lunes, 23 de febrero de 2015

Programa 148 - Maria del Carmen Roqueta - 21 de Febrero de 2015


Partidos para no perder poder
Por Mariana Moyano

Editorial SF de 21 de Febrero de 2015

Juan Carlos Lascurain, ex titular de la Unión Industrial Argentina, lo contó como anécdota, pero de enorme simbolismo político: “Cuando íbamos a ver a De la Rúa, durante su presidencia, le golpeaban la mesa. Y los platos hacían ruido”. No es que el empresario metalúrgico rememorara aquellas cenas por una particular preocupación por la vajilla, sino por eso tan simple que cuesta comprender que algunos lo nieguen. “No quieren un gobierno fuerte”, fue la frase sencilla del ex conductor de la entidad empresaria. La presidenta Cristina Fernández eligió otro modo, pero fue al mismo punto: “a este gobierno nadie le marca la cancha”. Una de las cuatro cabezas más brillantes de la política nacional me lo dijo estos días con estas palabras: “No hay que equivocarse, no es por plata. Plata, no necesitan y tampoco están perdiendo tanto. La pelea es por ver quién manda”. Y la ficción plasmó la idea en quien mejor podía enunciarla. Frank Underwood lo dijo así en House of Cards: “Qué desperdicio de talento. Él eligió el dinero en vez del poder, un error que casi todos cometen. Dinero es la gran mansión en Sarasota que empieza a caerse a pedazos después de diez años. Poder es el viejo edificio de roca que resiste por siglos. No puedo respetar a alguien que no entienda la diferencia".
La disputa es, fue y será siempre por poder. Y frente a un poder político que se desate las manos, que intente el insolente gesto de romper las cadenas que lo esclavizan, el poder fáctico colocará –como lo hizo en otros tiempos- tanques, tortura y desaparición; -como hizo siempre- operaciones con o sin apoyo externo o –como parece ser la nueva metodología- partidos “del campo” o “judiciales”. Becerros de oro, dioses fabricados para la ocasión, con miles que marcharán detrás.  
Muchos de los ¿250 mil? que manifestaron el miércoles 18F tuvieron su bautismo de participación democrática. Tomaron la calle y se encontraron cara a cara y codo a codo y conocieron de qué se trata esa práctica que hermana, la de encontrarse en la plaza y saberse con un igual. ¿Lo habrán comprendido del todo? Veremos con el tiempo si es que a la derecha le gustó eso de copar el espacio público para azuzar, o si entendió de qué van la participación no desestabilizante.
El protagonismo que debió haber sido de los miles que marcharon fue opacado por los y las cronistas que cubrieron in situ la marcha del silencio. No podían disimular una excitación casi sexual que parecía invadirles cuerpo y relato. La musicalización de la edición posterior y las páginas de las ediciones impresas mostraron el estado orgásmico en que se encontraban los del partido de los medios: “Tanto silencio fue necesario para callar al poder”, “En la calle, el pueblo, la gente, los votantes”, “Conmovedora marcha por Nisman y por la verdad”, “Un silencio estruendoso”, “Sin pancartas, los fiscales encabezaron la movilización”, fueron algunos de los empalagosos títulos. Meloso en exceso y con construcciones no sólo vaciadas de contenido sino recostadas sobre el disfrute del discurso antipolítica
Aunque a algunos les suene extraño, creo que fue algo bueno. La marcha, la notoria alegría de ciertos cronistas y la inevitable aceptación en las crónicas posteriores. Porque a cara descubierta, la pelea (la batalla, el debate, la contienda o la discusión, como quieran denominarlo) es más de igual a igual. Llegamos todos –todos quienes quisimos saber- a esa foto de los fiscales convocantes cargando el plotter negro que hacía las veces de bandera, con una precisión bastante digna del quién es quién.
Llegamos al 18F sabiendo que Guillermo Marijuan había sido acusado de crear una auto amenaza en 2013 y de estar vinculado con el impresentable ex jefe de la policía santafesina Hugo Tognoli; que Carlos Stornelli junto con Raúl Plee y Gerardo Pollicita formaron parte de la seguridad de Boca Juniors a demanda del tándem Macri-Angelici; que a Ricardo Sáenz no sólo le parecieron constitucionales las leyes de impunidad, sino que se abraza seguido con Ricardo Recondo porque comparten entidad de magistrados y porque también coinciden en la organización del grupo Clarín de nombre Certal; que Germán Moldes comparó sin empacho al clima de Triple A con el momento actual y que es quien maneja los hilos del sector más sinuoso de la justicia federal. Y llegamos sabiendo, sobre todo, que sobre ellos cae la responsabilidad de haber sido o negligentes o responsables del encubrimiento de la voladura de la mutual judía y de haber decidido no investigar la desaparición y el fusilamiento de cuatro personas en la recuperación del cuartel de La Tablada luego de la toma por parte del MTP.
Fue bueno, insisto, porque se desataron, se desbocaron. Elisa Carrió siguió por la noche en su segundo hogar, TN, la misma lógica filo delirante de la tarde en el Congreso. En la reunión de comisión había ametrallado: “Milani es Chávez”. En el canal de cable agregó: “Esta es una jugada de Aníbal Fernández para llevarse puesto a (Sergio) Berni”, “Emilio Pérsico y Milani quieren romper Occidente” y “Yo me enteré de que esto era un crimen en el Buquebus. Supe de la reunión de los sirios con los iraníes y esto viene armado desde 1976”. Sorpresa y estupor, como mínimo. Pero permítanme sospechar que esos extravíos no son más que paja para esconder la aguja. Porque como al pasar -como dice alguien que se dicen las cosas verdaderamente importantes- lanzó: “Este es un asesinato claro. No sé qué está haciendo Fein”. Directo al blanco:
Esmerilar a la fiscal que lleva adelante la investigación.
Quieren, buscan, pretenden, operan para –lo venimos sugiriendo hace un buen rato- que ya sea vía la nulidad o vía la sospecha de que hubo asesinato, llevarse la causa al fuero federal, es decir, a casita.
Probaron –y seguirán probando- con todo: Que la investigación está empantanada, que hay pelos en el departamento de Nisman, que los peritos de la ex esposa y jueza Sandra Arroyo Salgado hicieron pruebas que a la fiscal se le habían escapado, que un informe reservado descartaría el suicidio, que una testigo clave podría probar todos los errores del procedimiento y que el superior de Fein (Sáenz) no estaba al tanto de dichas supuestas irregularidades, que pasó un mes y la causa no avanza, que la fiscal es contradictoria y hasta que hay medialunas que podrían probar el crimen.
La testigo irreprochable (otra de las piezas de la jugada) les duró apenas 48 horas. Pocas, pero las suficientes como para agregar querosén al estado de llamarada. Luego de 4 horas ante Fein y con el riesgo de ir presa por falso testimonio, se vio que la intachable Natalia no era más que un cachivache. Al salir de la fiscalía, el casualmente abogado patrocinante de la joven, Sebastián Smoller, quien es casualmente asesor de la casualmente insistente Patricia Bullrich, habló de “ratificaciones”. Sin embargo, desde el diario cerebro de la triquiñuela hasta el mitrismo escrito reconocieron que no fue lo mismo lo dicho en sede periodística que lo sostenido en sede judicial. Las 3.30 iniciales del retiro del cuerpo de Nisman, se volvieron las oficiales 5.30 de la mañana; la bolsa con cinco casquillos que dijo ver, se convirtió en un haber oído a la fiscal hablar de una vaina servida; las medialunas que habían sido encargadas por la prefectura no fueron más que un deseo dicho a viva voz por los miembros de la fuerza de seguridad; el clima festivo descripto ante el grabador de Natasha se transformó en un “no me pareció haber visto clima de juerga”; el café que supuestamente bebió se convirtió en la advertencia de no tocar ni la cafetera; los papeles de Nisman toqueteados se volvieron un foliado de procedimiento; el celular manoseado trasmutó en un teléfono con orden de no ser ni rozado. Lo único que coincidió con la versión periodística es que la testigo hizo pis. Algo humano, después de todo.
Un –éste- trocito de la operación fue desbaratado con velocidad, aunque intentaron echar un poquito de mugre de última hora. Se hicieron los ofendidos en nombre de la libertad de prensa con el punto 5 del comunicado de la fiscal en el cual se informó a toda la sociedad que "otro de los testigos que presenciaron el procedimiento fue buscado insistentemente por periodistas de un medio televisivo que se presentaron en su domicilio particular y se comunicaron a su teléfono particular. Este testigo no accedió al pedido, pero en base a cuidar la investigación, se solicita a todos los medios que se respete la intimidad tanto de los testigos como de sus familias y que se recabe la información a través de los carriles oficiales". ¡Fopea, Fopea! Aullaron y como vieron que no iban muy lejos, se mandaron con que la testiga era miembro de La Cámpora. Por el sólo hecho de compartir estilo de flequillo le adjudicaron a Natalia la identidad de una militante de nombre Ayelén. Humo, pero ¡cómo nubla la vista!
La parte del “operativo empioje” de último momento con más visos de posibilidades de complicar fue el pedido de Arroyo Salgado y de la madre del fiscal muerto de declarar nula la testimonial del espía Antonio “Jaime” Stiuso, con quien la ex mujer de Nisman había mantenido una amable conversación el 27 de enero. “Fue una charla social”, dicen que dicen los dos. Disculpen ustedes que yo mire feo esa telefónica. 
La arista positiva es que desbocados cayeron en un rabioso (y bienvenido) sincericidio. Primero había sido un editor central del diario Clarín quien había hablado de la marcha como un “plebiscito” y luego vinieron las crónicas en las cuales se reconoció que el componente de la marcha fue absolutamente opositor: se oyó en vivo y en directo el “andate Cristina” de un no silencioso marchante, el “ustedes son unos hijos de puta” al móvil de la TV Pública; se leyó que AEA, la UIA y lo que queda de Mesa de Enlace fueron a cobrarse viejas y actuales cuitas con el gobierno; que “el 18 F fue en contra del Gobierno; un grito contra la forma en que la Presidenta está gobernando” y se escuchó a uno de sus analistas políticos reconocer que “es un mensaje contra el oficialismo”. Y en el medio de todos ellos, Vicente Gonzalo Massot. “Reúne a todo el arco opositor, no cabe ninguna duda”, respondió el dueño de La Nueva Provincia consultado debajo de su paraguas en Plaza de Mayo.
Até algunos cabos, se me levantaron mis personales alertas rojas, sospeché y encadené acontecimientos. “Tengo la impresión”, me atreví a consultarle a un fiscal federal no marchador y, confieso, con todo el temor de ser acusada de paranoica, “de que el testeo de la partida del partido judicial tuvo un origen en Bahía Blanca”, cuando la corporación judicial a través de absurdos, movimientos que rozaron la ilegalidad, falsedades y manejos no muy regulares corrieron de la causa en la cual se investiga, justamente a Massot, al juez Álvaro Coleffi porque todo indicaba que iba a atreverse a dictar el procesamiento por la desaparición de los dos obreros gráficos y por la acción psicológica de colaboración con el genocidio.
Me acuerdo que, sin siquiera suponer la movida completa obviamente, en diciembre de 2014 escribí: “la corporación judicial bahiense cuidó a Massot y apartó al juez. La familia judicial se organizó e hizo lo posible para que renunciara al expediente que investiga delitos de lesa humanidad. Lo lograron: Coleffi renunció, pero el juez dejó un escrito de antología” que hoy, pareciera, vale la pena revisar: “Elijo escribir claro, llano y directo. Para que se entienda”, sostuvo Coleffi. “Hay veces que la ocasión exige ser simple porque hay que hablar en voz alta”. “Es obvio que” superiores no “están de acuerdo con el curso que siguen los trámites a mi cargo en materia de investigación de delitos de lesa humanidad (…) Eso me honra”, escribió y subió la apuesta: a quienes le movieron el piso les dejó de regalo los adjetivos “indigerible”, “bochornoso” y descripciones como “tutor de una moralina vacía de principios”. Pero Coleffi dejó un interrogante que hoy, a la vista de lo sucedido cobra una dimensión política extraordinaria: “¿Quién es el autor que está detrás del autor de estos hechos?”.
El fiscal a quien consulté por estas sospechas y recuerdos me respondió: “Sí. Son las escaramuzas de estudio que presagian y anticipan los choques finales” y luego de un segundo de profundo silencio agregó: “como con Pura de Arrabal y la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Van probando en el interior para ver cómo y con qué llegan a la pelea de fondo. No, Mariana, no estás paranoica. Lo que pasa es que asusta ver la película completa”.
Y así me quedó mucho más claro el porqué del ataque de híper actividad de algunos jueces estos jueves 19F y viernes 20F posteriores a la marcha mojada. La Cámara Federal porteña de los jueces Eduardo Freiler, Jorge Ballestero y Eduardo Farah (a quienes el showman periodista había invitado a escrachar) confirmaba el procesamiento sobre Amado Boudou. Por otro lado, ratificaba a Claudio Bonadío al frente de la causa Hotesur. En tanto, detenían a Alejandro Vanderbroele en Mendoza. Mientras, la Sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal confirmaba el fallo de Horacio Alfonso a través de cuya cautelar se suspendía la Resolución 1121 de la AFSCA, es decir, la adecuación de oficio del grupo Clarín a la LSCA. Y en paralelo, el fiscal federal Gerardo Pollicita informaba que no asistiría a la Cámara de Diputados el lunes para brindar detalles de la imputación a la Presidenta.
“Menos de 24 horas después de concluida la marcha del silencio…” es la frase con que se inicia la crónica principal de tapa de La Nación en la cual se informa sobre lo actuado por estos magistrados workaholics a horas de manifestación. Prístino.
Estos jueces y fiscales a los que no les gusta ni que se armen procuradurías que repartan el poder en lugar de concentrarlo, quienes no desean romper con la lógica imperante desde la cueva de la calle 25 de mayo y que impedirán como sea que la luz del sol ingrese a Tribunales están trabajando fuerte. El objetivo es, como dijimos, llevar la causa al fuero federal. Y de ser posible, que Sáenz meta la cuchara y que sea la Sala VI de la Cámara del crimen con los jueces Mario Filozof y Julio Marcelo Lucini quien la tenga bajo su cuidado.
El diario La Nación informó el 22 de enero que el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti había recibido el día anterior a la jueza Fabiana Palmaghini. “La jueza –cuenta La Nación- estaba de vacaciones cuando Nisman fue hallado muerto. Asumió entonces la causa, en su reemplazo, su colega Manuel de Campos. Desde Brasil, Palmaghini habló por teléfono con Mario Filozof, un experimentado camarista penal y después de esa conversación, la magistrada decidió tomar un avión de inmediato para hacerse cargo de la causa. Filozof era uno de los referentes de la lista celeste dentro de la interna de los jueces -la más vinculada con el Gobierno-, pero rompió con este grupo y hoy está más cerca de la lista bordó, la que conduce la Asociación de Magistrados, con Ricardo Recondo como presidente. Recondo también se reunió ayer con Palmaghini. La jueza fue a verlo a su despacho en la Cámara en lo Civil y Comercial Federal, en la planta baja del Palacio, cuando terminó la audiencia con Lorenzetti”.
Asustan las casualidades cuando sabemos que no lo son. Y más cuando sestamos al tanto de que las iniciales de uno de estos jueces coinciden con las que Lorena Martins dijo eran las de un juez que su padre -el ex SIDE acusado de manejar una red de trata de mujeres, involucrado con personajes del entramado AMIA  e íntimo amigo de Stiuso- tenía agarrado de allí abajo por poseer videos comprometedores del magistrado con señoritas de sus prostíbulos.
No hay que ser muy astuto para adivinar los finales de película que desean: Una parte ya es obvia: lograr que la mismísima Presidenta de la Nación o su hijo Máximo ingresen a Comodoro Py para salir de allí o detenidos o procesados. Es un secreto a voces entre quienes sospechan bien. La otra es detener dos juicios: el del encubrimiento de la voladura de la AMIA y el que abrió la Corte Suprema el 30 de diciembre por la desaparición y el fusilamiento de los cuatro hombres mencionados.
Si prosperan estos juicios lo más que probable que todos los voceros del menemo-procesismo, uno de los geiseres que salieron a la superficie con la decisión gubernamental de meterle mano en serio a la SIDE, varios de los fiscales marchadores y el propio Nisman queden sucios y quizás condenados y por delitos no menores.
Desbocados como están, el inconsciente les jugó una mala pasada: el jueves post marcha La Nación publicó: “El galtierismo de Cristina fue posible porque los peronistas actuaron con cobardía y porque algunos adalides del progresismo, en lugar de señalarle sus errores y excesos, le sirvieron en bandeja a la Presidenta su propia ensoñación retórica”. Una comparación ridícula y poco feliz, pero una más; una de tantas. Sin embargo, unas líneas después, el articulista que la iba de iluminado escritor hizo una analogía fuera de contexto, sin sustento en el sentido común masivo; sólo dirigida a quienes conocieran detalles de lo que está en juego. “Algunos creen seriamente en esa trama hilarante, y viven en un circuito cada vez más cerrado donde todos somos golpistas. Hay varios estudios académicos acerca de cómo esa espiral de discursos blindados y conspirativos forman una asfixiante telaraña de falsas creencias y espejismos riesgosos. Los militantes del MTP sucumbieron a esa particular clase de autosugestión antes de atacar La Tablada”.


