en la operación, cuidadora y responsable del detenido.
Hay algunos que somos paranoicos y conspirativos. Pero es porque tenemos enemigos y porque la realidad pone en evidencia la conspiración. No hay que ser muy astuto para darse cuenta de que este movimiento de tentáculos implica acorralar a un juez para debilitarlo y que sus opciones sean o hacerse a un lado y no procesar a Massot o atreverse y que se agilice una denuncia en su contra que puede correrlo de la vida judicial.
Como diría Rodolfo Walsh en su magnífico Rosendo, la “historia superficial” de lo que estamos contando es el procesamiento de un gris periodista de apellido Botinelli y la investigación que recae sobre bastante más poderoso y provocador Massot. Pero su “tema profundo” es el encadenamiento de complicidades, sociedades, amistades, lealtades y hermandades de los medios de comunicación más poderosos con lo más rancio de la dictadura; lo que es lo mismo que decir, la posibilidad de que recaiga sobre el verdadero poder algo del peso de la Justicia.
Tanto movimiento nauseabundo tiene una sola motivación: el periodismo de infantería empezó a ser acorralado y obligado a sentarse en el banquillo. Su tarea fue a largo plazo y engarzada con el resto de los poderes permanentes. Su objetivo no fue conquistar o someter por la fuerza un territorio. Fue más sutil, más penetrante, más completo. Intentaron que creyéramos su verdad. A los medios que emplearon para extender esa verdad se les suele llamar guerra psicológica. Y no hay que asustarse del término. Asustémonos por lo que hicieron y animemos a quienes pelean por sentarlos para que den cuenta de para qué y cómo trabajaron por ganar nuestras mentes y voluntades.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Programa SF 134 - Stella Segado y Cecilia Garcia Novalini - 15 de Noviembre de 2014


“2- 0- 12 volvió”.
por Mariana Moyano
Editorial del 15 de noviembre de 2014 

En un intermedio de una extensa entrevista con un histórico dirigente del peronismo, tomé coraje y se lo pregunté. Él había sido testigo privilegiado: el día en que mataron a Rosendo García en la pizzería La Real de Avellaneda, él estaba en el Teatro Roma -a la vuelta del tiroteo- participando de un encuentro del Partido Justicialista. "Las cosas no fueron como las cuenta Walsh en el libro. Vandor no lo mandó a matar", me respondió. Me quedé de una pieza. Congelada. Porque me desmentía al héroe, porque yo no tenía forma de rebatirle – a él, nada menos- y porque temí que mi interrogante fuese la razón por la cual la entrevista se iba a dar por terminada.

No me echó. Muy por el contrario. Siguió siendo el amable y carismático caballero de siempre. Así que me envalentoné. “Si no es ahora, no es nunca”, me dije. "Y si no es cierto lo que cuenta Walsh, ¿por qué ha podido esa versión instalarse como cierta?", agregué tímidamente cuando me interrumpió para completar mi frase y su respuesta: "Versión cierta y, sobre todo, única. Es sencillo el por qué. Porque nosotros nunca tuvimos un Walsh que contara los hechos desde otra perspectiva".

No pude volver a concentrarme en la nota. Siguieron mis preguntas y sus respuestas, pero todo lo que hice de ahí en más fue mecánico. Confié ciegamente en el grabador. “Ya veremos cuando edite”, me acuerdo que pensé.

Mi cabeza estaba en un solo sitio. Detenida en dos conceptos: “nosotros” y “versión cierta”. Quién era ese “nosotros” peronista que no incluía a Walsh y cómo pese al paso del tiempo y las revisiones, Walsh mantenía esa potencia de instalar relatos incontrastables.

El poderío de la obra de Walsh, lo sabía, estaba en esa armoniosa y perfecta combinación de datos irrebatibles y pluma imbatible. Mal que les pese a los panfletarios que levantan su figura y creen emularlo, habiendo leído –y de costado- apenas la Carta Abierta a las Juntas, Walsh no es ni un desaparecido, ni un héroe porque se atrevió a decir que las tres A son las tres Armas; pudo culminar su obra con ese escrito de denuncia que conmueve hasta a las piedras y que se adelantó décadas a su tiempo porque su camino de textos perfectos ya había sido recorrido.

Buscó, hurgó y no cesó hasta obtener el dato que coronara su nota y estuvo abierto a la información sin que ningún prejuicio le cerrara los oídos. Por eso cuando escuchó hablar al fusilado que vivía y a su historia increíble, la creyó en el acto. Por eso pudo armar un croquis y reconstruir la escena del crimen de Rosendo en su departamento junto a Lilia, a quien le hacía sostener piolines que simulaban el recorrido de las balas. Por eso pudo dar con el asesino de Satanowsky y hasta escribir la "Respuesta a Cuaranta". Por eso pudo casi al final de Operación Masacre tirar todo por la borda y decirle al lector que no confíe en él, que "descrea de lo que yo he narrado, que desconfíe del sonido de las palabras, de los posibles trucos verbales a que acude cualquier periodista cuando quiere probar algo, y que crea solamente en aquello que, coincidiendo conmigo, dijo Fernández Suárez”, el hombre cuya acción desenmascaró Walsh.

