domingo, 9 de noviembre de 2014

Programa SF 133 - Hebe de Bonafini - 8 de Noviembre de 2014


Ella, el Ello y Ellos.
por Mariana Moyano
Editorial SF del 8 de noviembre de 2014
Ya sé que la definición no va a ser exacta. Entiendo perfectamente que me meto en un problemón si lo tomo tal cual. No pretendo en lo más mínimo siquiera rozar los conocimientos del psicoanálisis o los descubrimientos que Freud hizo sobre la psiquis. Y no busco ninguna literalidad porque –con razón- podrían ofenderse los sabios de la disciplina y la propia mujer a la que voy a referirme. Es sólo un juego. Apenas un acercamiento a una analogía que me resulta poderosa y al mismo tiempo tierna. Quiero hablar de Ella, de una Ella que con algunos de sus comportamientos nos recuerda que somos Yo, Superyó, pero también Ello.
Voy a decirlo como más o menos me lo explicaron: “El Ello es la instancia o estructura del aparato psíquico más antigua. El bebé tiene sólo Ello, y sólo el enfrentamiento con la realidad provocará en él la aparición del Yo y del Superyó. Del Ello toma el sujeto la energía para el desarrollo de su vida psíquica. En el Ello descansan los instintos, los deseos y las experiencias traumáticas. Es el enlace entre lo somático o corporal y lo mental. El principio que rige su actividad es el del placer y los mecanismos o procesos que dominan en él son los primarios”. Éste junto al Yo y al Superyó, forman los rasgos de la psiquis, según descubrió el genio austríaco.
El Yo es responsable de nuestra vinculación con la realidad y hace que los impulsos del Ello se expresen de un modo aceptable para vivir entre sujetos sociales. Es el que negocia. El Superyó, en tanto, es el último componente de nuestra personalidad. Incorpora las normas morales y valores de la sociedad de la cual formamos parte y es el que controla los impulsos del Ello, especialmente los no aceptados por el mundo en que nos desarrollamos.
El Ello, ese carente de representación, el relacionado con los instintos, el que funciona inconscientemente, el que nos guía a satisfacer nuestras necesidades, tiene mala prensa. Y con cierta razón: no podemos andar por la vida dejándolo hacer porque a fuerza de puro instinto no podríamos convivir.
Como digo, no busquen ni esperen definiciones precisas, ni taxativas descripciones psicoanalíticas. Los estoy invitando a jugar. Es sólo una analogía insolente para mirar desde otro lugar. Es una trasposición lúdica para pensar, en lugar de la psiquis, nuestra sociedad.
Así que les propongo que seamos desfachatados con la teoría; una manga de desvergonzados que lo toman a Freud un poquito a la chacota simplemente para pensar. Entonces pongamos algunas de las características del Yo en algún sitio; las del Superyó, en otro y las Ella en un tercero. Imaginemos.
De los tres, seguro, el Ello es el que posee peor fama. En nuestra Argentina, entre el deber ser kantiano entendido para el demonio y la exageración de lo políticamente correcto se ha puesto en penitencia a eso instintivo y caprichoso que la política necesita para estar viva. Y entre el Yo que consensua y el Superyó que reprime se nos hace un agujero. Se abre un vacío en el cual no hay cuestionamientos, no se solicita rewind –o la cinta de Gonzalito- o un pido gancho para aclarar las reglas con las que vamos a seguir jugando.
No escuché a muchos frenándole la bocha a Elisa Carrió ni a algunos radicales, que les dijeran “Eh! pará. Pará un poquito. ¿Si ustedes están que se mean por entreverarse con Mauricio, el PRO y todos los engendros que tienen como efecto colateral de sus alianzas, por qué nosotros tenemos que llamarnos a silencio, mirar para otro lado y hacer como si nada cuando ustedes se siguen autodenominando fuerza política de centro izquierda?”.