Extraño, sorprendente, sugestivo, pasmoso. Casi con capacidad de congelar que, de la nada, como si nada, a cuento de nada, La Nación mencione al MTP y a La Tablada en un momento en el cual sabemos que si uno de los dos juicios a los que se hicieron mención aquí avanza el abogado de Stiuso, Sebastián Blanco Bermúdez, Plee y hasta el propio Nisman podrían quedar tapados de la basura que implica el no haber investigado de “manera exhaustiva, imparcial y concluyente” –según el textual de la Corte Interamericana de Derechos Humanos- la ejecución de José Alejandro Díaz e Iván Ruiz y la desaparición de Francisco Provenzano y de Carlos Samojedny.
El diálogo mantenido con el ex juez Raúl Zaffaroni fue fructífero y enriquecedor, pero sobre todo, claro:
-Supongamos que ese juicio se lleva adelante y se prueba que allí hubo torturas y desapariciones, qué les pasa a los acusados y llegado el caso los responsable, le pregunté.
-Se les impone una pena. Y la tortura es un delito imprescriptible
-O sea que no es un delirio especular con que a ciertos personajes les puede caer una pena por delitos que no prescriben
-No, de ninguna manera. No es ningún delirio.
Y como no es un delirio, esta familia judicial, no lo puede permitir. No pueden permitirse perder poder. A ellos les gusta el dinero, pero no por encima del poder. Porque el dinero es la gran mansión que empieza a caerse a pedazos después de diez años. Pero el poder es el viejo edificio de roca que resiste por siglos. Y ellos entienden y conocen perfectamente la diferencia. 