Y ese “nosotros”, ése que dejaba afuera al escritor/periodista y militante que ya era cuando escribió Rosendo, probablemente bastante tenía que ver con algo que reconociera el propio Firmenich en el documental Operación Walsh: “Nosotros pensamos en el ajusticiamiento de Aramburu porque accedimos a lo ocurrido a través de Operación Masacre”.

Papeles, libros y datos que marcan a fuego la historia y el transcurrir del peronismo. Que lo hacen ir hacia un lado o hacia otro. Que trazan una raya entre unos “nosotros” y otros, y que -a veces- construyen un solo colectivo.

No es exagerado decir que si uno recorre la historia y la tragedia del peronismo, transita y accede a la historia de la Argentina de los últimos 70 años. Y probablemente es por eso que la memoria peronista está tan repleta de cadáveres robados, de cuerpos desaparecidos y de papeles hurtados. Walsh lo sabía. Sabía que la irrebatibilidad de la historia contada estaba en ese dato imposible de ser puesto en duda, en ese dato que siempre el poder ocultó, robó o desapareció para que, justamente, la historia no pudiera ser contada.

Por eso, casi al final, luego de probar hasta con el más mínimo detalle cómo y por qué ocurrieron los fusilamientos del basural, él tiene ese gesto valiente de proponerle al lector que tire toda esa magnífica obra por la borda, que no le crea y sólo oiga lo que aporta su enemigo: “Empiece por dudar–dice- de la existencia misma de esos hombres a los que, según mi versión, detuvo el jefe de policía en Florida, la noche del 9 de junio de 1956. Y escuche a Fernández Suárez ante la Junta Consultiva el 18 de diciembre de 1956: CON RESPECTO AL SEÑOR LIVRAGA, QUIERO HACER PRESENTE QUE EN LA NOCHE DEL 9 DE JULIO RECIBÍ LA ORDEN DE ALLANAR UNA CASA... ENCONTRÉ A CATORCE PERSONAS... ENTRE ELLAS ESTABA ESTE SEÑOR”.

“Yo he afirmado–continúa Walsh- que él detuvo a esos hombres antes de entrar en vigencia la ley marcial. Y para determinar la hora en que se promulgó, no me he limitado a consultar los diarios del 10 de junio de 1956, que, unánimes, informan que se anunció a las 0.30 de ese día. He ido más lejos, he buscado el libro de locutores de Radio del Estado, para probar, al minuto, que la ley marcial se hizo pública a las 0.32 del 10 de junio. No acepte el lector mi palabra, pero acepte la del jefe de policía: A LAS 23 HORAS ALLANÉ EN PERSONA ESA FINCA.”

Así como en el gran texto póstumo dirá con el escepticismo de la inteligencia “sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido”, en los momentos finales de Operación Masacre, afirma: “Los hechos que relato en este libro fueron sistemáticamente negados, o desfigurados, por el gobierno de la Revolución Libertadora”. Y ese punto final, lejos de clausurar, abre, abre la puerta y la esperanza a que un día se sabrá que lo que narró, ocurrió exactamente cómo él lo probó.

Horacio Gándara fue un capitán de ultramar que investigó y denunció el vaciamiento que las dictaduras de los 60/70 hicieron de la empresa nacional ELMA. Rojas –paradójicamente- lo apoyó, Lanusse lo puso preso y el último régimen militar lo asesinó. Y Walsh, para variar, se ocupó también de él.

Lilia Ferreyra –su compañera- contó en el suplemento Radar que: “Con el título ´El fin de la inocencia´ se distribuyó en diciembre de 1976 el Informe Nº 2 de Cadena Informativa sobre dos grandes negociados producto de la política económica de Martínez de Hoz y el asesinato (en noviembre del ‘76) de Gándara, quien venía denunciando desde 1969 el vaciamiento de la flota mercante en beneficio del grupo norteamericano Conway. ´Amigos de Gándara –decía el cable- revelaron que estaba revisando el manuscrito de una nueva denuncia en la que el principal acusado era el almirante Emilio Massera. Temiendo lo que ocurrió, se había mudado de casa. Detectado por el Servicio de Informaciones Navales, un pelotón especial de la Escuela de Mecánica de la Armada se encargó de silenciarlo para siempre. ´La historia se repite –comentó a CADENA INFORMATIVA un periodista habitualmente bien censurado–, se empieza reprimiendo por supuestos ideales y se termina asesinando por dinero. La represión y la corrupción pueden andar separadas unos meses pero siempre acaban por juntarse´”.

Walsh lo contó. Lo dejó asentado con dato, testimonio, detalle y pormenor.

Parece mentira, pero aún hoy los bombardeos y el fuego de las ametralladoras sobre la Plaza de Mayo en 1955 siguen siendo hechos que no siempre son tomados como tales y, por tanto, se someten a discusión.