Tampoco se ha dicho en voz muy alta que tienen tanta vinculación ideológica los kurdos suníes y las sandalias HushPuppies como los pequeños productores agropecuarios con el –Aníbal dixit- bruto con vista al mar, o a Nordelta. Es una triquiñuela de Eduardo Buzzi y del diputado que no va al Congreso. Pero que no nos obliguen a poner cara de póker cuando nos estampan semejante pedazo de bolazo en la frente.
He visto a muchos comunicadores de ceño constipado y rostro de drama por el agua alta simular una sufrida empatía con el inundado. Pero ni mu –hablando de telúricos- acerca de que el problemita de los 5 metros de crecida del río tiene bastante que ver con que hay algunos vivos que construyeron canales ilegales para que drenen sus campos con lo que inevitablemente mandan el líquido de sus hectáreas a las zonas de casitas que cuestan bastante menos que los dólares de su producción.
Apenas uno se le animó al barrabrava que la va constitucionalista y que en nombre del republicanismo proclamado sale a guillotinar todo lo que no piensa parecido a él.
Es decir, vi una cínica corrección, esa que cuando no es verdadero respeto es burla a un tercero que no se puede defender. Vi mucho hacerse el sonso, poner cara de gil e ir corriéndose de escena para que el “como si” pasase de comportamiento de ascensor a práctica ciudadana corriente.
Porque una cosa es tener el mate lleno de infelices ilusiones e intentar salir a flote con lo que uno tenga a mano y otra bien distinta es comprar todos los números de la rifa del que manda cruel en el cartel y en el fetiche del afiche de papel. Como me gusta mucho decir a mí: yo me trago sapos no porque no sepa que son batracios, sino porque no me gusta nada tener que comer vidrio.
Entonces, ahí es donde me indigno y me salgo de la vaina por un Ello social, alguien que sin el más mínimo cuidado salga a preguntar, a decir, a cuestionar, a hablar en nombre de lo más primario, sin estas reglas que huelen hipócritas y sin que especule respecto de lo que le conviene y lo que no.
Me digo que alguien lo tiene que hacer. Que alguien lo tiene que decir. Que alguno debe trazar la raya de las cosas gruesas y gritar: “muchachos, hasta acá”. Pero no hay muchos.
Aunque hay alguna. Una Ella que mete ese aspecto del Ello que sacude lo establecido. Una Ella/Ello que se lanza sin medir. Una Ella/Ello de la energía, de los instintos de supervivencia; la que nos recuerda que tenemos deseos y la que no se queda frenada por las experiencias traumáticas.
“Imaginen el estereotipo del pibe chorro, bueno, es mi hermano", fue el cachetazo bien dado de Vanesa Orieta para hacernos entender qué es la estigmatización, a apenas horas de la aparición del cuerpo de su hermano muerto por violencia policial y por desidia judicial, política y médica. Pero no fue la única: “A la familia de Arruga no le daban bola porque eran pobres".
Lo dijo Hebe; de Bonafini, ¿qué otra? Por radio. En una entrevista en la cual –como tantas- la pasearon de un tema a otro, porque hay pocas entrevistadas tan ricas, entretenidas, divertidas y tiratítulos como ella. No la escuché. No oí la nota. Ni en vivo, ni luego. Leí el recorte de sus declaraciones. Pero me la re-imagino. Ametralla cuando acusa o cuando señala. Y se le arruga el entrecejo. Pero apenas termina de hablar, Ella, escucha. Siempre me hizo acordar a la mejor estudiante: la que más sabe y justamente por eso más quiere aprender; la que por ser la mejor maestra accede a ser alumna. A Ella le brillan los ojos cuando escucha. Y esto sí es literal. Para Ella estar pensando es una acción que también se hace con el cuerpo. Se la ve absorber, descartar y correr a un lado la realidad conocida para tirarnos un interrogante de pensamiento lateral. En eso es puro Ello, como los bebés, que no nos ahorran la incomodidad de a algo que pensábamos respondido adicionarle el siempre trabajoso de responder ¿por qué?