domingo, 15 de febrero de 2015

Programa 147 - Raul Zaffaroni - 14 de Febrero de 2015

El becerro de oro
Por Mariana Moyano

Editorial SF del 14 de Febrero de 2014

Cuenta el éxodo 32 que cuando el pueblo notó lo mucho que tardaba Moisés en bajar del monte, se congregó alrededor de Aarón para pedirle que les fabricara un dios, uno que marchase delante de ellos. Aarón no discutió. Pidió los aros de mujeres y niñas y todo el oro que poseyera el resto. Los tomó y fabricó un becerro, un becerro de oro, al que colocó sobre el altar que le había edificado.
Enterado de lo que ocurría, el Señor habló con Moisés y le exigió que bajase pronto. Su pueblo se había corrompido. “Bien pronto –le dijo Dios- se han desviado del camino que yo les mandé. Se han hecho un becerro de fundición y lo han adorado y le han ofrecido sacrificios. He visto a este pueblo, y he aquí, es pueblo de dura cerviz”. Cuando Moisés bajó se encontró con un pueblo desenfrenado, porque Aarón –con ese becerro de oro al que adorar y colocar delante de ellos- les había habilitado el escándalo, el desorden, el extravío y la inmoralidad.
Necesitaban esa tapa –que es lo mismo que decir el armado de esa operación- tanto como el aire que se respira. Necesitaban un becerro de oro, tanto como aquel pueblo desorientado. Su Moisés no llega, no baja y si no aparece, pues dioses de fundición serán la opción. Porque a alguien deben colocar delante para tener a quien seguir.
Necesitaban esa tapa porque la sola convocatoria a la marcha no les daba el oxígeno suficiente. Estaba en camino ya un inteligente operativo que le había empezado a carcomer la poca credibilidad que ya tenían los convocantes y, por ende, se estaba rasgando la credibilidad de la convocatoria. Se estaba pudiendo identificar uno a uno a los promotores de la manifestación. 7 fiscales eran la avanzada de la movida. Algunos a cara bien descubierta, otros desde las sombras. Pero con todos sucedía lo mismo: si se seguía escarbando, más que pedir respuestas o exigir justicia, lo que iba a quedar en evidencia es que ellos son los primeros en tener que dar un par de explicaciones.
A la edición online de Clarín del viernes 13 no le alcanzaban los márgenes para colocar el título en cuerpo de letra catástrofe: “Imputan a la Presidenta por la denuncia de Nisman. Lo decidió el fiscal Pollicita”. En ninguna parte se aclaraba, se explicaba. ¿Para qué? Si el clima debe ser –para su conveniencia- el de la mayor confusión posible. Sólo acompañaron la presentación de la operación devenida noticia con una fotografía de la Presidenta en la cual se la ve llevándose el dedo índice izquierdo a la boca en un gesto de pedido de silencio. No hay que ser graduado en semiología para entender que eligieron esa imagen porque querían mostrar a una jefa de Estado pidiendo que callen, exigiendo silencio, es decir, encubriendo,. Lo que el título busca mostrar es que en su película hay buenos que pretenden sacar algo a la luz y una muy mala que que pide que callen porque oculta.
Nada decían acerca de que un fiscal hace una acusación, una imputación y es el juez quien decide si es o no procedente esta demanda. Nada acerca de las presentaciones de la Procuraduría del Tesoro y de cómo ese escrito hizo volar por los aires la novela de Alberto Nisman, texto que ya había desbarrancado con el rotundo “Nisman miente” del ex jefe de Interpol y de los servicios secretos de los Estados Unidos, Robert K Noble. Nada sobre la demostración empírica de que el supuesto objetivo gubernamental delictivo escondido en el Memorándum con Irán jamás sucedió –y por lo tanto, no hubo delito- y nada sobre cómo calificaron a este presentación hombres de la talla de Julio Maier o Raúl Zaffaroni. Y nada sobre cómo hasta los más acérrimos y rabiosos opositores debieron admitir la flojedad de los nismanismos, como llamó al escrito Horacio Verbitsky.
Jurídicamente inconsistente de inicio a fin. Si Pollicita imputó y no llamó directamente a a indagatoria a la Presidenta es porque le bajó, él también, el precio a la denuncia de Nisman. Pero ¿qué importa? Eso no es lo que vale. Vale el show, la escena barbárica de ánimos enardecidos. Vale ver si pueden fabricar un becerro de oro, porque el Moisés que necesitan, no baja.
Quienes están en la ardua tarea de la función y que ocuparon el protagonismo de la primera foto de convocatoria no están precisamente limpios: Raúl Plee, Germán Moldes, Carlos Stornelli, Ricardo Sáenz, José María Campagnoli, Carlos Rívolo, Guilermo Marijuán, el cada día más sorprendente Julio Pimato y ahora Gerardo Pollicita tienen alguna que otra acción del pasado y el presente que explicar.
Sáenz es el Fiscal General ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal y vicepresidente del Consejo Directivo de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional (AMFJN), organización presidida por Ricardo Recondo, un magistrado de gran millaje y amigo de las cautelares del multimedios poderoso.
Él también convoca a la manifestación del 18F, esa movilización con F de fiscales, de fiscales del fuero federal. Él no es fiscal, pero se lleva bien con esos fueros. Son parte. No de quienes lamentan la muerte de Nisman, sino de quienes disfrutan la herida institucional que ese deceso produjo.
Entre 1999 y 2005, Recondo fue socio de los Anzorreguy; de Alfredo, en la empresa Agro San Francisco. Hugo, el ex titular de la SIDE se encuentra actualmente acusado por encubrimiento, abuso de autoridad y falsedad ideológica por tergiversar lo que había ocurrido con la voladura de la AMIA, causa que debería este año ser elevada a juicio oral.
Sáenz y Recondo comparten, además de la vehemencia en la convocatoria y la titularidad de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional, la participación en Certal, la organización de Cablevisión que les ha dado millaje y vacaciones a varios miembros del Poder Judicial, sobre todo durante 2012, en pleno debate de la constitucionalidad de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, cuando, casualmente, varios de los jueces viajeros debían fallar sobre esta normativa. Además, tal como contó Verbitsky “los vínculos de Certal con la justicia argentina no culminan con la relación que existe a partir del fiscal Sáenz: la Coordinadora General de dicha ONG es Ana Recondo, la hija del juez Recondo”.
La amistad de Recondo con Sáenz y sus vínculos con Anzorreguy no son de ahora, ni de inicios de los años 2000.
Sáenz, además de haber sido denunciado por el juez Ramos Padilla por obstaculizar una causa de tráfico de influencias y de haber asistido desde su estudio privado a acusados de estos mismos delitos, fue protagonista de las escuchas en las cuales se lo oía aconsejar a los principales involucrados en la comisión de los delitos.  Pero que su historial se parezca más a prontuario que a CV viene de lejos. A inicios de los años 90, no hizo lo que debía y no apeló la liberación de un narco colombiano. Hasta la DEA se quejó. Se le abrió un sumario en la Procuraduría General de la Nación que tuvo como instructor a Luis Moreno Ocampo.
En medio de la labor, recibieron la “visita” de Hugo Anzorreguy, ya titular de la SIDE, quien pidió que lo “perdonen”. “El pibe se equivocó, déjensela pasar”, fue el textual. León Arslanían degradó a Sáenz de fiscal de instrucción a fiscal volante de la Procuraduría y éste, ofendido, se negó a ocupar el cargo. LA SIDE volvió a entrar fuerte en la jugada y no sólo lograron que no lo degradaran sino que lo premiaron con el ascenso a fiscal general.
El sumario fue destruido, lo que le quedó en el ojo a Moreno Ocampo y quizás encontremos allí una de las razones por las cuales anoche en el programa Intratables del viernes 13 de febrero por la noche, este ex fiscal del juicio a las Juntas -y que ha hecho su carrera internacional en base a despegarse de lo feíto que anda por ahí -no haya sido todo lo generoso ni con la marcha del 18, ni con la presentación de Pollicita que los convocantes a la manifestación y los adherentes esperaban. Con su zezeo canchero y cheto, el mismo que tiene desde que es jovencito, destrozó en dos palabras la presentación de Nisman,la de Pollicita y la marcha. Al humo se le fueron los “panelistas”. Él se limitaba a levantar su tupida ceja izquierda y a acomodarse en el sillón de invitado central. No lo sé, pero estoy segura que anoche se cobró aquella destrucción de sumario que lo obligaron a llevar adelante. No era joda todo aquello. Habremos de ver si junto con el sumario se destruyó también el registro de las visitas de los miembros de la SIDE al narco mientras estaba en el penal.
Sáenz es también quien se pronunció a favor de la constitucionalidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto final. Como sabemos, estos pronunciamientos, no se llevan a cabo “en general”, “en abstracto”, sino a partir de un caso específico. La causa en la cual se expidió, era la que tenía por objeto la investigación del llamado “Operativo Murciélago”, en el cual fue secuestrado Quique De Pedro, padre de Wado y entonces amigo de Julio Piumato. Piumato estaba en la foto, convocando codo a codo a la manifestación con Sáenz. Paradojas de los tiempos.
Sáenz es, además, el jefe de Viviana Fein, la fiscal que lleva adelante la investigación por la muerte de Nisman. Su jefe convoca a la manifestación para que haya justicia. Otra extravagancia de los tiempos, por decir lo menos.
En la misma línea de leer finito y agudo es que hay que oír y poner mucha atención a lo dicho por Sandra Arroyo Salgado en la reunión opositora con senadores y diputados que, como vampiros hambrientos, querían sangre, más aún. Ella estaba preocupada por el nivel de exposición pública de los detalles de la causa. Puede haber sido palo para Fein. O puede haber sido tirón de orejas para Sáenz, tan señalado como muy proclive a la filtración de información a los diarios amigos.
Esto no fue lo único que dijo la madre de las hijas de Nisman. Pidió “responsabilidad”, que no se politice la causa” y más silencio. Y, como al pasar, contó cuán bien le hace a las investigaciones que los detalles sólo sean conocidos por las partes. Claro, coincidiremos con ella siempre y cuando no haya para un lado silencio informativo y para el otro, cataratas de filtraciones de pedacitos del expediente.
Se notó ahí a una mujer en medio –o parte, no lo sabemos aún- de una guerra judicial –otra, que es la misma- para que el expediente pase al fuero federal, con esa F que tanto se parece a la S de SIDE. Han abierto ya una puertita: la denuncia sobre ese extrañísimo punto negro en la frente de Nisman en la foto de la tapa de Noticias que la pareja actual de Arroyo –un señor con algunos inconvenientes de papeles en los negocios bailables que maneja- encontró entre los diarios, fue realizada en el juzgado de Luis Rodríguez, otro con F, de fuero federal.
Dos de los otros protagónicos propiciadores de la manifestación son Guillermo Marijuán y el Fiscal de la Cámara de Casación Raúl Pleé.
Marijuan fue denunciado por seis organismos de Derechos Humanos por “poner en riesgo las causas por crímenes de lesa humanidad”. No fue la única mancha de los últimos tiempos. El titular de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac), Carlos Gonella, y Marijuán tienen un vínculo, digamos, jurídicamente conflictivo. Marijuan acusó a Gonella y pidió la indagatoria de la procuradora Alejandra Gils Carbó por supuestas irregularidades en los nombramientos de fiscales. El argumento básico de Marijuán es que Gonella, al ser fiscal ad hoc, no debe tomar causas en las cuales no es el fiscal “natural”. Un argumento llamativo éste viniendo de quien es el “fiscal natural” de la causa AMIA (corridos Eamon Müllen y José Carlos Barbaccia por serias acusaciones)y que no sólo no se preocupó en hacerla avanzar sino que fue denunciado por familiares. Fue Marijuan quien le dejó el paquete completo a Nisman y a su Unidad y jamás se interesó en los avances. Por otro lado, y como si no fuese esto suficiente para tener una pincelada del perfil de este hombre al que le gusta codearse con la creme del Poder Judicial, Marijuan es quien tiene la causa de Hernán Arbizu, el ex directivo de la banca Morgan que reconoció haber fugado dinero de Clarín, de sus accionistas y de 469 empresas, pero a quien el preocupado hombre del Poder Judicial no cita.
En el diario La Nación del sábado 14 de febrero se publica una llamativa entrevista a este fiscal. “Pollicita es un gran profesional, con más de 30 años de experiencia”, es el textual de Marijuan. Defensa corporativa a la vista y un modo particular de convertir en sinónimos el paso del tiempo con grandeza jurídica. Un ítem, al menos, para someter a debate.
Pero lo interesante de esta nota es que mientras el periodista lo va consultando sobre lo inédito de la convocatoria de estos fiscales, dice Marijuán, a modo de explicación de su independencia: “Yo con el doctor Nisman he tenido algunas diferencias. Por ejemplo, no tenía su celular y el día miércoles que presentó la denuncia lo llamé al fijo de la fiscalía”.
- ¿Y para qué lo llamó?, le consulta el periodista de La Nación
- Porque había presentado esa denuncia, para decirle que lo acompañaba en lo que necesitara, que era una denuncia muy fuerte y que por ahí necesitaba tener el apoyo y el acompañamiento profesional. Y que pese a esas diferencias que habíamos tenido, que supiera que acá había un fiscal que lo respaldaba.
- ¿Y ahí usted ya había leído la denuncia que él iba a presentar?, vuelve a interrogar el periodista en un gesto de legítimo interés profesional y poco visto en los últimos tiempos de parte de ciertos “colegas”
- No, no, no. Yo nada más le dije que como escuché la vehemencia con la que él se había manifestado y el momento que me imaginaba que estaba viviendo -porque es una denuncia fuerte- era bueno que supiera que había una persona que tenía su mismo cargo que lo apoyaba”.
Es decir, el vocero de la convocatoria del 18F reconoce que SÓLO le dio su apoyo a Nisman por la “vehemencia” con la cual éste hizo su presentación televisiva. A un fiscal federal de Comodoro Py no le importa si la denuncia es válida, si no lo es, si hay delito al menos enmarcado, si hay pruebas en la acusación o si es un disparate jurídico. Él, un fiscal de esa instancia del Poder Judicial declara el apoyo a un colega por la “vehemencia” de éste al hacer pública una acusación. No estamos muy seguros los ciudadanos de a pie.
Otro que llama a marchar es Raúl Pleé, fiscal ante la Cámara de Casación Penal, es decir, la última instancia de los mortales locales antes de la Corte Suprema. En diciembre de 2000 fue él quien dictaminó en favor de que se rechace el recurso que presentó el Gobierno de Fernando de la Rúa para que la Justicia revise el fallo de los 20 condenados por el ataque al cuartel de La Tablada.
Por aquellos años, el gobierno nacional estaba preocupado por el caso Tablada debido a que la huelga de hambre de los presos había adquirido relevancia internacional y la Corte Interamericana de Derechos Humanos ya tenía la cuestión en vista. Para Pleé no había “peligro de sanción internacional" a la Argentina por el incumplimiento de las recomendaciones efectuadas en 1997 por la CIDH, frente a la violación del artículo 8.2 de la Convención Americana de Derechos Humanos. Claro, no le parecía relevante que este organismo internacional hubiese dicho que el Estado Argentino había faltado a su obligación de investigar de “manera exhaustiva, imparcial y concluyente” la ejecución de José Alejandro Díaz e Iván Ruiz, investigación que habían llevado adelante (mal, a la vista de la máxima instancia de DDHH de América) Nisman, Sebastián Blanco Bermúdez (actual aobogado de Stiuso) y él.
Hasta al entonces Ministro de Justicia de esos años, Jorge de la Rúa, le había parecido “previsible” el dictamen de Pleé, ya que “justamente fue el fiscal del juicio realizado en 1989 contra los condenados que reclaman la revisión de su sentencia”. “Este fiscal es el mismo que durante el juicio ha desconocido torturas y ejecuciones extrajudiciales por parte del Ejército”, cuestionó Rodolfo Yanzón, abogado de los detenidos.
El 30 de diciembre del año pasado, la Corte se expidió. 14 días antes de la presentación de Nisman contra la Presidenta Cristina Fernández, los Supremos habían decidido la reapertura de esa causa para que se investigue, entre otras tantas cuestiones, el accionar judicial de entonces. Si el juicio se realiza y se prueba la acusación, todos los manchados por esta causa podrían recibir penas relacionadas con tortura, es decir, con un delito que no prescribe. No hay que saber sumar demasiado para comprender la vinculación.
Esta semana, en lo personal, no fue sencilla. Entre otras cosas porque me detuve a leer una a una las denuncias de tortura que realizaron los presos de La Tablada tanto los que sobrevivieron sobre lo que padecieron ellos mismos, como lo que contaron sobre quienes están desaparecidos.
En la presentación de del Fray Antonio Puijané por los apremios de los que denunció haber sido víctima se lee “en un momento, cuando del detenido expresa ´yo lamento toda vida que es tronchada, toda vida es sagrada´, el oficial le responde: ´yo no lamento nada, esto nos vino bien, nos puso en pie de guerra, vamos a matar a todos ustedes, los zurdos. Volvimos y los vamos a matar en democracia´”.
Ese es el tono de todas, de absolutamente todas las denuncias. Nisman, Plee, Pablo Quiroga y Blanco Bermúdez, así como el juez Gerardo Larrambebere no hicieron lugar a ninguna de las presentaciones. Pareciera no venir a cuento, pero como los nombres, personajes y accionar se repiten, no me parece nada mal centrar la atención en Nisman, levantar la cabeza y mirar lo que sucede con AMIA y echarle una miradita de reojo a los expedientes de Tablada. Hilos conductores o de Ariadna, como gusten. Olfato  perspicacia puede que sea también.
Oberdán Rocamora, obviamente Jorge Asís, comenta al pasar un dato y por poco verosímil que él sea, en medio de sus operaciones puede que asome algo de verdad. Asís sostiene que “hay que atender lo que haga Arroyo Salgado, el personaje más enigmático” y que “contiene un rol dramáticamente complejo, contradictorio. Casi atrapante”.
Humildemente creo que en este preciso momento no hay que desoír lo que surge de esas usinas porque están jugando, al igual que el grupo SIDE/UCR de Darío Richarte, ex segundo de la SIDE, actual vicerrector de la UBA y que “casualmente” el miércoles decidió “por cuestiones personales” dejar de patrocinar legalmente a Amado Boudou y a Juan Manuel Abal Medina.
Esto es perinola. Y como todos ponen, que ponga también Asís: “Debe hablarse de Sandra para entender mejor el caso del extinto Alberto Nisman y su circunstancia. El Ruso, como lo llamaban en aquel juzgado de Morón, hacia finales de los 80. Cuando Nisman fue prosecretario del juez federal Larrambebere trabajaba, con el clásico rigor del obsesivo, en el expediente del catastrófico operativo guerrillero de La Tablada. Episodio que tiñó de tragedia grotesca el ciclo de Raúl Alfonsín. Por entonces El Ruso, un “hiperactivo escalador”, conoció, según nuestras fuentes, al profesional de la inteligencia. Un cuadro de calle que hurgaba en el mismo desastre. Jaime Stiuso, El Ingeniero. Fue aquí que comenzó a fascinarse con el mundillo elitista del espionaje”.
Gerardo Young es un periodista de Clarín, híper opositor y cuestionador feroz de la política de gobierno. Pero se ve que aquí le apretó un zapato porque lejos de vociferar la sandez cotidiana, se plantó y decidió usar –para pensar- lo que había recopilado en su libreo sobre la SIDE. En una entrevista que le hizo el diario La Capital en 2006 cuando la salida de su investigación tiene lugar el siguiente diálogo:
-¿Qué rol tuvo la Side en el caso Amia?
-Era una época de cambios en el servicio. Vencido el movimiento carapintada, se quedaron prácticamente sin "enemigo" (en la época de Menem). Entonces inventaron lo de auxiliares de la justicia (época de Anzorreguy). Monopolizan las escuchas telefónicas e intervienen en investigaciones penales.
-¿En el caso del asalto al regimiento de La Tablada en 1989, la Side también falló?
-Ellos analizaban que el movimiento de Gorriarán Merlo era funcional al gobierno, los dejaban caminar. Los veían útiles a la lógica de Alfonsín o caos, un gran operativo propagandístico de la época. La Side tenía los teléfonos pinchados de toda la conducción del Movimiento Todos por la Patria. Pero llegó el verano del 89 y un día dejaron de funcionar. "Se habrán ido de vacaciones", pensaron, pero a los tres días llegó el asalto al cuartel. El jefe de la Side de entonces, Facundo Suárez, le había entregado a Alfonsín un informe un mes antes que decía: "El MTP no tiene capacidad operativa".
Así, de la nada, pasan de un tema a otro. De la nada o porque la relación en el modo de hacer funcionar las causas es tan similar que uno ve todo.
Se trata de vincular y de ver cómo se repiten los personajes de películas –supuestamente- diferentes. Entendiendo qué molesta, uno puede saber qué y cómo defender. Les incomodan, los enfurecen las causas abiertas por crímenes de lesa humanidad, los mortifica que se puedan romper sus feudos, los enfada que los cualquiera podamos meter la nariz en la cueva, los atormenta que se puedan modificar estructuras del consolidado Poder Judicial. Antonio Stiuso fue llano. Cuando Alejandra Gils Carbó asumió la fue a visitar y se lo dijo claramente: “no meta a la procuraduría ni arme procuradurías en el fuero federal. Ponga a la procuraduría a trabajar con los negritos. De los rubios me ocupo yo”, le dijo.
Otros dos de los protagonistas de esta telaraña que se va presentando como novelas por capítulos y que no son más que engranajes de la misma operación son Carlos Stornelli y Pollicita. El vínculo de Stornelli con el barra Di Zeo es conocido y ya casi naturalizado. Lorena Martins también había denunciado a Pollicita en su momento porque en su juzgado cayó la acusación que ella había hecho a su padre y, dados los vínculos de éste con Macri, y del propio fiscal con el jefe de gobierno, por haber sido miembro de la comisión asesora de seguridad deportiva de Boca, aquella denuncia se embrolló y quedó en esos atolladeros que tanto le gustan a muchos fiscales, con f de fuero federal.
Pero otro de nuestros personajes también dio la nota para sorpresa de estos convulsionados días. El periodista gallego Jon Sistiaga hizo para Canal Plus unos especiales sobre violencia en el fútbol. Y en el césped del campo de juego con las populares y plateas completas, a minutos de inicio de un partido, el reportero entrevista a un hombre que livianamente se presenta como “segundo jefe de seguridad de Boca”, alguien de quien Sistiaga dicen “echa una mano a su equipo los fines de semana, los días que no trabaja como fiscal”. Se trata del mismísimo Plee, quien definió el accionar del jefe de la barra brava Mauro Martín como la de un “organizador”. “Ellos tienen una marca y con la marca La 12, comercializan y así financian sus viajes. Mauro es un organizador, sólo un socio con preminencia, pero no es el jefe de ninguna barra brava”, fue la impactante descripción del fiscal. Puede que a Heidi esta explicación la convenza.
Hoy tienen premura. Todos. Porque su Moisés no baja. Así que en esto están; en ver si esto que han armado puede ser el becerro de oro que, como un dios, les camine delante. Si ese pueblo sediento de liderazgo está desenfrenado y en pecado, no es lo que les importa. Porque para la operación –como le explicó el Señor a Moisés y lo cuenta el éxodo 32- necesitan escándalo,  desorden, extravío y, si es necesario, inmoralidad.