“Seis periodistas acreditados en la Casa de Gobierno bajaron a los sótanos y se apretujaron –con 400 empleados– en los túneles coloniales sobre los que se edificó la casa (…) Una escuadrilla de aviones navales dejó caer bombas sobre el edificio y detrás de la Casa Rosada. Ninguna de ellas estalló en la plaza. Las fotografías lo prueban, porque los muertos y heridos están todos en el pavimento. La foto que se muestra es de un artefacto que cayó, pero no explotó. El peor espectáculo lo ofrecía un trolebús semidestruido por una bomba que mató a todos sus ocupantes. (…) Esa tarde la plaza estaba vacía, porque del lugar se fueron todos apenas se escuchó la primera estampida. No quedaron ni las palomas. Enseguida se organizó la represalia: incendiar las iglesias. (…) Manuel V. Ordoñez vio caer una bomba sobre la curia. La verdad es que allí no cayó nada: la incendiaron los peronistas. (…) No es cierto que se hable poco del bombardeo y mucho de las iglesias quemadas. Es al revés. (…) Yo le pediría a la Iglesia que no se olvide de la quema de los templos. Ni en la guerra civil española ocurrió semejante cosa”, leo decir a Hugo Gambini en la revista Criterio, ayer no más, aquí a la vueltita, en septiembre de 2012. Todavía.

Hasta los impactos de las balas y de los bombardeos que siguen allí, en las paredes de mármol del Ministerio de Economía sobre Hipólito Yrigoyen al 250 y que se plantan frente a nuestras narices parecen ineficaces para decirnos que aquí pasó algo. Hasta la placa explícita es ineficiente para indicarnos que aquí pasó algo. Hasta las 80 marcas de bala con las cuales nos topamos apenas se sale del subte “A” parecen incapaces de decirnos que aquí pasó algo.

Porque ese algo fue deglutido, tragado, engullido en el agujero negro de la historia oficial. Y quedó en una zona de débil recuerdo de alguna evocación popular. Así, sin ese algo, el origen de la violencia en la Argentina es ubicado en un ataque del ERP, en una molotov de la JP, en una acción de los Montoneros o incluso en alguna picana de 1976.

La revista Ahora tituló “Bombas sobre Plaza de Mayo: la masacre del 16 de junio de 1955” y en la fotografía de tapa se ve a un hombre de espaldas, corriendo, huyendo, en medio de cadáveres, polvareda, objetos destrozados y un auto destruido. Pero parece no terminar de valer como verdad.

Era un día hábil ese gris y lluvioso 16. Los primeros en caer fueron algunos pasajeros del transporte público. A un trolebús, una bomba le dio de lleno y todos sus ocupantes murieron. 308 fue la cantidad de fallecidos y más de 700 los heridos*. Pero estos datos parecen no terminar de valer como verdad.

Por esos tiempos, el Walsh antes de Walsh, era un ex miembro de la Alianza Nacionalista, un antiperonista lonardista que escribiría la famosa crónica “2- 0- 12 no vuelve”, uno de los dos largos artículos publicados en Leoplán dedicados a los aviadores que se enfrentaron a Fuerzas del Ejército, leales a Perón en distintos sitios de la localidad de Saavedra, en la provincia de Buenos Aires. “Los pilotos de la base han tenido su bautismo de fuego el 16. Esa tarde, vencidos todos los plazos, comunican que el bombardeo se iniciará en el término de dos minutos”, relata Walsh en su texto. Y en una entonces inocente nota al pie, indica que los integrantes de ese 2-0-12 que no volverá (Estivariz, Rodríguez e Irigoin) porque ha sido derribado merecen no sólo el recuerdo sino el “homenaje agradecido de los argentinos”.

Es verdad, ni en la guerra civil española había ocurrido tal cosa. Nosotros habíamos tenido nuestro Guernica, pero nos faltaba un Picasso. Walsh, aún no era uno de “nosotros”.

Hace poco, la historia dio un giro virulento, otro. De esos bestiales. De los que sacuden el andamiaje de verdades y mitos sobre el que se funda el sentido común. Y cargada de prueba documental, llegaron acontecimientos para demostrarle a toda la historia del mitrismo contemporáneo que la violencia no se inicia cuando el subterráneo tira la primera piedra, sino cuando desde lo más alto del Estado, del poder o desde el cielo se lanza lo que daña a los de más abajo.

“Hay edificios históricos y edificios con historia”, dice una de las páginas del Instituto Browniano donde se cuenta la genealogía de la Casa Amarilla “en la que viviera durante 40 años el almirante Guillermo Brown. La casa en Barracas estaba ubicada en la hoy calle Martín García al 584. La construcción original fue demolida, pero documentos escritos, pictóricos y fotográficos prueban su existencia.En 1983 se inauguró la actual Casa Amarilla, sede del Departamento de Estudios Históricos Navales de la Armada y del Instituto Browniano”.

