lunes, 7 de diciembre de 2015

Programa SF 186 - Sergio Morresi - 5 de Diciembre de 2015


A la derecha. 
por Mariana Moyano
Editorial del 5 de diciembre de 2015.

“¿Cómo pudo pasar?” era la forma que muchos le daban al lamento. Se oyó el 23 de noviembre y los días subsiguientes. “¿Pero cómo es que pudo pasar esto?”. “Esto” era que el PRO, Cambiemos, Mauricio Macri se ungiera con la primera magistratura de la Argentina. “Esto”, que parece la formulación de una pregunta, no siempre lo era. Las más de las veces parecía –o al menos así me sonaba a mí- no tanto una interrogación sino una especie de “¿Por qué a mí?”.
Ni es desubicado, ni es un disparate. Es un lamento humano, una primera reacción frente a la sorpresa y el dolor. Pero al igual que las religiones y el psicoanálisis, la política también propone una labor que es ir más allá de la primera reacción visceral. Además de dar vuelta la pregunta y volverla un “¿por qué no a mí?”, es necesario desarmar la duda y volverla interpelación. Así el “¿cómo pudo pasar?” lamentoso y llorón abre la puerta a un más racional –y sano- “bueno, veamos cómo y cuáles fueron las diferentes razones por las cuales esto sucedió”.
Hubo –vi, olí, percibí, sentí, presencié- algo de esto, pero en la mayoría de las oportunidades a la pregunta le seguían o una responsabilización individual de la derrota del Frente para la Victoria, o una culpabilización directa de un hecho, o un desagramiento público, o una catarata de escupidas a todo lo que se tiene cerca, o un señalamiento único –y por ende ya hueco- a los medios de comunicación opositores y poderosos o todo esto junto pero en compartimentos estancos.
Con total franqueza, ese tipo de análisis no me gustan, no me interesan, no me enriquecen. Me dejan quieta –paralizada- en un lugar de comodidad cerebral, de pereza intelectual que me impide dar un paso hacia adelante. Me quedo, con eso, girando en falso, mordiéndome la cola. Por suerte, algo íntimo, interno, me hace huir de ese confort. Tengo el más absoluto y profundo convencimiento de que la reflexión nacida de la literalidad y de la primera persona del singular son las nuevas armas de destrucción masiva del cerebro. Huyamos de esos barrios, entonces.
Y vayamos a visitar lo que aparecía como pregunta pero venía demasiado vestido de lamento y volvámoslo interrogación: ¿cómo pudo pasar? Desarmemos la consulta y convirtámosla en cientos de ítems para hacer un recorrido analítico de la situación.
Propongo una primera hipótesis que me acompaña desde lejos: cuando la diferencia es mínima y se es oficialismo, no tanto gana el otro, como pierde uno. 678 mil y piquito fueron los votos de diferencia a favor de la fórmula amarilla. “El nudo de votos a conquistar va a estar en alrededor de 700mil” dijo para mi sorpresa el mismísimo lunes 26 de octubre un intendente del conurbano que patea su localidad desde que era chiquitito. No me pude sacar la cifra de la cabeza y cuando se confirmó fue un exocet que me dinamitó el bocho. Si se sabía, si algunos lo tenían tan claro ¿por qué otros no oyeron? ¿Qué mecanismo se obturó? Y tiendo a pensar que fue el mismo que se convirtió en regla en la ciudad de Buenos Aires: el no ponerse en serio a intentar conocer a eso nuevo pero viejo, difuso y al mismo tiempo tan evidentemente de derecha que es el PRO. Fiaca, pereza, soberbia, ingenuidad, estereotipación fijada pueden ser algunas de las razones del error. Pero desde las elecciones a jefe de gobierno porteño que me lo pregunto en voz baja y en voz alta con tristeza, rabia y dolor: ¿por qué el libro “Mundo PRO, anatomía de un partido fabricado para ganar”, un recorrido minucioso y lejano a todos los estereotipos y lugares comunes; un trabajo sesudo y minucioso que puso en evidencia los intersticios y modos de construcción de Macri & Co, no fue libro de cabecera, de lectura obligatoria, de todos quienes se embarcaban en la empresa de enfrentar en la política al reinado de las empresas? ¿Cómo fue que la política se entregó a lo conocido en lugar de ir a aprender y permitió que ganaran los gerentes?
El libro se publicó a comienzos de 2015. Hizo un recorrido en paralelo y más humilde que los grandes bestsellers escritos por pura coyuntura y con dichos de ocasión que dominan la escena de las presentaciones mediáticas. Sin embargo, estaba ahí, a disposición de todo aquel que se permitiese bajar de lo supuestamente conocido para internarse en un mundo que no es inascible a quienes tenemos una concepción más tradicional (y con toda franqueza creo que genuina) de la política; a quienes no nos resulta lo mismo una ONG y el voluntariado que los estamentos del Estado; a quienes sabemos que la definición de desinterés ideológico es la más tramposa de las formulaciones ideológicas de la derecha.