domingo, 8 de febrero de 2015

Programa SF 146 - Cristina Caamaño - Lorena Martins desde España y Jorge Aliaga - 7 de Febrero de 2015



Servicios pornográficos
Por Mariana Moyano
Editorial SF del 1 de Febrero de 2015


Fue tan brutal, tan explícito, tan de exhibicionista, que -tal vez, precisamente por eso- muchos lo pasaron por alto. Cuando algo es extremadamente obsceno, las personas con pudor tenemos una especie de anticuerpo: nos ponemos refractarios y, aunque lo que tengamos enfrente sea un elefante, sencillamente, no lo vemos. Era lógica la actitud: con pornografía en la tapa de los diarios, a los seres más o menos prolijos les provoca algún grado de rechazo. Da vuelta la cabeza, no mira y, en consecuencia, no ve.

Al día siguiente del anuncio presidencial sobre los cambios en la cúpula de la Secretaría de Inteligencia, el diario La Nación mostró la orgía en tapa. De entrada. No se anduvo con vueltas, ni con principios sonsos, o moralinas de otro siglo. Explícito. Una verdadera película triple X desde el primer párrafo: “En un intento por frenar las operaciones políticas que afectaban a su gobierno y las investigaciones judiciales que avanzan sobre altos funcionarios, la presidenta Cristina Kirchner resolvió ayer sorpresivamente descabezar la SI, ex SIDE”.

“¿Cómo?”, me acuerdo que pregunté en voz alta. No había nadie. Era otra más de esas tantas escenas a las que varios ya estamos acostumbrados. Hablarle a los diarios. Solos. Es decir, que las cosas que se escriben nos pongan en el delicado estado de terminar locos. ¿Dan por sentado que la SIDE puede interferir con operaciones políticas en la Justicia Federal? ¿Así como así, el diario de mayor peso histórico/político de la Argentina reconoce que desde la cueva de los espías se arman y desarman causas en los fueros federales, según las conveniencias de la coyuntura política y no necesariamente bajo el visto bueno de un gobierno en ejercicio?”

Atónita quedé. O me había vuelto de una candidez que me convertía en estúpida, o lo que estaba leyendo era de una impudicia pocas veces vista. Seguí con la lectura y comprobé que –por suerte- cierto aspecto inocentón aún lo conservo, pero en este caso no se trataba de mí: el inmenso actor político que es el diario La Nación –sobre todo cuando se trata de cuestiones imbricadas con esa parte del Estado que aún dominan los poderosos y los que trabajan para ellos, sencillamente, porque la clase dominante es la que más tiempo tuvo la administración pública bajo su bota- había decidido gritar lo que siempre se dijo en susurros. ¿Impunidad?, ¿certeza de saberse ganador de la jugada que vendría?, ¿o la muestra de que empezaba otro partido, el más feroz de todos los jugados hasta aquí? No lo sabía ese día. Aún no había ni denuncia contra la Presidenta, ni tachos de basura, ni tachonazos, ni reflotes del Memorándum con Irán, ni Alberto Nisman y mucho menos tiros en la cabeza y la guerra subterránea de los servicios de inteligencia subida a la superficie y a plena luz del sol.

“Un servicio que es, desde hace mucho tiempo, un Estado dentro del Estado”, escribió con total soltura Joaquín Morales Solá en un reconocimiento explícito digno de sorpresa. “La SIDE sumida en un cúmulo de internas que le abrieron al Gobierno un complicado frente judicial”; “un sector de los espías motorizó operaciones judiciales para que avanzaran las causas contra sus funcionarios en problemas”; “de lo que nadie tenía duda ayer en Comodoro Py es de que la jugada presidencial lejos de conjurar una interna, no hizo más que avivar una pugna que recrudece. Significa quebrar un statu quo de más de 11 años”; el nuevo código procesal, “que da enorme poder a los fiscales y que es resistido por los jueces federales, hoy, enemigos centrales del Gobierno”. Todo La Nación dixit. El diario del creador del modo del Estado y la historia oficial mitrista nos presentaba abiertamente y en sociedad al nuevo partido que se calzaba los guantes para darle pelea al gobierno constitucional: el partido Judicial. Así como con la resolución 125 habían inventado al “partido del campo”, ahora la fachada iba a ser el Poder Judicial, el Federal, para más especificaciones. Pero con las mismas corporaciones, poderes de facto y medios de comunicación por detrás, como hinchada, propaladora y espacio de definición de directriz. Pero, esta vez, además, con espías. Servicios que conocen las sombras, ahora en la calle y sueltos. Lo que en la Argentina de la democracia siempre implicó cadáveres: Osvaldo Sivak, La Tablada, Carlos Menem Jr, Axel Blumberg y Alberto Nisman, por citar apenas algunos y no quedarme detenida sólo en nombres propios.