Pues bien, fue allí donde han sido hallados los documentos de 1955 de 1956. Versiones taquigráficas y correcciones manuscritas del propio Isaac Rojas, que prueban la planificación del bombardeo a Plaza de Mayo, la participación civil tanto en el fallido como en el concretado golpe de Estado. Actas firmadas de puño y letra que cuentan los detalles y demuestran la decisión militar de hacer a un lado a Gándara y las reseñas oficiales que explican que los fusilamientos del basural se ejecutaron antes de la puesta en vigencia de la ley marcial, es decir por fuera de toda legalidad, incluso de la del propio régimen.

Podemos leer allí que Isaac Francisco Rojas responde textualmente a la pregunta de “si en oportunidad del levantamiento del 9 y 10 de Junio de 1956 se encontraba en el Comando de Operaciones Navales”, que “el 9 de Junio de 1956, informado del levantamiento subversivo establecí la orden de repelerlo al Comando de Operaciones Navales a mi cargo. Impartí órdenes para su conocimiento y cumplimiento. Y fueron impartidas entre las 2300 y la. 2320 horas del día 9 de Junio de1956”.

Podemos leer allí que el fiscal Sadi Conrado Massüe, titular de la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas, el 7 de octubre de 1971, en una nota enviada a Lanusse que adjunta al expediente con la denuncia de Gándara contra Gnavi y otros altos oficiales de la Armada, apoya lo investigado por el capitán luego asesinado: “Indudablemente, la aplicación de un criterio acentuadamente privatista ha gravitado en detrimento de los intereses de las empresas estatales”

Podemos leer allí el modo en que departía amablemente Rojas con Lastra, Repetto, Di Vicchi, Cuchetti, Lanfranco, el General Labayru, Ordóñez, Frías, Benegas Lynch y García Belsunce padre, entre otros, en la Academia de Ciencias Morales y Sociales y cómo el Almirante hablaba de la trayectoria “honrosa” de la institución. Esa misma –con iguales y otros apellidos- que es lo mismo y que por serlo salió a defender a Vicente Gonzalo Massot en abril de este año, cuando fue llamado a indagatoria por el asesinato de dos obreros gráficos de La Nueva Provincia y por el delito de acción psicológica en el marco de un genocidio. Esa misma que, seguramente, volverá a defenderlo para presionar al juez Álvaro Coleffi cuando este jueves 20 de noviembre vuelva a indagarlo para, probablemente, poder procesarlo.

Así como aquellas actas aparecidas en 2013 fueron la prueba empírica de la planificación del genocidio y el negocio desde lo más alto; este hallazgo demuestra que señalar al golpe de 1930 y al derrocamiento de 1955 como los momentos fundacionales de la violencia política en la Argentina no es exculpar a organizaciones armadas sino darle al pasado su justa dimensión. Ya nadie más podrá hablar del “relato peronista”. Es la tinta del propio Rojas, con su letra inclinada hacia la derecha, la que da cuenta de lo sucedido y de por qué.

Apenas me enteré, en el preciso instante en que vi los documentos me fue inevitable pensar en un Walsh vivo. Un alud mental de situaciones hipotéticas se me vino encima. Lo imaginé leyendo una a una esas páginas que ratifican todo lo por él relatado, eso que transformó al Walsh en Walsh. Lo imaginé absorto fumando y con su voz cascada burlarse de los WikiLeaks frente a semejante revelación. Lo fantaseé resignificando lo escrito en esas dos placas que coronan la entrada de lo que fue la casa de Brown. A ésa que dice “Fuego rasante que el pueblo nos contempla”, pero sobre todo a la de enfrente, la que reza: “Es preferible irse a pique que rendir el pabellón”. Lo soñé en este día del militante conmemorando -achacoso pero feliz- el haber elegido, de entre todos los oficios terrestres, el violento oficio de escribir.

http://vaivento.wordpress.com/2011/06/02/la-ciudad-que-habla-las-marcas-del-bombardeo-a-plaza-de-mayo/