Carta Abierta, ese espacio de principios de 2008, en pleno conflicto por la 125, tuvo un gran mérito por aquellos tiempos: pudo con una palabra definir un problema nuevo. Hizo bien esa primera Carta en alejarse de conceptos ya asociados a lo otro conocido. En lugar de recurrir al rígido “golpista”, el grupo encontró la novedad: “destituyente”, dijeron. Y crearon oreja. Se hizo un silencio, se corrió el ruido y la palabra marcó la cancha.
Porque con esta derecha escurridiza, que no tiene pudor en decirse “progresista en los hechos” pasándose por el traste cada año de densidad histórica de los términos más caros a las tradiciones, no se enfrentaba –no se la enfrenta- con lo endurecido que a veces hasta callosidades tiene. Se le hace partido desde el rigor, la inflexibilidad, la exactitud y la rigurosidad pero sin nada anquilosado, sin nada a lo que sea imposible sacarle el olor a humedad. Es con el pasado a cuestas, todo enterito, pero pensado desde hoy.
Me pasa a menudo desde que soy jovencita. Como no soy creyente, no tengo biblia a la que recurrir para calmar el espíritu, así que busco sus libros o cuando vivía lo buscaba a él. Lo busco a Nicolás Casullo. Y le pregunto. Estos días hice eso y, como siempre, me contestó. Lo hizo desde el capítulo dedicado a “las nuevas derechas” de su magnífico “Las cuestiones”. Allí en “Las Derechas”, el magnífico profe nos explica: “El mercado global massmediático va instalando la idea de que su lógica no contiene derechas ni izquierdas, ni contenido sustancial. Es sólo una cuadrícula de oferta, donde los casilleros formalizan oferta y demanda de manera intercambiable como los denominadores comunes dinero, inversión, bono crédito. La política devino una equivalencia administrativa, un juego de alternancias inocuas, una institucionalidad de gestión carente de historia social”.
En 2007 lo escribió. Y en 2015 ya se sabe que los Alfonso Prat Gay, que le cuenta por teléfono al Secretario del Tesoro de los Estados Unidos antes de asumir y antes que a los millones de argentinos, qué hará con la Economía; que a cargo de todos los canales de Educ.ar (Paka Paka, Encuentro, DeporTV, y demás) quedará un cancherísimo joven analista de mercado llamado Guillermo Fretes que viene del mundo de Mobile y de Despegar.com; que quieren de prepo meter en la AFSCA a Miguel De Godoy, el encargado de la pauta en la ciudad, que está imputado por las facturas truchas de Fernando Niembro; que YPF es para uno de Shell, Aerolíneas para una de General Motors, que Agricultura se lo queda CRA y así… Que el que está tan preocupado por el lugar de entrega de los atributos de mando no fue a recibir su diploma de jefe de Gobierno electo porque se le hacía tarde para llegar a la fiesta de Gente, y que un Braun (de los Braun Menéndez y los Menéndez Behety) nos va a regir el Comercio y que el que descuartizó el Instituto de la Vivienda de CABA va a quedar a cargo de ANSES (lo que es lo mismo que decir jubilaciones, aumentos, AUH y PRoCrear) y que mientras se preparan para asumir en la Nación en una sesión de más de 90 proyectos (que a nadie le pareció escandalosa esta vez) le recortaron al hospital Garrahan un 20% de su presupuesto, 348 millones de pesos… porque hasta con los pibes con cáncer se pueden meter sin que pareciera que pasa algo.
Así son estas nuevas derechas que no se asumen que lo son. “¡Cómo van a decir que somos de derecha si somos democráticos”, les aulló un dirigente PRO a Gabriel Vommaro.
Sumemos que no hubo un solo gesto público de satisfacción sobre la aparición del nieto 119 y el reencuentro nada menos que con su madre; el cerebro de las relaciones internacionales de PRO, Diego Guelar, fue embajador de Carlos Menem y anda por ahí hablando del perdón y la necesidad de amnistía; el Presidente electo les dijo “curro” a los Derechos Humanos y el diario LA Nación se envalentonó para pedir el fin de los juicios a horitas no más de conocido el triunfo de Macri.
Eso nos va a gobernar desde esta semana. Esa derecha, la que une posmodernidad, cinismo, radicales, peronistas, dinosaurios, voluntarios, globos, colores, marketing, distracción, espectáculo, frivolidad. La que deja linda la vereda mientras en la piecita del fondo remata la casa completa.
Discutirla sólo desde lo conocido, nos hará atrasar. Se la enfrenta conociendo cómo es ese monstruo de varias cabezas que llega al gobierno con legitimidad, de modo democrático, sin la más mínima discusión sobre su legalidad y con la mitad más uno a su favor. Nos toca un cambio de rol, pero también de perspectiva y de abordaje.

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