No creo haber sido extremadamente original, pero estos días me fue inevitable volver a una de las tantas magníficas obras de Noman Mailer, ese gigante del periodismo y la literatura que supo cómo nadie contarnos una época a través del recorrido de un personaje. Me refiero, obviamente, a la magnífica “El fantasma de Harlot” que, como explica la contratapa, se trata de “la historia reveladora de la CIA”. “Harlot es el nom de guerre de una figura consular de la CIA, un hombre tan transformado por su oficio de engañar que hasta ha dejado de comprender sus propias motivaciones”. En ese monumental trabajo, Mailer escribe que “cuando hay grandes intereses en juego, las coincidencias abundan. Shakespeare por cierto, creía en eso. No hay otra explicación para Macbeth o Lear”.

Es absoluta y completamente imposible desmentir semejante aseveración en este momento político de la Argentina. Alberto Nisman, que queda “colgado del pincel” –como se definió con un costumbrismo de acceso fácil la situación del ex fiscal-; la cercanía del juicio de los dos encubrimientos de la voladura de la AMIA; el cambio de alineamiento internacional de la Argentina y la –a la vista de todos- actitud de dos gigantes como Rusia y China que le otorgan relevancia a nuestro país; la muestra de que va en serio la idea gubernamental de meterle desinfectante a los Tribunales federales; la reapertura de la causa por la desaparición de Iván Ruiz y José Alejandro Díaz durante el copamiento de la Tablada (juicio que iba a manchar hasta la cabeza a Nisman porque fue él el secretario a quien se encomendó averiguar el paradero de estos jóvenes y quien decidió meter en el expediente sólo la versión de los servicios y del Ejército); la aparición de Maximiliano Rusconi como abogado de Diego Lagomarsino, el mismo letrado que defendió a Carlos Menem por la venta ilegal de armas; y un engranaje, un encadenamiento, una red, una matriz, una lógica a la que vamos accediendo cada vez que tiramos de una nueva hilacha como es la aparición de un nuevo nombre propio en el escenario político de estos días.

Porque, que quede claro. Ya no estamos hablando ni de Nisman, ni de su denuncia. Se hizo obvio con la novelita de Clarín de las tachaduras y el la información de cesto de basura y proveniencia policial. No sorprende, por supuesto, que la misma editorial que a través del periódico MUY no tuvo problema en mostrar el cadáver de Ángeles Rawson revuelto entre los desechos del Ceamse, avanzara raudo en la publicación de lo encontrado –supuestamente- en la basura del fiscal muerto. Lo llamativo aquí no es eso, sino ¿por qué para ellos, que era central la denuncia presentada por Nisman, hoy el eje ha cambiado y lo fundamental son los papeles hallados en el cesto de papeles y que el fiscal jamás presentó? ¿No será, acaso, que ya todos saben -y saben que sabemos- que aquella presentación carece de cualquier valor jurídico y lo único importante es seguir metiendo ruido y hojarasca? Sí, Mariana. Respondete que sí tranquila. Porque se ven los hilos. Pero, además de verlos, tirá de ellos porque si no, dejás arrinconada tu función de ciudadana y te quedás en el cómodo sitial de comentarista.

Bueno, a seguir desarmando la urdimbre, entonces.
Esta semana aparecieron en escena varios personajes más. Algunos, ligados estrictamente al/los expediente(s) Nisman. Otros, ligados estrechamente a la matriz en que funcionó desde siempre en este subsuelo de alimañas y que hoy -por primera vez en la historia política- vemos en la superficie gracias a que algunas (mujeres, ¿cuándo no?) se atrevieron a usar un martillo neumático y perforar concreto, asfalto, historia reciente y hormigón para que toda la porquería escondida bien abajo salte hacia afuera de una buena vez.

Sebastián Blanco Bermúdez se llama uno. Es el que se presentó como abogado de Antonio “Jaime” Stiuso, el personaje definido por La Nación (en otro acto no de sugerencia, sino de política triple X) “el dueño del expediente AMIA que administraba Nisman” y como el “hombre de más poder” en la inteligencia local. Se conocieron en la SIDE y fue, además, abogado de la familia de Pedro Tomás Viale, el “Lauchón”, la mano derecha de Stiuso, que fue muerto en su casa de La Reja, cuando la bonaerense ingresó por un operativo antidrogas. Viale, un íntimo amigo de Stiuso y que, según Lorena Martins, conformarían junto a su padre –un ex SIDE- un triángulo de temer.

Hasta ahí, nada demasiado extraño: dos agentes de la SIDE, mismo bando, misma amistad comparten abogado a quien conocieron en la cueva. Lo que no es tan sencillito de digerir es que Blanco Bermúdez era fiscal federal del Juzgado en lo Criminal y Correccional N° 1 de Morón –el de Larrambebere- cuando tuvo lugar el copamiento de La Tablada. Y a él y a Nisman les encargaron las investigaciones por las desapariciones de Ruiz y de Díaz.

La extensa trama de inteligencia, como la definió un estimado compañero, se va abriendo a una velocidad a la que no le hubiera dado crédito hace apenas días. La misma confusa jornada en que Stiuso debió presentarse en la fiscalía, pero debido a que el secreto no estaba levantado, que la casa en San Justo que figuraba como propia no era tal, que las oficinas que supuestamente le pertenecían parece que no le pertenecían tanto y otra cantidad de motivos iguales de confusos a la jornada, Lorena Martins –la hija de este otro ex espía devenido famoso y millonario proxeneta y, según la denuncia, miembro de una importante red de trata de mujeres- envió por twitter un mensaje que detuvo el tiempo y puso a este caluroso febrero en clima de heladera: “STIUSO, ex jefe de CONTRAINTELIGENCIA dice q NO conoce a mi viejo (ex SIDE Martins). Jaime, mirá lo que tengo en casa”, escribió y cerró su envío con el emoticón de una sonrisa segura y una foto de un viejo tarjetero con el grabado de “Dirección de Contrainteligencia” y el inconfundible logo de la sigla SIDE.

Lorena Martins nunca logró que la causa abierta contra su padre avanzara. Ella, según indica la ley, en tanto hija y no directa perjudicada, no puede culpar a su progenitor. La causa quedó en cero en el juzgado de María Romilda Servini de Cubría. Pero con lo que está saliendo a la luz, es inevitable la sospecha.

Raúl Martins provenía de estudio y educación católica, algo que en algunos espacios aún hoy es sinónimo de respetabilidad. Estudiaba derecho y trabajaba en la SIDE en los oscuros 70, cuando la principal función era marcar militantes para que fueran secuestrados y llevados a los centros clandestinos de detención. Específicamente uno, indican algunos. Según se cuenta y ratifica Lorena, Martins conoció en la Secretaría a “La Negra” Norma Esther Oviedo, espía y proxeneta, con quien a fuerza de dinero y extorsión hizo crecer el negocio. Hay un juez (MF son las iniciales y aunque sabemos el nombre, no lo daremos a conocer) a quien Martins tiene agarrado de ahí abajo porque asegura que posee una cinta en la cual se lo ve al Magistrado en uno de sus locales con una de las mujeres de esa red. Uno de los tantos videos que Martins usa como escudo fue encontrado por el fiscal José María Campagnoli en marzo de 2001 al allanar una caja de seguridad del ex espía. Al día de hoy no conocemos el destino de esa cinta.

Lorena cuenta que se pasó un largo tiempo amenazada por el Lauchón, por orden de Stiuso y, por supuesto, de su padre, quien vive lujosamente en Cancún, donde se fotografía con Mauricio Macri y su elegante esposa, Juliana Awada. Esta mujer de 38 años no se enfrenta a peces flacos: un dato al pasar, el abogado de su padre es nada menos que el mismo del temible Triple A Aníbal Gordon, Teodoro “Teo” Álvarez.

En la SIDE, Martins se hacía llamar “Aristóbulo Manghi” y en los años del menemato y la impudicia se hizo conocido por comandar el sexo VIP de Capital Federal. Cuando aquí no anduvo tan de parabienes se escapó a México y allí a voz en cuello, los que saben, lo relacionan con “Los Zetas”, el tráfico de drogas y de mujeres. Todavía hay hilitos pendientes en el poder judicial local y parece que el tema más pesado, aunque no haya sido judiciable, es que tiene pagos en ciertos juzgados federales a cambio de protección.

En México no es un anónimo. Lydia Cacho, una periodista que no descansa en su combate contra las redes de trata en el mundo entero, habla de él en su libro Esclavas del poder: “Raúl Martins fue agente de la SIDE de 1974 a 1987(…) En 2002 llegó a México. Martins tiene abiertas cuatro causas penales que en conjunto suman cargos por 12 delitos (…) Claudio Lifschitz, que aún defiende a los represores de la dictadura en Argentina, fue abogado de Martins durante 7 años en Buenos Aires y México hasta que se peleó con él y regresó a Argentina por temor a represalias. Para protegerse reveló las operaciones de su ex cliente y dijo estar dispuesto a declarar ante la justicia mexicana si le daban garantías. Las diferencias comenzaron después de que Martins lo presionara para que ´cambiara su testimonio en una investigación que involucra a altos funcionarios del ex presidente Carlos Menem´. Martins quería que Lifschitz se desdijera en la causa por un atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en la que el abogado había encontrado y denunciado el encubrimiento de los culpables de la matanza”.

Y desde México, en medio de redes de trata, prostíbulos y servicios de inteligencia, vuelve a colarse la AMIA, una causa en la que se vendió carne podrida desde el inicio, con víctimas de todo tipo. Y con extensiones hasta vaya uno a saber dónde.

El 8 de diciembre de 2013, Fernando Oz –el mismo periodista que asegura haber intercambiado mensajes con Nisman y que en ellos el fiscal le indicaba que su vuelta a Buenos Aires recién sucedería el 23 de enero- escribió sobre las ramificaciones de los servicios de inteligencia en la causa Ciccone. “El torbellino –escribió Oz- se produjo cuando en la central de espías de la calle 25 de Mayo observaron las imágenes de Nicolás Ciccone saliendo de los tribunales de Comodoro Py junto a uno de sus abogados, Marcelo Ruiz”

Marcelo Ruiz lleva causas de derecho laboral en el estudio Anzorregui. Con Hugo, se conocen porque durante el gobierno de Menem, Ruiz “llegó a ser el jefe de los espías criollos en Londres hasta 1999”. Pero él no es penalista, de modo que buscaron a otro letrado que armara la estrategia. ¿Quién? (Cuánta razón tenía Mailer: “cuando hay grandes intereses en juego, las coincidencias abundan”): Maximiliano Rusconi, el mismo que defendió a Menem y que ahora le cubre los pasos al hasta hace unos días miembro de la SIDE, luego sólo joven informático y ahora no-sé-quién-sos Diego Lagomarsino. El dueño de la bersa 22.

La dupla Ruiz-Rusconi tiene bien aceitados sus contactos en los Tribunales Federales. Rusconi es abogado de Raúl Moneta, y Ruiz tiene estrechos vínculos con “Alfredo ´Freddy´ Lijo, hermano de Ariel Lijo, el juez que investiga el caso Ciccone. Ruiz y Freddy invitan todos los años a jueces y fiscales a pasar unos diez días en Londres para realizar un seminario en Cambridge denominado ´The Cambridge International Symposium on Economic Crime´”.