domingo, 9 de noviembre de 2014

Programa SF 133 - Hebe de Bonafini - 8 de Noviembre de 2014


Ella, el Ello y Ellos.
por Mariana Moyano
Editorial SF del 8 de noviembre de 2014
Ya sé que la definición no va a ser exacta. Entiendo perfectamente que me meto en un problemón si lo tomo tal cual. No pretendo en lo más mínimo siquiera rozar los conocimientos del psicoanálisis o los descubrimientos que Freud hizo sobre la psiquis. Y no busco ninguna literalidad porque –con razón- podrían ofenderse los sabios de la disciplina y la propia mujer a la que voy a referirme. Es sólo un juego. Apenas un acercamiento a una analogía que me resulta poderosa y al mismo tiempo tierna. Quiero hablar de Ella, de una Ella que con algunos de sus comportamientos nos recuerda que somos Yo, Superyó, pero también Ello.
Voy a decirlo como más o menos me lo explicaron: “El Ello es la instancia o estructura del aparato psíquico más antigua. El bebé tiene sólo Ello, y sólo el enfrentamiento con la realidad provocará en él la aparición del Yo y del Superyó. Del Ello toma el sujeto la energía para el desarrollo de su vida psíquica. En el Ello descansan los instintos, los deseos y las experiencias traumáticas. Es el enlace entre lo somático o corporal y lo mental. El principio que rige su actividad es el del placer y los mecanismos o procesos que dominan en él son los primarios”. Éste junto al Yo y al Superyó, forman los rasgos de la psiquis, según descubrió el genio austríaco.
El Yo es responsable de nuestra vinculación con la realidad y hace que los impulsos del Ello se expresen de un modo aceptable para vivir entre sujetos sociales. Es el que negocia. El Superyó, en tanto, es el último componente de nuestra personalidad. Incorpora las normas morales y valores de la sociedad de la cual formamos parte y es el que controla los impulsos del Ello, especialmente los no aceptados por el mundo en que nos desarrollamos.
El Ello, ese carente de representación, el relacionado con los instintos, el que funciona inconscientemente, el que nos guía a satisfacer nuestras necesidades, tiene mala prensa. Y con cierta razón: no podemos andar por la vida dejándolo hacer porque a fuerza de puro instinto no podríamos convivir.
Como digo, no busquen ni esperen definiciones precisas, ni taxativas descripciones psicoanalíticas. Los estoy invitando a jugar. Es sólo una analogía insolente para mirar desde otro lugar. Es una trasposición lúdica para pensar, en lugar de la psiquis, nuestra sociedad.
Así que les propongo que seamos desfachatados con la teoría; una manga de desvergonzados que lo toman a Freud un poquito a la chacota simplemente para pensar. Entonces pongamos algunas de las características del Yo en algún sitio; las del Superyó, en otro y las Ella en un tercero. Imaginemos.
De los tres, seguro, el Ello es el que posee peor fama. En nuestra Argentina, entre el deber ser kantiano entendido para el demonio y la exageración de lo políticamente correcto se ha puesto en penitencia a eso instintivo y caprichoso que la política necesita para estar viva. Y entre el Yo que consensua y el Superyó que reprime se nos hace un agujero. Se abre un vacío en el cual no hay cuestionamientos, no se solicita rewind –o la cinta de Gonzalito- o un pido gancho para aclarar las reglas con las que vamos a seguir jugando.
No escuché a muchos frenándole la bocha a Elisa Carrió ni a algunos radicales, que les dijeran “Eh! pará. Pará un poquito. ¿Si ustedes están que se mean por entreverarse con Mauricio, el PRO y todos los engendros que tienen como efecto colateral de sus alianzas, por qué nosotros tenemos que llamarnos a silencio, mirar para otro lado y hacer como si nada cuando ustedes se siguen autodenominando fuerza política de centro izquierda?”.
Tampoco se ha dicho en voz muy alta que tienen tanta vinculación ideológica los kurdos suníes y las sandalias HushPuppies como los pequeños productores agropecuarios con el –Aníbal dixit- bruto con vista al mar, o a Nordelta. Es una triquiñuela de Eduardo Buzzi y del diputado que no va al Congreso. Pero que no nos obliguen a poner cara de póker cuando nos estampan semejante pedazo de bolazo en la frente.
He visto a muchos comunicadores de ceño constipado y rostro de drama por el agua alta simular una sufrida empatía con el inundado. Pero ni mu –hablando de telúricos- acerca de que el problemita de los 5 metros de crecida del río tiene bastante que ver con que hay algunos vivos que construyeron canales ilegales para que drenen sus campos con lo que inevitablemente mandan el líquido de sus hectáreas a las zonas de casitas que cuestan bastante menos que los dólares de su producción.
Apenas uno se le animó al barrabrava que la va constitucionalista y que en nombre del republicanismo proclamado sale a guillotinar todo lo que no piensa parecido a él.
Es decir, vi una cínica corrección, esa que cuando no es verdadero respeto es burla a un tercero que no se puede defender. Vi mucho hacerse el sonso, poner cara de gil e ir corriéndose de escena para que el “como si” pasase de comportamiento de ascensor a práctica ciudadana corriente.
Porque una cosa es tener el mate lleno de infelices ilusiones e intentar salir a flote con lo que uno tenga a mano y otra bien distinta es comprar todos los números de la rifa del que manda cruel en el cartel y en el fetiche del afiche de papel. Como me gusta mucho decir a mí: yo me trago sapos no porque no sepa que son batracios, sino porque no me gusta nada tener que comer vidrio.
Entonces, ahí es donde me indigno y me salgo de la vaina por un Ello social, alguien que sin el más mínimo cuidado salga a preguntar, a decir, a cuestionar, a hablar en nombre de lo más primario, sin estas reglas que huelen hipócritas y sin que especule respecto de lo que le conviene y lo que no.