“¿Mi principal virtud?”, repitió cuando le preguntaron. "plasmar las ideas que me vienen a la cabeza. Yo tengo una idea en plena madrugada y la anoto. Sé que algún día la voy a hacer”.
"¿Qué son los dólares?”, interroga retórica. “Yo tengo los pesos que cobro con mis pensiones y mi jubilación. Creo que al pueblo no le interesan tanto los dólares. ¿Acaso van a ir a la carnicería, a la verdulería con dólares? Eso sólo le interesa a la gente que especula".
"Aún faltan profundizar muchas cosas con este Gobierno. Venimos de una debacle. (...) Recuerdo cuando en la época de Alfonsín salíamos del supermercado y las cosas estaban más caras. Y de Menem, ni te cuento. Cuánto daño nos hicieron estos señores y ahora quieren solucionar todo. Escucho a los radicales y pienso, ¿no se acuerdan de lo que hicieron? La gente está muy decepcionada a veces. Y tiene razón en estarlo. Van, prometen cosas, no las ofrecen".
“Mauricio Macri es un pobre tipo que quiere llegar y no puede"
“Al papa Francisco lo conocí de una manera. Acá nunca nos recibió. Desde que se hizo Papa estamos en contacto por cartas. Para mí, es como una revelación. Yo me peleé bastante con él, pero tomó algunas decisiones muy fuertes. Esperemos que a las palomas de la paz no se las coma el cuervo”.
“Scioli es un hombre que no es muy claro. Se junta con uno, se junta con el otro. No creo en la gente que cree que todos son buenos. A mí me gusta discutir con el opositor, y no sentarlo en la mesa”.
“Sergio Massa, ah, ese sí que es un cuervo como el que se comió a las palomas".
“Victoria Donda es una chica que todavía está muy confundida. Tiene derecho por lo que le pasó, pero me da mucha tristeza".
“Milani es un hombre en quien confío. Cambió. Es otro Ejército. Son otros hombres. Nosotros tenemos que trabajar para que el pueblo los conozca, que son otros”.
“¿Jorge Lanata?, ¿quién es?"
Y uno se queda petrificado. ¿Hasta dónde puede llegar esta mujer?, nos preguntamos con miedo de que nos lea el interrogante escondido en nuestras propias cabezas. Pero Ella, que es tan la parte Ello del placer, cambia de tema. Y te descoloca. Sin salirse de su puesto de guerrera y hasta a veces con el pañuelo blanco puesto comenta lo bien que le quedan las frutillas a una ensalada completa, lo generoso que hay que ser con el aceite de oliva en un buen plato de verduras y cuáles son los secretos para que el lacito de amor extienda sus hojas hasta volverse abrumadoramente imponente. Y la brava Bonafini se vuelve la abuela o la madre que uno pagaría por tener.
Ella casi nunca anda sola. Está mucho con sus cómplices, sus socias de andanzas, sus secuaces. Las otras Ellas que son esa parte del Ello sin el cual no podemos vivir. Paradójicamente, mientras son las que nos recuerdan que tenemos instintos, modos de supervivencia primarios y deseos, han sido las que permitieron que no nos pudriéramos como sociedad y quienes impidieron que nos matásemos unos a otros. Ellas fueron las que pusieron reglas, vallas, límites. Las que nos advirtieron que, de cruzarlos, perderíamos la condición de persona. Ellas no son la reserva moral. No me gusta ese mote. Me da naftalina. Son el germen de humanidad que a Argentina le quedó cuando no quedaba nada.
Hacen montoncito y caminan la ronda; se ponen hombro con hombro y cobijan la tristeza; se paran espalda con espalda y hasta a la policía montada le hacen frente; se sientan alrededor de su larga mesa y aunque sean 20, parecen un batallón. Si Ellas no estuvieran, moriría la necesaria cuota de Ello. Pero están vivas, sale lo bueno del Ello y queda 30 mil veces sobrevolando lo mejor de Ellos.

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