“Los fiscales”, les gusta decir a los medios que se están haciendo un festín tanto con el cadáver de Nisman como con la confusión reinante en esta telaraña servicio-judicial. Ellos, “los”, es decir, un supuesto todos del ministerio público convocan a una manifestación para el 18 de febrero que no será otra cosa que un aquelarre opositor de personas que no quieren perder privilegios, personajes que necesitan que nada se sepa, políticos oportunistas, cacerolas odiadoras, un sin número de profundos desconocedores del CV –o prontuario- de los convocantes y algún grupo con genuino enojo que -permítanme pensar- será el más pequeño.

Una perla del absurdo de la manifestación es que uno de los adherentes -o ideólogos, según quiera verse- a una manifestación en la cual se exigirá “justicia” por Alberto Nisman es Ricardo Sáenz, el Fiscal General ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal. Saénz fue candidato a la Vicepresidencia del Consejo Directivo de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional (AMFJN) en representación de los Fiscales por la Lista Bordó, la que viene gobernando la AMFJN desde hace 12 años y en su foto de campaña se lo ve feliz y abrazado a Ricardo Recondo, un magistrado de gran millaje y amigo de las cautelares de algún multimedio poderoso.

Pero además, Sáenz es el jefe de Viviana Fein, o sea, de la fiscal que lleva a cabo la investigación por la muerte de Alberto Nisman. Su jefe convoca a una manifestación para que haya justicia en una causa que una subordinada lleva adelante. Flor de presión para la fiscal que está a punto de jubilarse y que debió cambiar la fecha de sus vacaciones.

Dos de los otros protagónicos propiciadores de la manifestación son Guillermo Marijuán y el Fiscal de la Cámara de Casación Raúl Pleé.

Marijuan  fue denunciado por seis organismos de Derechos Humanos, entre los cuales figura Abuelas de Plaza de Mayo. En noviembre de 2013 lo acusaron de “poner en riesgo las causas por crímenes de lesa humanidad”. En el escrito, Abuelas, Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, H.I.J.O.S., la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre indican que con sus “acciones sin fundamento busca paralizar los innumerables procesos en los cuales se investigan y juzgan los crímenes de lesa humanidad ocurridos en nuestro país durante la dictadura cívico-militar”.

No fue el único enfrentamiento que tuvo en los últimos tiempos. El titular de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac), Carlos Gonella, y Marijuán tienen un vínculo, digamos, jurídicamente conflictivo. Marijuan acusó a Gonella y pidió la indagatoria de la procuradora Alejandra Gils Carbó por supuestas irregularidades en los nombramientos de fiscales. El argumento básico de Marijuán es que Gonella, al ser fiscal ad hoc, no debe tomar causas en las cuales no es el fiscal “natural”. Se trata de un argumento llamativo, sobre todo viniendo de quien es el “fiscal natural” de la causa AMIA, ya que en él recayó luego de que los ex fiscales Eamon Müllen y José Carlos Barbaccia fueran apartados por delitos. En la causa AMIA no sólo no se preocupó por hacerla avanzar jamás y por eso fue denunciado por familiares, sino que le dejó el paquete completo a Nisman y a su Unidad y jamás se interesó en los avances. Por otro lado, y como si no fuese esto suficiente para tener una pincelada del perfil de este hombre al que le gusta codearse con la creme del Poder Judicial, Marijuan es quien tiene la causa de Hernán Arbizu, el ex directivo de la banca Morgan que reconoció haber fugado dinero de Clarín, de sus accionistas y de 469 empresas, pero a quien el preocupado hombre del Poder Judicial no cita.

Raúl Pleé es el fiscal ante la Cámara de Casación Penal, es decir, la última instancia antes de la Corte. En diciembre de 2000, dictaminó en favor de que se rechace el recurso que presentó el Gobierno de Fernando de la Rúa para que la Justicia revise el fallo de los 20 condenados por el ataque al cuartel de La Tablada.
Por aquellos años, el gobierno nacional estaba preocupado por al caso Tablada debido a que la huelga de hambre de los presos había adquirido relevancia internacional y la Corte Interamericana de Derechos Humanos ya tenía la cuestión en vista. Para Pleé no había “peligro de sanción internacional" a la Argentina por el incumplimiento de las recomendaciones efectuadas en 1997 por la CIDH, frente a la violación del artículo 8.2 de la Convención Americana de Derechos Humanos. Claro, no le parecía relevante que este organismo internacional hubiese dicho que el Estado Argentino había faltado a su obligación de investigar de “manera exhaustiva, imparcial y concluyente” la ejecución de Díaz y Ruiz, investigación que habían llevado adelante (mal, a la vista de la máxima instancia de DDHH de América) Nisman, Blanco Bermúdez y él.

Hasta al entonces Ministro de Justicia de esos años, Jorge de la Rúa, le había parecido “previsible” el dictamen de Pleé, ya que “justamente fue el fiscal del juicio realizado en 1989 contra los condenados que reclaman la revisión de su sentencia”.“Este fiscal es el mismo que durante el juicio ha desconocido torturas y ejecuciones extrajudiciales por parte del Ejército”, cuestionó Rodolfo Yanzón, abogado de los detenidos.

Si los camaristas Pedro David, Raúl Madueño y Juan Fégoli seguían la postura de Pleé, el Procurador del Tesoro se iba a presentar en queja ante la Corte. El 30 de diciembre del año pasado, la Corte se expidió. 14 días antes de la presentación de Nisman contra la Presidenta Cristina Fernández, los Supremos habían decidido la reapertura de esa causa para que se investigue, entre otras tantas cuestiones, el accionar judicial de entonces.

Pleé fue el mismo que en tanto fiscal ante la Cámara Federal de Casación, pidió a ese tribunal que confirme la inconstitucionalidad del memorándum. Raudo, diligente, como Nisman en este tema y en este año. Extraño, también todo ese proceso ya que el propio Nisman había reconocido en una nota con el periodista Gustavo Sylvestre en A24 que nada tenía que ver el memorándum con su posibilidad o no de investigar y avanzar.

En fechas cercanas, Pleé había sido corrido de la lucha contra el lavado de dinero porque su tarea había obtenido muy pobres resultados mientras estuvo al frente de la Unidad Fiscal encargada de investigar ese delito. 11 años de vigencia de la ley antilavado y apenas dos condenas en las cuales, encima, Pleé no había tenido ninguna participación en esos logros. Página 12 explicaba que “Desde el Gobierno cuestionan la supuesta permeabilidad de Pleé frente al lobby de consultoras y estudios jurídicos encargados de asesorar y representar a grandes corporaciones en temas de lavado. El vínculo más llamativo es el que mantiene con Juan Félix Marteau, ex representante de la Argentina ante el GAFI, que hoy se desempeña como asesor de empresas en cuestiones de lavado (entre otras, el Grupo Clarín). La hija de Pleé, María Celeste, trabaja en el estudio de Marteau, pero además, el fiscal y el abogado comparten un curso de posgrado en la UBA que dirige Marteau, participan en la Fundación de Investigaciones de Inteligencia Financiera donde Marteau es el presidente y Pleé forma parte del Consejo Consultivo y se muestran juntos en charlas, congresos y eventos públicos”. Cuando hay grandes intereses en juego, las coincidencias abundan.

Pleé ingresó al Poder Judicial en 1972, por esas coincidencias de la vida, el mismo año que Stiuso a los Servicios de inteligencia. Fue relator en la Cámara del Crimen de la Capital Federal, tribunal que tuvo un rol clave en el entramado burocrático-judicial del terrorismo de Estado. En 1977 fue nombrado secretario de Juzgado Nacional de Primera Instancia y estuvo allí hasta 1984. Pero es en 1988 cuando es nombrado fiscal ante la Cámara Nacional de Apelaciones de San Martín. Desde allí llevó adelante la instrucción de la causa por copamiento de La Tablada.

Fue acusado en diferentes instancias por obtener evidencia y testimonios en base a torturas y por pasar por alto, justamente, las denuncias de estas torturas y de ejecuciones sumarias. Todas las rechazó.

42 militantes participaron del copamiento. Durante 30 horas, 3600 efectivos llevaron adelante la recuperación del cuartel. Se recurrió a blindados, a fósforo blanco –prohibido por Naciones Unidas- y a desapariciones. Pleé nunca intentó, por supuesto, que se aclarasen los tantos de lo ocurrido aquel 23 de enero de 1989. Hubo 28 muertos civiles y 4 desaparecidos. La policía y el Ejército tuvieron 11 muertos, en su mayoría, como consecuencia de los bombardeos. Los atacantes fueron condenados basándose en la Ley de Defensa de la Democracia, lo que implica que los procesados no tienen derecho de apelación.

En 2008 por decreto 1578, la Presidenta otorgó acceso irrestricto a los archivos de inteligencia para que la Justicia pudiese tener todos los elementos del caso y para conocer en detalle qué ocurrió allí aquel día.
Roberto Felicetti, uno de los detenidos le contó al juez Federal de Morón, Gerardo Larrambebere, que había sido salvajemente torturado y le mostró sus dos brazos fracturados. El magistrado no hizo nada, llevó adelante una instrucción tan bochornosa que el mundo la mira mal y fue ascendido a juez del Tribunal en lo Criminal N° 3.

Cuando debió iniciarse la instrucción, el fiscal Federal de Morón era Santiago Blanco Bermúdez –actual abogado de Stiuso, como ya se relató aquí- pero por esos días gozaba de licencia. Al cuartel accedieron, entonces, el entonces fiscal de la Cámara Federal de San Martín Raúl Plée y el entonces defensor oficial del juzgado Federal de San Isidro Pablo Quiroga. Según relata Eduardo Anguita, “este último, producto de la presión de la corporación militar –especialmente de Inteligencia del Ejército– fue nombrado ´fiscal subrogante´, a partir de lo cual abandonó la función de defensor oficial (…) De las primeras páginas de la causa surge que los fiscales Pleé y Quiroga pidieron al juez una cantidad de allanamientos en una serie de domicilios, dando detalles de barrios y calles en distintos puntos del Gran Buenos Aires. En esos pedidos no aparece el origen de la información a la que habían accedido los fiscales, ni siquiera cómo los habían obtenido. La posterior investigación determinó que esos lugares habían sido utilizados por los atacantes y que en ellos se habrían encontrado planos y anotaciones relacionados con el ataque”.
Fue esa documentación –hoy sabemos proveniente de qué cueva- la piedra basal para la acusación contra los miembros del MTP. Jamás se explicó cómo murieron los 28 civiles -la mayoría con sus cuerpos ardiendo por el fósforo blanco- ni qué pasó con los cuerpos de Francisco Provenzano, Carlos Samojedny, Carlos Burgos, Iván Ruiz y José Díaz, estos dos últimos los nombres que lleva la carátula que la Corte reabrió y que salpicarán, entre otros, los apellidos de Nisman, de Blanco Bermúdez y de Pleé.