Me digo que alguien lo tiene que hacer. Que alguien lo tiene que decir. Que alguno debe trazar la raya de las cosas gruesas y gritar: “muchachos, hasta acá”. Pero no hay muchos.
Aunque hay alguna. Una Ella que mete ese aspecto del Ello que sacude lo establecido. Una Ella/Ello que se lanza sin medir. Una Ella/Ello de la energía, de los instintos de supervivencia; la que nos recuerda que tenemos deseos y la que no se queda frenada por las experiencias traumáticas.
“Imaginen el estereotipo del pibe chorro, bueno, es mi hermano", fue el cachetazo bien dado de Vanesa Orieta para hacernos entender qué es la estigmatización, a apenas horas de la aparición del cuerpo de su hermano muerto por violencia policial y por desidia judicial, política y médica. Pero no fue la única: “A la familia de Arruga no le daban bola porque eran pobres".
Lo dijo Hebe; de Bonafini, ¿qué otra? Por radio. En una entrevista en la cual –como tantas- la pasearon de un tema a otro, porque hay pocas entrevistadas tan ricas, entretenidas, divertidas y tiratítulos como ella. No la escuché. No oí la nota. Ni en vivo, ni luego. Leí el recorte de sus declaraciones. Pero me la re-imagino. Ametralla cuando acusa o cuando señala. Y se le arruga el entrecejo. Pero apenas termina de hablar, Ella, escucha. Siempre me hizo acordar a la mejor estudiante: la que más sabe y justamente por eso más quiere aprender; la que por ser la mejor maestra accede a ser alumna. A Ella le brillan los ojos cuando escucha. Y esto sí es literal. Para Ella estar pensando es una acción que también se hace con el cuerpo. Se la ve absorber, descartar y correr a un lado la realidad conocida para tirarnos un interrogante de pensamiento lateral. En eso es puro Ello, como los bebés, que no nos ahorran la incomodidad de a algo que pensábamos respondido adicionarle el siempre trabajoso de responder ¿por qué?
“¿Mi principal virtud?”, repitió cuando le preguntaron. "plasmar las ideas que me vienen a la cabeza. Yo tengo una idea en plena madrugada y la anoto. Sé que algún día la voy a hacer”.
"¿Qué son los dólares?”, interroga retórica. “Yo tengo los pesos que cobro con mis pensiones y mi jubilación. Creo que al pueblo no le interesan tanto los dólares. ¿Acaso van a ir a la carnicería, a la verdulería con dólares? Eso sólo le interesa a la gente que especula".
"Aún faltan profundizar muchas cosas con este Gobierno. Venimos de una debacle. (...) Recuerdo cuando en la época de Alfonsín salíamos del supermercado y las cosas estaban más caras. Y de Menem, ni te cuento. Cuánto daño nos hicieron estos señores y ahora quieren solucionar todo. Escucho a los radicales y pienso, ¿no se acuerdan de lo que hicieron? La gente está muy decepcionada a veces. Y tiene razón en estarlo. Van, prometen cosas, no las ofrecen".
“Mauricio Macri es un pobre tipo que quiere llegar y no puede"
“Al papa Francisco lo conocí de una manera. Acá nunca nos recibió. Desde que se hizo Papa estamos en contacto por cartas. Para mí, es como una revelación. Yo me peleé bastante con él, pero tomó algunas decisiones muy fuertes. Esperemos que a las palomas de la paz no se las coma el cuervo”.
“Scioli es un hombre que no es muy claro. Se junta con uno, se junta con el otro. No creo en la gente que cree que todos son buenos. A mí me gusta discutir con el opositor, y no sentarlo en la mesa”.
“Sergio Massa, ah, ese sí que es un cuervo como el que se comió a las palomas".
“Victoria Donda es una chica que todavía está muy confundida. Tiene derecho por lo que le pasó, pero me da mucha tristeza".
“Milani es un hombre en quien confío. Cambió. Es otro Ejército. Son otros hombres. Nosotros tenemos que trabajar para que el pueblo los conozca, que son otros”.
“¿Jorge Lanata?, ¿quién es?"
Y uno se queda petrificado. ¿Hasta dónde puede llegar esta mujer?, nos preguntamos con miedo de que nos lea el interrogante escondido en nuestras propias cabezas. Pero Ella, que es tan la parte Ello del placer, cambia de tema. Y te descoloca. Sin salirse de su puesto de guerrera y hasta a veces con el pañuelo blanco puesto comenta lo bien que le quedan las frutillas a una ensalada completa, lo generoso que hay que ser con el aceite de oliva en un buen plato de verduras y cuáles son los secretos para que el lacito de amor extienda sus hojas hasta volverse abrumadoramente imponente. Y la brava Bonafini se vuelve la abuela o la madre que uno pagaría por tener.
Ella casi nunca anda sola. Está mucho con sus cómplices, sus socias de andanzas, sus secuaces. Las otras Ellas que son esa parte del Ello sin el cual no podemos vivir. Paradójicamente, mientras son las que nos recuerdan que tenemos instintos, modos de supervivencia primarios y deseos, han sido las que permitieron que no nos pudriéramos como sociedad y quienes impidieron que nos matásemos unos a otros. Ellas fueron las que pusieron reglas, vallas, límites. Las que nos advirtieron que, de cruzarlos, perderíamos la condición de persona. Ellas no son la reserva moral. No me gusta ese mote. Me da naftalina. Son el germen de humanidad que a Argentina le quedó cuando no quedaba nada.
Hacen montoncito y caminan la ronda; se ponen hombro con hombro y cobijan la tristeza; se paran espalda con espalda y hasta a la policía montada le hacen frente; se sientan alrededor de su larga mesa y aunque sean 20, parecen un batallón. Si Ellas no estuvieran, moriría la necesaria cuota de Ello. Pero están vivas, sale lo bueno del Ello y queda 30 mil veces sobrevolando lo mejor de Ellos.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Programa SF 132 - María Laura Garrigós de Rébori y Graciana Peñafort Episodio 2 - 1 de Noviembre de 2014