“Cuando hay grandes intereses en juego, las coincidencias abundan. Shakespeare, por cierto, creía en eso. No hay otra explicación para Macbeth o Lear”. Varios de esos intereses y varias de esas coincidencias van a marchar este 18 de febrero con la excusa –burda porque es sólo un pretexto- de cumplirse un mes de la muerte de Nisman. Shakespeare aquí no está. Pero nosotros debemos creer en eso porque no hay otra explicación, ni para Macbeth, ni para Lear ni para la tragedia que quieren crear para llevarnos puestos.

lunes, 2 de febrero de 2015

Programa SF 145 - Jorge Elbaum - 31 de Enero de 2015

Toda una vida de servicio
Por Mariana Moyano

Editorial SF del 31 de Enero del 2015

Siempre se la llamó la cueva de los espías. A la SI, SIDE, o cual fuera la sigla que se la daba. Se la conoce así. Quizás, por cerrada, por impenetrable, por secreta; o por sórdida, por oscura, por tenebrosa. Como una caverna. Como la de Platón, la de su alegoría, en la cual están esos hombres, prisioneros desde el mismísimo momento de su nacimiento. Sus cuellos y piernas se encuentran encadenados a una pared. Ellos, de frente a ésta no pueden girar sus cabezas, con cual, durante sus aciagas vidas sólo pueden ver lo que en ella se proyecta: sombras.
Entre los encadenados y el exterior hay hogueras. Y los movimientos de los de afuera llegan a los ojos de los prisioneros deformados por los huecos de las cavernas y los juegos de luz que construye el fuego. Así, el único mundo que conocen es el de las sombras, porque sólo ese han visto. El mundo real, para ellos, sólo puede tener pinceladas de sombrío. Así nacieron, así son.
Dicen que hay veces que cuando uno cruza determinada puerta, ya no puede volver atrás. Hubo uno que parece haber ingresado a ese mundo cavernoso y todo indica que lo eligió como propio. Y optó porque el mundo de las sombras fuera el suyo.
Su nombre no era desconocido, pero un día su fama estalló. Con una denuncia, que primero fue pública, televisiva y televisada, y sin detalles. Luego se conoció el texto, un escrito perfecto para el escándalo, pero pobre para la prueba. Lo explicaron varios, los de fuste y de los otros. No resiste el paso por ninguna instancia de seriedad judicial. Pero era magnífico para el teatro, para el circo romano, para el show.
Y poco, excesivamente poco tiempo después de su palabra estrepitosa: la muerte. El tiro de una pistola 22, el mismo calibre de la que usó Rodolfo Walsh cuando pensaba –ridículamente y hasta él mismo reía de eso- que con un arma así iba a salvarse de sus perseguidores. A veces, no hay más remedio que coincidir con Jorge Luis Borges en aquello de que: “que la historia hubiera copiado a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible...” Y es en ese texto del traidor y el héroe que el genial escritor nos cuenta sobre Fergus Kilpatrick, “un conspirador, un secreto y glorioso capitán de conspiradores; a semejanza de Moises que, desde la tierra de Moab, divisó y no pudo pisar la tierra prometida, Kilpatrick pereció en la víspera de la rebelión victoriosa que había premeditado y soñado”.
La literatura, por estos días, parece un buen punto de fuga. Debe ser por eso que pululan tantas historias fantasiosas, tantas teorías, tantas elucubraciones y tantas sospechas. Por mi parte, si me permiten esta reflexión en primerísima primera persona, lo que me sobran son preguntas. Tengo cientos, decenas de miles de ellas. Sobre todo acerca de qué hizo y qué hizo hacer este hombre que se inició en el mundo de sombras en el mismo lugar donde se quedó: en La Tablada; en esta historia circular que tiene a Alberto Nisman en el centro pero que ni se inicia ni termina en él.
Con ese áspero y nada cálido lenguaje jurídico, la Corte Suprema de Justicia de La Nación había hecho lugar a la queja de los querellantes y habían admitido el “retardo de justicia”. A través de su fallo, los Supremos habían ordenado a la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal que "se dicte sentencia a la brevedad”. Por conocer esto sabíamos que a mediados de 2015 iba a realizarse el juicio que tiene como imputados a Juan José Galeano, Hugo Anzorreguy, Juan Carlos Anchezar, los comisarios Carlos Castañeda y Jorge Alberto Fino Palacios, Rubén Beraja, Carlos Telleldín y los ex fiscales Eamon Müllen y José Carlos Barbaccia, entre otros. ¿Las acusaciones? Nada livianas: elaboración de pistas falsas, detenciones ilegales y el pago de 400 mil dólares al mismo Telleldín para desviar la investigación del atentado. Hay una esquina más en esta historia repleta de bordes y de cavernas: el sobreseimiento por parte del entonces juez Gabriel Cavallo y actual abogado de Ernestina Herrera de Noble a Galeano en 1997 no había ayudado. ¿El meollo de todo? Simple y el mismo: el encubrimiento de la voladura.
Horacio Verbitsky escribió estos días que “es más posible encontrar la clave de esta historia en el gobierno de Carlos Menem que en el actual. Menem es de origen sirio y antes de las elecciones presidenciales de 1989 se reunió en Damasco con el presidente Hafez al Assad, que le brindó apoyo financiero. La participación argentina en la Operación Tormenta en el Desierto contra el aliado de Siria, Irak, en 1991, arruinó ese romance. En 1992 fue demolida la embajada de Israel en la Argentina y en 1994 voló la mutual judía”.
“Documentos secretos desclasificados en 2003 revelaron que el primer ministro israelí Yitzhak Rabin mandó a la Argentina un enviado personal apenas horas después del ataque de 1994 con el propósito de concertar una versión común de los hechos. En ese momento, Rabin enfrentaba la presión política de los opositores a las conversaciones de paz con los palestinos en Oslo, que por primera vez contaban con la aprobación siria”. De Siria no se habló más y los dedos que mandan señalaron a Irán.
Yo tenía apenas 24 años. Y estaba desde hacía sólo 5 años empezando a vivir de esto que los más pomposos igualan a la libertad de expresión: el periodismo. Vuela la sede de la AMIA y mi editor me envía a ver. Decirle “cubrir” a eso que iba a hacer ya era exagerado porque apenas si podíamos siquiera asomarnos a lo que implicaba esa bomba. Lo primero que me llamó la atención, lo recuerdo, fue que decenas de personas con genuina solidaridad pisoteaban los escombros; lo que era lo mismo que aniquilar la poca prueba que allí podía quedar. “¿Nadie controla que no se pierdan las pruebas?”, me acuerdo que pensé. “¡Qué inocente!”, me digo hoy. Se trataba exactamente de eso. De encubrir –a veces con las propias coberturas periodísticas- lo que allí había ocurrido.
Durante unos días seguí lo poco que se podía encontrar de información. Importantes conocedores de la realidad internacional -radicales varios- explicaban aquello que llamábamos “la pista siria” y la “conexión local”. Hubo que desenrollar varias veces la madeja para comprender de qué hablaban. Pero hacia allí iban las interpretaciones más serias y sólidas de esas jornadas. Sin embargo, algo detuvo el andar de la rueda.
“Desde hoy, vamos con Irán”, me dijo aquel mismo editor. Sonaba a orden. “Pero a mí nadie me habla de Irán”, respondió la cándida reportera con ilusión de periodista. “Bueno, entonces el tema lo sigue M”. Y así fue como de un momento a otro, sobre la explosión de la mutual judía dejé de escribir y pasó a hacerlo un -super amable, encantador y gran bon vivant- compañero de redacción pero confeso miembro de la SIDE con permiso de portación de máquina de escribir.
Después vino la historia conocida. Pero mi pequeñísima anécdota me tatuó el descreimiento sobre todo lo que se dijo luego.
Las dudas de aquellos años vuelven hoy bajo la taladrante pregunta de ¿por qué?, ¿Por qué? ¿Por qué a menos de 24 horas de la visita de Nisman a TN, Carlos Pagni –el único que se toma en serio su trabajo de intelectual orgánico de la derecha argentina archi opositora- le dejó al oficialismo servido en bandeja el banquete que nadie había elaborado aún para desechar de un plumazo la denuncia de Nisman.
¿Por qué él, que lee al kirchnerismo con detalle único y con precisión quirúrgica?
¿Por qué él, que conoce como pocos qué es una operación?
¿Por qué él, que está procesado por formar parte de una asociación ilícita destinada a utilizar escuchas ilegales (junto con el ex mano derecha de Julio Ramos en Ámbito Financiero y actual Perfil, Roberto García; el ex titular de la SIDE, Juan Bautista “Tata” Yofre y el editor de una servicial página online Edgard Mainhard, investigados todos por la jueza ex esposa del fallecido Nisman, Sandra Arroyo Salgado –la misma tildada de vejatoria cuando le tocó obtener ADN de Marcela y Felipe Noble por el diario que ahora sólo parece acongojarse frente a ella-) a horas de la denuncia en TV de ese Nisman de hablar pastoso, le propinó semejante cantidad de potenciales desde la tapa de La Nación?
¿Por qué le tira el baldazo de que en su denuncia hay mucho de político pero muy poco de jurídico?
¿Por qué él muestra antes que nadie que los intercambios (las bases de la denuncia: el comercio y las bajas de alertas rojas) no tuvieron lugar y se interroga haciéndose el sonso con un párrafo perfecto para la audiencia en la cual, sólo con eso los diputados oficialistas, podían comerse crudo al fiscal?
“El activismo de los espías, que otorga al expediente el aspecto de arenas movedizas, inspira interrogantes sobre la jugada del fiscal. ¿Por qué denunció recién ayer episodios que fueron detectados hace tiempo? ¿Se podría haber evitado lo que ahora se ventila si se hubieran expuesto estas novedades mucho antes?”, fue el regalito con moño para los legisladores K. Una ofrenda nada menos que de las manos de Pagni. ¿Por qué?
¿Qué sabía, suponía, conocía, deducía, elucubraba Pagni?
¿Por qué no se montó con el mismo oportunismo de Clarín sobre la denuncia de Nisman para, así, acribillar al gobierno?
¿Por qué aparece también en La Nación una cortita pero lapidaria nota el sábado 17 de enero, en la cual vuelven a sopapear el fiscal denunciante?
“Incógnitas que surgen de la denuncia. Las dudas que dejó la acusación. ¿Si el plan era librar de responsabilidad a Irán, por qué los iraníes no aceptaron el memorándum en vez de cortar las negociaciones? ¿Por qué Nisman mantuvo dos años en secreto la investigación sin avisar a un juez ni hacer una denuncia ante los primeros indicios?”, publican. ¿Por qué? Me pregunto yo. ¿Por qué lo publican?
Clarín y La Nación son diarios de estrecho vínculo con la embajada de los Estados Unidos. Clarín, además, suele ser especialmente generoso con Israel. No así La Nación en cuyas páginas muchas veces se encuentran versiones menos fanáticas sobre lo que ocurre en Gaza.
Jurídicamente la acusación de Nisman es humo. Lo dijo Raúl Zaffaroni, lo dijo Julio Maier y ninguno que se precie de penalista la sostuvo. Y es más, el ahora ex miembro de la Corte, con el correr de los días fue incluso más terminante: "A Nisman le dieron pistas falsas", “fue víctima de una operación”.
Tampoco era fácil de sostener en Tribunales la película de los agentes. Los supuestos espías Yrimia y Bogado no sólo no eran de la SIDE sino que además habían sido denunciados por la propia Secretaría por irregularidades no precisamente leves.
Políticamente la denuncia era disparatada. Ya se dijo: el comercio con Irán no creció, las alertas jamás bajaron y hasta el ex jefe de Interpol, Roberto K Noble -por más de una década jefe de los servicios secretos de Estados Unidos- hizo trizas a Nisman: “miente”, dijo terminante.
Todo era absurdo, imbricado y casi delirante. Pero además, de telón de fondo teníamos un hecho indiscutible: Cristina Fernández de Kirchner le dio al esclarecimiento del atentado a la AMIA escala de tema de Estado: lo llevó a los foros internacionales junto Malvinas y con la batalla contra el anarcocapitalismo. Y junto con el padecimiento del pueblo Palestino. ¿Molestó, acaso, que no fueran tres, sino cuatro las preocupaciones presidenciales? ¿Por qué?
Todo fue desde un inicio absurdo, imbricado, delirante: EEUU e Israel ofrecen un testigo en 1994: Manoucher Moattamed, quien desde Venezuela se presentaba como un ex funcionario iraní, escapado de su país.
Hubo un juicio escandaloso en el cual se acusaron unos a otros; un desarmador de autos con 400 mil dólares ofrecidos por un juez y por el entonces Presidente de DAIA, Rubén Beraja; policías locales involucrados falsamente; un ex embajador iraní Hadi Soleimapour, detenido sin pruebas en Londres, al punto que hubo que indemnizarlo con 200 mil libras esterlinas. 
Jorge Elbaum es un sociólogo que fue director ejecutivo de la DAIA. Estos días escribió: “en vez de apuntarle a lo obvio se internan en culpas, medias palabras y chapucerías de panel televisivo: Nisman se suicidó porque lo dejaron colgado del pincel. Porque le prometieron ´escuchas´ que no existían y/o falsas evidencias que terminaron siendo humo. Lo utilizaron durante los últimos años, generándole una dependencia ´informativa´”.
“Algunos jugadores del tablero internacional fueron cambiando sus prioridades de acuerdo a la conformación de los enemigos de turno –continúa-: Nissman terminó siendo cooptado por la CIA y el Mossad durante el conflicto por las plantas nucleares construidas por Teherán. En una deriva que los familiares de la muertos de la AMIA percibieron como obvia, el fiscal fue aislándose de quienes eran sus defensores más acérrimos  y se asoció con la derecha israelí. Una acusación contra los iraníes y al mismo tiempo la negativa a profundizar la ´pista Siria´ servía para presionar a Teherán. Nisman se introdujo en el juego escabroso del ajedrez internacional con una ingenuidad y ambivalencia constitutiva: creyendo ilusamente que escalaba en la jerarquía jurídica de la guerra contra el terrorismo, pero dependiendo de ´informes´ que siempre le ´prometían´ y no siempre llegaban a sus manos”.
Hace no mucho, pero lo suficiente como para que parezca una eternidad, porque fue antes de esta bala que atravesó el cráneo del fiscal, pero el corazón de la institucionalidad nacional, el diario La Nación publicaba una nota sobre un tal Jaime Stiles. Un ilustre desconocido para los mortales comunes y corrientes de este a veces macondiano país.
“Malas horas para un agente poderoso”, era el título y salió publicada el domingo 28 de julio de 2013. “La crisis de la Secretaría de Inteligencia -pequeña o grande, ya veremos- está atada a la suerte de su agente más poderoso, Jaime Stiles, director de Contrainteligencia. Y son malas horas para él, por dos motivos esenciales”, decía el diario.
“El más notorio es la muerte de ´el Lauchón´, uno de sus hombres de confianza de la Dirección de Contrainteligencia, a quien vio crecer a su mando desde que lo tiene como subalterno, a mediados de los ochenta. ´Los tiros fueron para mi´, dicen que dice. El otro foco que enturbia el presente de Jaime es el caso AMIA. Es él, antes que nadie, el dueño del expediente que administra el fiscal Alberto Nisman” (...) “La decisión de Cristina Kirchner de buscar un marco de negociación con Irán dejó a Jaime desacomodado frente a todos sus aliados”.
Era una nota chiquita, perdida, cortita y en el suplemento Enfoques. Pero lo dijeron. Lo escribieron porque lo querían decir. Y La Nación no dice nada que no quiera decir.
Fue sólo un artículo, pero hoy es imposible noleer aquella nota como parte de una secuencia: El 18 de octubre de 2014, la revista Noticias elabora una más de sus permanentes escandalosas tapas. “La SIDE al desnudo. Sin control. Es el jefe de un ejército de espías insubordinados. La interna salvaje. Cristina furiosa contra las filtraciones y con Larcher”.
“Icazuriaga no logra domar la salvaje interna entre sus agentes, que huelen el despoder de fin de ciclo. Parece la tormenta perfecta: una campaña presidencial en ciernes, agentes fuera de control. La campaña hacia el 2015 empieza a calentarse. Hay demasiados protagonistas en la sombra”. ¿Periodismo de anticipación? ¿Algún indicio desde las cavernas?
El 23 de noviembre, Clarín informa que: “Amenazan a uno de los jefes de la ex SIDE: Es Horacio Stiusso, director de Asuntos Externos”. El periodista Nicolás Pizzi escribe: “Algo está pasando en la Argentina. Uno de los hombres más temidos dice que se siente amenazado (…) Las amenazas contra Stiuso responden a la interna feroz que se disputa por estos días dentro de la SIDE y que tiene repercusión inmediata en los tribunales de Comodoro Py. Todo es posible en el mundo de los espías”.
Días después, el 13 de diciembre, es decir ANTES de que la Presidenta anunciase su decisión de cambiar la cabeza de la Secretaría de inteligencia, sin motivo aparente, sólo la explicación de que “Noticias decidió comunicarse con Stiuso por las amenazas que había recibido el espía y que publicó el diario Clarín”, ese semanario publicó una entrevista con el agente bajo esta letra: “Stiusso, hombre fuerte de la SIDE, rompe el silencio. Guerra entre agentes, dictadura y amenazas de muerte”.
Media lengua, respuestas cortas, negaciones a la mayoría de lo que la nota propone como dato. Y de repente:
“Noticias: ¿Quién atentó contra la AMIA?
Stiuso: Son secretos de Estado. Yo no te puedo decir a vos quién voló la AMIA, porque yo dependo de lo que tengo que informar a la Justicia.
Noticias: ¿Pero usted sabe quién voló la AMIA?
Stiuso: No es que yo sepa, yo tengo que presentar las cosas. Eso no te lo puedo decir a vos”.
El 16 de diciembre, la Presidenta le pide la renuncia a Héctor Icazuriaga, a Larcher y 24 horas después, el nuevo señor 5 echa a Jaime Stiusso.
Es en ese marco que Alberto Nisman hace su denuncia y en ese contexto que aparece muerto con un balazo en la cabeza proveniente de una bersa calibre 22 que le presta un asistente que por asistirlo en solucionar sus inconvenientes informáticos cobraba la módica suma de 40800 pesos. El mismo atlético joven self made en zona norte que explicó que le prestó la pistola porque Nisman tenía miedo de que “algún loquito se me venga y me diga traidor hijo de puta”.
¿Traidor? Puede que “el argentinito” suba las ventanillas por miedo a los pibes que limpian el parabrisas. Pero ¿que un fiscal tenga miedo a alguien que lo considera traidor? ¿Por qué? ¿Traidor a qué?
Hay otras –entre las cientos- dos preguntas que no puedo hacer a un lado: 1) ¿no es evidente que el memorándum fue una propuesta creada, justamente, porque la causa AMIA estaba detenida y el fiscal a cargo no la podía hacer mover?; 2) ¿por qué alguien que es fiscal y está convencido de que los culpables están en Irán, no está ansioso por viajar a Teherán y tener frente a sí a quienes considera responsables, para hacerles todas y cada de las preguntas que harán con los montones de prueba que dice tener para hacer caer de una vez y para siempre a los culpables?; 3) ¿Por qué ese fiscal, en lugar de acelerar su viaje a Irán, da una lucha sin igual en la justicia argentina para que el memorándum sea declarado inconstitucional y le impida entonces, justamente a él tener por fin cara a cara quienes él considera los asesinos?
Hay hombres, como decía, con sus cuellos y piernas atados con cadenas mirando a la pared. No tienen modo de girar la cabeza, por lo tanto, lo único que ven son las sombras que se proyectan. Así han aprendido a mirar. No conocen otro modo, ni otro mundo, sólo el sombrío.
El 30 de diciembre de 2014 nos enteramos que, por fin, La Corte Suprema de Justicia de la Nación, revocaba un fallo de la Sala I de la Cámara Federal de Casación Penal que había confirmado el sobreseimiento por prescripción de Alfredo Arrillaga y Jorge Eduardo Varando, imputados por el homicidio agravado de Iván Ruiz y José Alejandro Díaz durante el copamiento de La Tablada.
En criollo: la Corte Suprema de justicia de la Argentina reabría la causa Tablada y cumplía, así, el Estado nacional con lo indicado por la Comisión  Interamericana de Derechos Humanos, que en el año 1997, al expedirse en el Informe N°55/97 (caso 11.137 “Abella, Juan Carlos”) declaró que el Estado Argentino había faltado a su obligación de investigar de “manera exhaustiva, imparcial y concluyente” la ejecución de Díaz y Ruíz.
El 23 de enero de 1989, un grupo de militantes del Movimiento Todos por la Patria copó el regimiento de infantería “General Belgrano” de La Tablada. Fueron horas de sangre y fuego y en la retina de todos quedará el Presidente Raúl Alfonsín recorriendo el predio entre cadáveres incendiados custodiado por hombres de uniforme, Fal y rostros pintados con betún.
En la causa reabierta se investiga qué ocurrió con Ruiz y con Díaz, dos de los integrantes del grupo que aparecen en una fotografía tomada por Eduardo Longoni arrodillados y rindiéndose ante los militares que recuperaron el cuartel. Los cuerpos de ellos aún están desaparecidos.
Cristina Fernández había ordenado en 2008 (mediante el decreto 1578) a los servicios de inteligencia que brindaran al juez federal de Morón Germán Castelli toda la documentación secreta sobre el modo en que se combatió y reprimió a los ocupantes del cuartel.
La represión estuvo al mando de un comando encabezado por Arrillaga. Ya el 18 de enero de 2004, José Almada, un sargento que había sido parte de quienes recuperaron el cuartel, había denunciado las desapariciones y los fusilamientos de los detenidos. “Presencié la captura de dos. Uno delgado, más alto, con pantalón y camisa y de tez blanca, el otro más bajo, con el torso desnudo y con una camisa o camiseta que cubría su cabeza hasta la frente, de tez morena”, contó. “Los tiraron sobre el pasto, boca arriba, estaban heridos, conscientes, se los interrogaba sobre sus identidades y sobre la organización atacante y se los golpeaba en cuerpo y extremidades. Yo estaba allí y vi y escuché cuando los oficiales de inteligencia los interrogaban y cuando eran golpeados y allí ellos manifestaron: ‘Me llamo Iván’ y el otro decía: ‘Me llamo José’ y me acuerdo perfectamente que en ese duro trance en que ellos era atormentados y flagelados imploraban por sus vidas. Uno de ellos decía: ‘Por favor señor, regáleme la vida, estoy arrepentido’”.
Según relató Almada, ambos prisioneros fueron torturados luego dentro del cuartel y después “subidos a un Ford Falcon color blanco. Me consta que Iván Ruiz y José Díaz estaban heridos, pero con vida y conscientes. La conclusión es directa: se les aplicó ejecución sumaria”.
Los abogados de aquella farsa llamada juicio y los actuales querellantes vieron y ven con asco a  Gerardo Larrambebere, el juez que llevó adelante la instrucción. El entonces magistrado había delegado en su secretario de investigación específicamente dos casos: el de Ruiz y el de Díaz. Estaban las fotografías de Longoni, el testimonio de Almada y algunas otras voces, que si se quería, podían ser escuchadas. Pero la versión sobre la cual el diligente entonces joven funcionario judicial se recostó fue la de los dichos y las explicaciones del Ejército del betún en la cara y de los servicios de inteligencia de aquella SIDE, en la cual nada, pero nada de nada, de la democracia había ingresado aún. Puede haber sido miedo, desconocimiento, impericia o la decisión de jugar desde allí y para siempre en ese lado de la caverna; de hacer de la suya toda una vida de servicio. El secretario del juez Larrambebere tenía nombre. Y hoy para algunos es cartel. Estaba a punto de mostrar a su rey desnudo en la audiencia en el Congreso, a meses de quedar mal parado él y toda la operación de encubrimiento del atentado a la AMIA y a poco tiempo de tener que dar alguna explicaciones sobre dónde están los cuerpos de Iván Ruiz y de José Alejandro Díaz. Ese secretario, al que mandaron a averiguar qué le había ocurrido a estos dos jóvenes, se llamaba Alberto Nisman.