El encubrimiento.
por Mariana Moyano
Editorial SF del 1 de Noviembre de 2014 

No es un problema académico. Pero de eso lo disfrazan. “Presumía que no era abogada –barrabraveó el que la va de constitucionalista-. Ahora tengo la convicción. ¡Que muestre el título, que no lo esconda más!”. Y sembró la duda entre los ávidos por razonamientos cloacales y por basura verbal. Pero él no tiene un inconveniente académico con la Presidenta; lo que le molesta es que el derecho deje de ser ese modo encriptado al que sólo acceden los elegidos o los poderosos.

No es un problema de xenofobia. Pero de eso lo visten. La legítima preocupación de ciertos núcleos progresistas acerca de una posible modificación al Código Procesal Penal que coloca como centro del debate a los extranjeros fue convertida por el diario La Nación – tan luego- en caballito de batalla para oponerse a la propuesta gubernamental. “La expulsión de extranjeros podría aplicarse en pocos casos”, dijeron, porque “según las estadísticas del Servicio Penitenciario Federal sólo uno de cada cinco presos es extranjero”. Descubrieron este 25 de octubre que no todos los males del mundo vienen de los países limítrofes. Ellos, que de Julio Argentino Roca para acá (incluso, a veces, violentando al propio Bartolomé Mitre presidente) han demostrado cuán mal les hace lo morocho del continente.

No es un problema de republicanismo. Hacen alharaca de supuesto espanto con una aprobación “a libro cerrado”, con un “trámite exprés” o con cierto “apuro en la sanción”. Pero lo que les molesta es que a un año del recambio y con una presidenta sin posibilidades de reelección se mantenga el centro de la escena y el protagonismo de la agenda. Su conflicto es con la democracia, por eso a las mayorías parlamentarias estos enojones le llaman “oficialismo que se impuso”.

No es un proyecto que concentre el mundo de las redes lo que les preocupa.Ya han perdido hasta la originalidad y a la iniciativa de un nuevo régimen para las Telecomunicaciones le estamparon el ya gastado “ley K”. “Permitirá que las telcos y Claro puedan ingresar a un nuevo mercado”, escribieron horrorizados. “Se trata de un sector en el cual los prestadores fijan sus precios libremente”, firmaron con espanto. “Cualquier operador podrá usar las redes de otros”, sostuvieron estremecidos. “Habrá una autoridad de aplicación con demasiado poder”, publicaron llenos de pavor. Y voceros, alfiles y representantes del mundo de la política están, desde hace 72 horas, con el sonsonete. Y como si no alcanzara con la burla, se muestran sobresaltados, ellos, los jerarcas de los oligopolios y de la ley de la selva del libremercado porque “se estaría habilitando algo que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual prohíbe”.
No es un problema de independencia judicial y jurídica. Aunque de eso la travistan. “hubo un murmullo generalizado en el Poder Judicial. El nuevo Código Procesal Penal que el Ejecutivo busca instalar, promete más poder a los fiscales, con un sistema de naturaleza acusatoria que vuelve a los jueces simples tomadores de decisiones. Una justicia a primera vista, más inclusiva y expeditiva. Sin embargo, los fiscales acostumbrados a perseguir delitos de corrupción tomaron esto con pinzas. El creciente poder detentado por la procuradora General de la Nación, Alejandra Gils Carbó y sus nombramientos de candidatos alineados con la Casa Rosada generaron fuerte polémica. Con esta reforma ¿el kirchnerismo busca cuidarse de futuros juicios tras terminar su ciclo y atar de manos a los investigadores?”, se preguntaba con supuesta sutil ironía pero más cerca del lodazal el émulo local de la brasilera Veja que no logra terminar de serlo porque no llega a masiva. Saben la respuesta, pero se la callan para poder ensuciar: silencian que fue esta jefa de fiscales la chica brava que se le plantó al propio Néstor Kirchner y se opuso al inicial visto bueno a la fusión de Multicanal y Cablevisión, convicción que sostiene incluso al día de hoy.

No es un problema de evasión. Aunque bajo esa bandera lo encubran.Apuntaron pero con objetivo de tiro por elevación: “Báez usó facturas falsas para evadir millones de pesos en impuestos”, fue el título de tapa. Para encastrar y en la mugre, que se pierda el dato gordo, el de los peces gordos. Mostraron para tapar. Retintinearon para ocultar, nos sobreinforman para esconder, que “la AFIP dio a conocer un listado de 1200 empresas, entre las cuales figuran varias de las más grandes del país, que enfrentan causas penales por presentación de facturas falsas en operaciones en donde se habrían evadido 1200 millones de pesos”; que entre las investigadas, hay –efectivamente- cuatro firmas de Lázaro Báez, pero que la lista de los evasores incluye a Aceros Zapla, Aeropuertos Argentina 2000, AGCO, Andreani, Arcor, Abappra, Acara, Automóvil Club Argentino, Autopistas de Sol, Banco Piano, BBVA, Blanquiceleste, Boldt, Cablevisión, Cadbury, Carrefour, Cencosud, Ciccone, RiverPlate, Don Satur, Emepa, Esso, Exxonmobil, Famila Manera, Fundación Bunge y Born, Frávega, Minetti, Laboratorios Bagó, Metrovías, Molino Cañuelas, Monsanto, Newsan, Nidera, Nokia, Pol-ka, Radio Mitre, Siderca, Siemens, Skanska e YPF (bajo la gestión de Repsol); que el fraude es por no pagar impuestos, que la lista final es de 1200 empresas y que hay 750 causas penales abiertas.

No es un problema de libertad de expresión, aunque se llenen la boca y se empalaguen con que la Corte le “puso un límite al avance del Gobierno sobre los medios de comunicación”, con que pagar estos impuestos “llevaría a muchas de estas compañías a la quiebra o desaparición, con grave afectación a la libertad de expresión y de prensa”, con que “el fallo de la Corte protege a medios frente a presión de Afip”. No nos cuentan que estos medios de comunicación podrán seguir descontando los aportes patronales en la liquidación del IVA, es decir, podrán continuar vaciando dos cajas con las que Argentina incluye a diario: la de la recaudación fiscal y de la ANSES. No nos dan detalles de que fue durante la agonía de la Alianza en 2001 cuando se estableció por decreto un régimen que permitía tomar las contribuciones patronales como crédito fiscal. Ni nos dicen que el régimen fue derogado en abril de 2003, que a los medios de prensa y el transporte automotor de carga se lo extendió hasta julio del mismo año. Que vencido ese plazo, todos debían volver a tributar como lo hacían anteriormente pero que un grupo de diarios obtuvo una medida cautelar que le permitió seguir gozando de la excepción. Que el fallo fue revocado por la Cámara en lo Contencioso Administrativo con más que contundentes argumentos, que los créditos estaban previstos en el contexto de la crisis y que fue en los pliegues y repliegues de los recursos judiciales donde lograron lo que obtuvieron de esta Corte que ya no prestigia Raúl Eugenio Zaffaroni. Y, sobre todo, de lo que no hablan es de cómo los diarios provinciales pagaron peso sobre peso para cancelar su deuda, que lo que deben Clarín y La Nación solos supera en decenas de millones el pasivo que tenían los medios gráficos del interior y que con esta determinación de la Corte terminan pagando más de IVA publicaciones como La Vaca, La Garganta Poderosa, La pulseada o Barcelona que los diarios dueños de Papel Prensa.

No se trata ni de problemas técnicos, ni jurídicos, ni financieros. Son los mecanismos técnicos, los canales jurídicos y las investigaciones financieras las herramientas que tienen los Estados para dejar de ser los bobos del grado, para forjarse espalda y enfrentar a esas corporaciones que lo único que esperan de la administración pública es que baje la cabeza cuando lo mandan, les hagan los deberes, se estaticen sus aprietos cuando ellos anden flojos de cash y se construya el andamiaje legal que les sostenga a ellos el afán, el afano y el embate descarado.

El problema sí es el kirchnerismo. Por su más importante mérito: que nos avivó. Llegó, corrió el telón y nos permitió acceder al backstage, a la cocina de la política, la enunciada y la otra. Nos mostró las bambalinas y puso luz sobre los hilos. Puso lupa y no nos dejó más alternativa que ver y aprender a diferenciar entre marionetas y titiriteros. Nos quitó la inocencia. Ya nadie puede decir que no sabe. Los disgustados tienen el cinismo como opción y los mal intencionados, la tergiversación. Pero el hacerse los distraídos ya no es una alternativa creíble.

El problema es haber puesto patas para arriba las definiciones instaladas como naturales. Que nuevos paradigmas le cuestionen al saber establecido qué es lo que sabe; que le interroguen al capitalismo cuánto puede incluir; que le pregunten a lo que algunos llaman República cuál es su democracia; que le increpen al Poder Judicial cuánto imparte de Justicia; que indaguen cuán poco hay en la libertad de empresa de derecho a la comunicación y que interpelen a la tecnocracia para descubrirles su falta de ascetismo.
El problema es que ya no sea un niño gritando solo. El problema es que miles exclamen que el rey está desnudo. El problema es que millones puedan verlo. Porque el sistema tiene un problema: a él no le gusta exhibir sus intimidades, no le gusta mostrar lo restringido. No le gusta que nos demos cuenta cuánto había de oculto. Ahí, exactamente allí es donde tienen el problema.